XXIV

276 21 2
                                    

     Aquella tarde fue el momento más feliz de Evelyn de los últimos meses y posiblemente años. Se olvidó rápidamente de la Selección, del rey, del palacio... y, a sus ojos, Kristian se convirtió en un simple joven al que no podía quitarle los ojos de encima.

     Kaira aprovechó para aprender más sobre la vida de la realeza y Sven le preguntó al príncipe sobre temas de los que Evelyn ni siquiera era consciente que su hermano pequeño controlaba. Todo mientras la seleccionada terminaba el trabajo de Kaira por ella, maravillada especialmente por las intelectuales conversaciones entre Kristian y Sven.

- ¿Cuándo viene Elyan? - Preguntó la seleccionada cuando hubo terminado los vestidos, horas más tarde.

- Llega a casa sobre las diez y media. Para entonces, Sven y yo preparamos la cena. - Explicó Kaira ayudando a su hermana a llevar los vestidos de vuelta a su cuarto.

- Muy bien, pues id Sven y tú a ducharos, yo haré la cena hoy.

- ¡Vale! - Respondió la joven alegre. Evelyn había echado demasiado en falta el carácter jovial de su hermana en palacio, si Kaira hubiese estado, la estancia habría sido muchísimo más amena.

- ¿Necesitas ayuda para preparar la cena? - Preguntó Kristian a sus espaldas.

     Había seguido con cierta distancia a Evelyn y Kaira hasta el piso de arriba, y había esperado en el marco de la puerta desde que la más pequeña había abandonado la habitación.

     Pudo encontrarse frente a frente con Evelyn y parecía que llevaban horas sin hablar a pesar de haber estado toda la tarde en el mismo lugar.

- No... Gracias, alteza. - Respondió la seleccionada. No sabría decir si era por encontrarse de vuelta en su casa, pero durante todo el día se había sentido algo diferente con respecto a Kristian, había estado mirándole con otros ojos, libre de las influencias que ejercían sobre ella la Selección, el dinero, el rey, las cámaras...

- Sé que soy un completo inútil en la cocina y las tareas domésticas, pero aprendo rápido.

- ¿Es eso así?

- ¿Quieres darme una oportunidad? - Propuso Kristian acercándose un paso a Evelyn. El tono de voz de ambos había ido disminuyendo hasta convertirse en un susurro íntimo y con un cierto deje pícaro.

- Podríais quemarme la cocina, alteza.

- Qué poca confianza tienes en mi. - Kristian puso un puchero fingido; expresión que consiguió sacarle a Evelyn una sonrisa de lo más sincera.

- Acompáñeme alteza, tengo algo para vos. - Pidió Evelyn, saliendo despacio de la habitación.

- ¿Un regalo? - El príncipe siguió a la joven algo nervioso, ¿Y si realmente Evelyn tenía un regalo para él? Él no había tenido oportunidad de prepararle nada, no podría compensárselo.

     La seleccionada acabó llevando al príncipe hasta su dormitorio, el que compartía con Elyan. La estancia permanecía igual que lo que ella recordaba: las dos camas, cada una chocando con cada pared enfrentada del dormitorio y dos pequeños armarios donde Elyan y ella guardaban toda su ropa. Una ventana con una pequeña mesa y una silla de madera algo gastada bajo ella terminaba de decorar el lugar.

- Más bien un préstamo. - Comentó Evelyn respondiendo a la pregunta anterior del príncipe, acercándose al armario de más a la izquierda y abriéndolo. - Con las prisas se nos olvidó coger una muda de ropa. Para mí no es ningún problema, aquí tengo ropa de sobra. Pero vos no.

- Es cierto... - Kristian se regañó mentalmente por no haber pensado en aquello. Había estado demasiado ocupado repasando el plan y hablando con Egir para tenerlo todo preparado.

- No os preocupéis alteza. Tenéis una composición física muy similar a la de mi hermano. - Evelyn rebuscó poco en el interior del armario y se hizo con unos pantalones y una camisa que encontró en mejor estado y de un material más recio que la mayoría.

- ¿No le molestará?

- Seguramente. - Confesó la joven con una sonrisa. - Por eso os vais a duchar antes de que él venga. Solo tenemos un baño, pero al menos tenemos agua.

- No me importa esperarme y ser el último.

- No os preocupéis por eso, alteza, de todas formas el agua sale fría te duches el primero o el último.

- ¿Y no... os resfriáis?

- Alguna vez nos ha pasado. - Respondió Evelyn encogiéndose de hombros mientras el príncipe aceptaba la ropa que ella le ofrecía. - Un poco de leche caliente por la mañana y por la noche y al día siguiente estamos como nuevos.

- ¿Y si os ponéis enfermos? Con algo más grave, tal vez gripe o una neumonía.

- Los más afortunados pueden ir al médico. Los que no, simplemente esperan a mejorar. Mi madre... Murió por eso.

- Lo siento mucho. No sabía que hasta ese punto...

- ¿Somos pobres? Sí, y nuestra familia realmente no vive tan mal. Al menos tenemos trabajo. Y salud, la mayor parte del tiempo.

- De veras que lo siento. Cuando sea rey prometo...

- Alteza. No podréis arreglar el desequilibrio económico que hay en todas las ciudades del reino, por mucho que lo deseéis.

- Podré hacer más cosas que ahora.

- O tal vez no... No es algo que se pueda arreglar con facilidad. - Evelyn soltó un suspiro. ¿Por qué siempre que tenía una agradable conversación con el príncipe tocaban algún tema que arruinaba su ánimo? - ¿Por qué no vais a ducharos? Prepararé la cena mientras. Espero que lo poco que podemos ofrecerle sea de su agrado.

     Evelyn sujetó la falda de su vestido y comenzó a bajar el cuerpo para realizar una reverencia. Se encontró a medio camino, sin embargo, con las manos del príncipe, que le detuvieron y guiaron con delicadeza y cariño hacia arriba nuevamente.

- Será de mi agrado, cualquier mínima cosa que me ofrezcáis, porque me lo habréis dado vosotros. Y... Por favor, no hagas reverencias en tu propia casa. Muchas gracias por la ropa. - Kristian terminó de hablar y rompió el contacto que estaba estableciendo con Evelyn.

     Llevó las manos a la parte baja de su espalda y agachó el torso, junto con la cabeza, hasta casi formar un ángulo de noventa grados con el cuerpo. Él no estaba acostumbrado a hacer demasiadas reverencias, pero se sintió realmente completado al hacer aquella, pudiendo ser capaz de expresar el respeto que sentía por la joven.

     Acto seguido le dedicó una rápida mirada, acompañada de una dulce sonrisa, y se dirigió al baño. No se giró en el corto camino que había, pues el baño estaba en la misma planta. Si lo hubiese hecho, podría haber visto cómo las mejillas de la joven se coloreaban ligeramente, sin poder ella impedirlo.

La CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora