Salieron a un gran prado que se extendía casi hasta el horizonte, donde Evelyn pudo atisbar un bosque a simple vista poco frondoso.
Habían salido por una puerta de palacio distinta a la que Evelyn había tenido que pasar la primera vez que llegó. Por eso no reconoció la carretera que le llevaba de vuelta a su casa hasta pasados varios minutos, cuando se dio la vuelta sobre el caballo para observar todos los alrededores.
Sargento era un animal realmente manso y parecía ser capaz de entender lo que el príncipe y la seleccionada le decían. Teniendo a Kristian sujetando las riendas de su montura y guiándola, poco tenía la seleccionada que hacer, y no se quejaba por ello.
- No hay muchos lugares a los que pueda llevarte, pero al menos has podido salir de palacio. Y no tienes al cámara siguiéndote constantemente.
- Sí, no sé cómo agradecéroslo alteza. - Admitió Evelyn volviendo a girarse sobre el caballo para observar al príncipe y ofrecerle una amplia sonrisa.
- El que estéis conmigo es suficiente.
- Al menos este encarcelamiento consentido complace a alguien.
- ¿Es así realmente... Cómo te sientes?
Evelyn reflexionó acerca de las palabras del príncipe, que habían salido de su boca acompañadas de dudas. Ella deseaba estar con sus hermanos, deseaba no tener que enfrentar al rey todos los días y deseaba poder ser libre para elegir lo que ponerse, cómo comportarse...
Pero... No era infeliz del todo en palacio. Había hecho amigas contra todo pronóstico, había entablado amistad con ambos príncipes, había estado viviendo cómodamente durante más de dos meses. Y la mayoría de veces y de personas le habían tratado bien.
- Al final, el palacio solo es una cárcel lujosa. Lo siento, alteza, pero no puedo sentirme libre en un lugar donde solo puedo pensar sin que se me castigue o regañe. - Respondió finalmente, minutos más tarde.
Kristian asintió despacio, desviando la mirada hasta el horizonte. Entendía perfectamente a lo que Evelyn se refería. Él mismo había experimentado esa sensación de ahogo entre aquellas cuatro paredes.
- Lo comprendo. Muchas veces yo también... Me he sentido encerrado y controlado en palacio.
- ¿Y por qué no sale? - Preguntó la seleccionada. Una corriente de emoción recorrió su cuerpo y sintió cómo una idea se fraguaba en su mente a la velocidad de la luz. La adrenalina comenzaba a hacer cosquillas en las puntas de sus dedos. - Salgamos de palacio, no a los alrededores, vayamos a otro lado, alteza. A otro lado del reino. Podríamos ir primero a Iretia, a ver a mis hermanos, y luego continuar por otras ciudades de Xirian.
- No podemos hacer eso, Evelyn. - Cortó el príncipe de manera tajante. Aminoró el paso de su montura y, con él, la de Evelyn.
Ambos caballos se detuvieron por completo entre leves relinchos. Sobre sus lomos, sus jinetes establecieron contacto visual. Uno profundo e impenetrable para alguien ajeno a ellos.
- ¿Por qué no, alteza? - Preguntó Evelyn en un susurro, sin perderse en los azules ojos del príncipe, por mucho que algo le instase a hacerlo.
- Ya has desobedecido al rey. Ambos. Imagina lo que hará si nos escapamos.
- Podemos pedirle permiso.
Una carcajada fría y sin sentimiento alguno los rodeó. Tuvieron que pasar varios segundos para que ambos fuesen conscientes de que las risas salían del mismo príncipe. Evelyn pudo ver entonces la sombra del rey en Kristian, y un escalofrío recorrió su espalda.
- Pedirle permiso para huir, es lo más gracioso que me han propuesto en años.
La seleccionada hinchó el pecho de orgullo. De todas formas, aquel chico... Sus ojos no eran los del príncipe, tan fríos.
- Yo lo haré. Le pediré permiso para ver a mis hermanos. Y si no me lo concede, abandonaré el palacio.
Fue la última amenaza lo que hizo cálidos de nuevo los ojos de Kristian. Su rostro se configuró rápidamente en una extraña mueca, mezcla de tristeza y miedo. Cuando habló, lo hizo en voz baja, aunque transmitía cierta urgencia:
- No, por favor, no te vayas.
Evelyn arrugó el entrecejo. Estaba confundida, pero sobre ese sentimiento se habían impuesto los latidos de su corazón, que había acelerado el ritmo peligrosamente al escuchar aquellas palabras; esa súplica por parte de uno de los príncipes.
- No termino de entender...
- Eres la única persona aquí con la que puedo hablar. Mi familia... Bueno, no puedo hablar con ellos. Y el resto de gente en palacio son trabajadores que rehúyen mi mirada y evitan a toda costa dirigirme la palabra si no es estrictamente necesario.
- Si hablar es lo que queréis, podemos hacerlo incluso si no soy una seleccionada, alteza. - El calor del cuerpo de la seleccionada no desaparecía, pero se esforzaba por mantener la cabeza fría. Igual que Kristian no podía hablar con su familia, ella no podía fiarse de la familia real.
El príncipe negó con la cabeza. No se estaba expresando bien, necesitaba decirle a Evelyn lo que realmente quería, lo que realmente sentía. Cerró los ojos un instante e inspiró profundamente antes de hablar.
- Quiero hablar, pero no es lo único que quiero. Quiero conocerte más, quiero que demos más paseos a caballo, que pasemos más tiempo juntos, que tengamos más citas. Quiero conocer lo que te inquieta y lo que te motiva. Quiero ser alguien con quien puedas compartir tus miedos y tus sueños. Quiero escucharte durante horas. No podré hacer todo eso si no eres una seleccionada.
- Queréis muchas cosas, alteza. - Susurró Evelyn. Tuvo que apartar la mirada de los profundos ojos del príncipe. Todo lo que había dicho, y el sentir la sinceridad emanar de él, le habían abrumado.
Ella... No estaba preparada para casarse, y mucho menos para ser reina. Además, no podía quedarse en palacio, no por mucho más tiempo. Sus hermanos estaban abandonados a su suerte; sin su madre...
La cabeza comenzó a darle vueltas y tuvo que masajearse las sienes con una mano mientras se agarraba con más fuerza a la silla de montar con la otra.
- ¿Estás bien? - Preguntó el príncipe, echándose hacia delante en su montura, con la intención de sujetar a Evelyn por los brazos. No pudo llegar a hacerlo.
- Sí, solo necesito... - "estar sola" completó la seleccionada en su mente, aunque no lo dijo en voz alta.
No hacía ni una hora desde que habían salido de palacio. Sin contar con que el príncipe le había llevado a una cita, ella no podía abandonarle ahí y tan pronto. Pero realmente necesitaba estar sola, para poder pensar, para poder aclarar lo que sentía, o lo que debía sentir.
- ¿Quieres que te ayude a bajar?
En esos pocos minutos, Kristian había descendido con atlética facilidad y se había acercado a Evelyn por uno de los lados de su caballo, alzando los brazos esperando su respuesta.
La seleccionada no tuvo el valor de rechazar su ayuda. No se creía capaz de bajar del caballo completamente sola sin acabar con un brazo roto o un tobillo torcido.
Aún sin establecer contacto visual con él, Evelyn sintió un escalofrío al notar las manos del príncipe sujetarle con firmeza de la cadera. Y el corazón le latió más deprisa.
- Gracias, alteza. - Susurró, ligeramente azorada. Sus cuerpos se encontraban demasiado cerca, tanto que la seleccionada sentía el aliento del príncipe a la altura de la frente.
- De nada. - Respondió en el mismo tono de voz. Observó su rostro unos pocos segundos más, mientras su cuerpo se calentaba. Pero acabó separándose de ella más pronto que tarde al notar sus párpados caídos y su entrecejo fruncido.
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La Corona
RomanceCinco son las seleccionadas que quedan. A estas alturas, Evelyn podría llegar a pensar que tiene posibilidades de ser una de las dos ganadoras. ¿Se hará con la corona de Xirian? ¿O tendrá el destino otros planes? *Basada en las historias de Kiera C...