XXXIII

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- Alteza, ¿Os encontráis bien? 

     Brielle llevaba varios minutos sintiendo que hablaba sola. Habían pasado varios días desde que el príncipe se recuperó por completo y salió de nuevo de su dormitorio, y el rey le había insistido demasiado en que tuviese más citas, a pesar de las pocas participantes que quedaban. 

     Era por eso por lo que Kristian estaba sentado en una de las mesas exteriores que había en uno de los jardines de palacio, merendando junto a Brielle. Sin embargo, su mente vagaba alrededor de una única persona,  y no era la joven pelirroja que tenía delante, precisamente. 

     Kristian se había esperado un distanciamiento por parte de Evelyn desde su regreso de Iretia, pero no habría imaginado que sería tan exagerado como lo que había ocurrido. La joven había vuelto a dirigirse a él como "alteza", en vez de su nombre, y apenas pasaban tiempo juntos. Aunque aquello tampoco era por completo culpa de la seleccionada: el rey estaba más obsesionado que nunca en prepararle para heredar el trono. Con tanto en la cabeza, el príncipe era incapaz de prestarle a Brielle la atención que se merecía.

- Alteza.

- ¿Sí? - Quiso saber Kristian confuso, regresando al jardín donde estaba merendando con Brielle. Y vio al cámara de la joven detrás de ella, lo que le recordó que debía centrarse.

- ¿Os encontráis bien? Os noto algo... ¿disperso? - Preguntó la chica pelirroja con una agradable sonrisa y dedicándole a Kristian una mirada compasiva.

- Sí, solo estoy algo cansado. Lamento si os he preocupado.

- No es necesario que os disculpéis, alteza. Es natural que... me preocupe por vos, no puedo evitar preocuparme por mis seres queridos. - Brielle desvió la vista tímidamente, al mismo tiempo que jugueteaba con uno de sus mechones pelirrojos, escondiéndoselo detrás de la oreja. 

     Aquellas palabras habían conseguido colorear las mejillas de la joven y la emoción recorría su cuerpo. Confesarse primero... no era algo a lo que estuviese acostumbrada, aunque se sintió realmente bien, y esperaba que el príncipe pudiese corresponderle. 

     Kristian, sin embargo, y a pesar de haberse repetido mentalmente que debía prestarle atención a Brielle y no dar una mala imagen frente a la cámara, se descubrió a sí mismo con la vista bastante lejos de ella. Le había parecido ver de reojo una silueta, a través de uno de los ventanales de palacio, y buscaba con ahínco para ver si había acertado.

     Tardó más de lo que esperaba, pero la encontró. Caminaba despacio por el pasillo, por lo que había tramos en los que no la veía, donde no había ventanas. Aquellos segundos se le antojaban minutos y no podía controlar las comisuras de sus labios, que se elevaban cada vez que la seleccionada aparecía a través de las ventanas. No existía nada más en aquel momento, y Kristian se olvidó de la merienda, de Brielle, de la cámara. Solo deseaba levantarse y salir a la carrera, para alcanzar a la joven que observaba desde la distancia y poder fingir un encuentro casual. 

     Brielle, al no recibir respuesta, volvió a levantar la vista hacia el príncipe. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró con que Kristian ni siquiera le estaba mirando. Sus ojos azules le prestaban atención a algo que estaba lejos de ellos, algo que la joven pelirroja tardó un poco de tiempo en identificar. La sonrisa que había esbozado desapareció de golpe cuando reconoció el motivo por el que el príncipe parecía no poder escucharle. Evelyn. La seleccionada que nadie pensaba que llegaría tan lejos. 

     No pudo evitar dejar escapar una muy ligera risa de suficiencia. ¿Cómo no lo había visto desde el principio? Señales no le habían faltado; al fin y al cabo, al inicio de la Selección se la conocía como la chica de los seis minutos. Era eso mismo el motivo por el que se había acercado a ella: para eliminarla desde el principio. Sin embargo, no la había visto una amenaza, no como aquella chica rubia, Ada Corday. Sonrió al recordar lo fácil que había sido guiar a uno de los guardias de palacio hasta su padre, el resto surgió solo y la chica rubia abandonó el palacio en menos de cuarenta y ocho horas. 

     Si tan solo se hubiese deshecho de Evelyn antes... Aunque aún tenía una oportunidad de hacerlo. Y una muy buena. Con la información con la que contaba sobre Evelyn y la condición que tenía para permanecer en la Selección... Si jugaba sus cartas bien no tendría que volver a preocuparse por aquella simple plebeya.

- Alteza, ¿queréis ir a descansar? - Preguntó Brielle con el dulce tono de voz que su padre le había enseñado a poner. 

- ¿Perdón? 

- Podéis ir a descansar, la verdad es que yo también me encuentro algo cansada. - Mintió la seleccionada, esforzándose para mantener la sonrisa en el rostro, cuando lo que realmente le apetecía era escabullirse para ir directamente hacia Evelyn. Le molestaba mucho que el príncipe no le prestase atención, y era todo culpa de ella. 

- La verdad es que sí. Muchas gracias, ha sido un placer, Brielle.

     Kristian no tuvo que esperar a que la seleccionada le repitiese la oferta dos veces. Se levantó de la silla y con una media reverencia mal hecha se despidió de ella, sin siquiera esperarla para acompañarla al interior del palacio. 

- El placer ha sido todo... - Brielle contuvo el aliento, tragándose la rabia al ver que el príncipe le dejaba con la palabra en la boca. - Mío. 

"No puedo dejar que Evelyn permanezca en palacio ni un día más. Tengo que obrar con rapidez y de manera sutil." Pensó la joven, sin dejar que rastro alguno de lo que pasaba por su mente se advirtiese en su rostro o en su cuerpo. 

     Cambió la sonrisa rápidamente por una expresión de molestia y se llevó las manos a las sienes, cerrando los ojos en un gesto dramático pero para nada exagerado. 

- ¿Os encontráis bien, señorita? - Preguntó su cámara, un hombre de mediana edad y larga cabellera oscura. 

- Creo que no... me duele mucho la cabeza. ¿Seríais tan amable de dejarme descansar en mis aposentos? Sin la presencia de la cámara, por favor.

- Si, por supuesto. ¿Queréis que os acompañe?

- Muchas gracias por el ofrecimiento, pero no es necesario. Creo que puedo llegar sin problema a mi dormitorio, además... no quisiera que llegase a malinterpretarse. 

- Por supuesto. Espero que os recuperéis pronto.

- Muchas gracias.

     Brielle esbozó una sonrisa cuando pudo adentrarse en palacio. Tenía luz verde para moverse y planearlo todo sin preocuparse por el cámara y un plan fraguándose en su mente a la velocidad de la luz. Luz verde... sí, tenía una muy buena idea. 

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