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Salí del baño con una sensación de derrota enorme, realmente era una imbécil... Quería a Yoshio, de verdad, pero yo no podía hacerlo feliz ni él a mí pero, muy en el fondo, tenía un pequeño sentimiento. No volví a sala, sino que me fui a la habitación y me escondí debajo de las sábanas, queriendo desconectarme del mundo, de mi tonto corazón, de todo...

-¿Suzuka?- escuché su voz y me aferré con más fuerza a las sábanas.

-Déjame sola- dije por lo bajo, sentí el peso del colchón hundirse más y su mano acariciar mi espalda.

-¿Te sientes mal?- odiaba que se preocupara por mí de esa manera.

-Sí...- me sentía mal conmigo misma.

-Le diré a la editorial que no irás hoy- sentí su peso sobre mi cuerpo, la luz me deslumbró al Yoshio descubrir mi rostro y besarme la frente -Descansa mi amor- se levantó y salió de la habitación.

-Yoshio...- ¿Era ya el momento para decirle?.

-¿Qué princesa?- volvió sobre sus pasos y se apoyó en el marco de la puerta.

No, no podía decirle...

-Te amo- sonreí todo lo que me permitían los tensos músculos de mi cara -Y no te preocupes tanto por mí, me quedaré en cama-

-Cuando vuelva del trabajo te traeré esos chocolates que tanto te gustan, ¿Si?- era tan bueno conmigo, no lo merecía... -Te amo- me tiró un beso y se fue.

Me volví a esconder entre las sábanas y, sin yo quererlo, me puse a llorar.

-Lo siento tanto Yoshio- me tapé la cara con las manos y mordí mi labio inferior, todo esto me estaba volviendo loca, no sabía que hacer...

Tomé mi teléfono y volví a llamar a Riho.

-Riho...- dije aún llorando -No sé que hacer, no sé-

La escuché suspirar al otro lado de la línea.

-Ya voy para allá, ¿Ok?- se escucharon ruidos y el sonido de llaves -Tú cálmate y límpiate esa carita, las perras no lloran- y colgó la llamada.

Suspiré y me fui al baño, me limpié la cara con agua fría y me quedé mirando mi reflejo.

-Las perras no lloran- dije con convicción y me tranquilicé -Soy una maldita perra que nunca baja la cabeza-

Escuché el toque característico de Riho, bajé corriendo las escaleras, abrí la puerta y la abracé como un koala.

-Hola a ti también- entró con dificultad a la casa mientras sostenía una bolsa y me acariciaba la espalda con su mano libre. 

-Gracias por venir- dije haciendo un puchero.

-Para algo están las amigas- me llevó de vuelta a la habitación y puso la bolsa entre nosotras dos -Te traje lo que más te gusta-

-Ay Riho- abrí la bolsa y vi medialunas, churros, una porción de torta de limón y un chocolate caliente.

Disfruté de aquel desayuno sanador, agradeciendo a todos los dioses la amistad que tenía con Riho.

-Cuando estés más tranquila me vas a decir que pasó- me señaló y yo asentí con la boca llena de churro -Y nada de llorar, recuerda, las perras no lloran, ¿Y nosotras que somos?-


Tragué con dificultad y suspiré.


-Unas perras que quieren comerse el mundo- y ahora me serví la porción de la torta.

-Y unas buenas vergas- siguió Riho -Porque este domingo vamos a disfrutar de nuestras Alfas en MI casa-

-¿Qué cosa?- la miré sorprendida.

-Saya tiene el pack de servicios a domicilio- sacó la tarjeta de su bolsillo y sonrió.

Agarré la tarjeta y leí atenta:


El Fruto Prohibido, disfrute sexual en tu propia casa.

Llamando al número escrito arriba puedes gozar del o de la Alfa de tu preferencia en tu propia vivienda acordando el horario a disponer del servicio y el pago con antelación. Los precios no pueden modificarse a la exigencia del cliente.

Una hora: ¥2500

Una hora y media: ¥3500

Dos horas: ¥5000

¿Qué estás esperando para gozar del fruto prohibido de la sexualudad en la comodidad y privacidad de tu hogar?


-Wow- dije mientras le devolvía la tarjeta.

-¿Ves?- sonrió y se tiró a sus anchas en el colchón -Lo único malo es que no me quiere bajar el precio-

-No hace descuentos por amigo- me encogí de hombros y me puse a comer un churro.

-Debería- me miró y negó con la cabeza -Coger con Yui es una maravilla pero mi billetera no opina lo mismo-

Me reí y le tiré la almohada.

-Pues quedaremos en bancarrota y debiendo al banco- sonreí y bebí un poco de chocolate caliente -Porque yo no pienso dejar ir a Moa y a su verga tan fácil-

-¿Acaso te gusta la prostituta?- movió las cejas de arriba abajo.

-No idiota- negué y suspiré -Me gustó el sexo con ella, es ruda y eso me gusta-

-Más bien te gusta ELLA- se rió y yo aproveché la oportunidad para meterle lo que me quedaba de churro en su boca.

-Imbecil- le dije mientras veía como lo escupía y tosía.

En ti encontré el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora