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Había pasado una semana de eso, nunca había encontrado la forma ni las palabras para decirle a Moa algo con respecto a las galletas.

-¿Por qué no vas a donde sea que trabaje?- Riho me puso en el plato unas diez tostadas.

-¿Nada más para agradecerle?- respondí con otra pregunta -No puedo hacer eso, tengo que agradecerle con algo que esté a la altura de las galletas-

-¿Y si le haces galletas también?- me puso una taza de té enfrente.

-¿Y por qué asumes que sé cocinar?- la única vez que había intentado cocinar para mí terminé hasta por derretir el plástico de los fideos instantáneos.

-Sólo hazle algo, lo que sea Nakamoto- Riho me sacudió -Y asume de una vez que estás enamorada de esa chica-

-No estoy enamorada- la alejé de mí e hice una mueca -Simplemente me agrada y disfruté el sexo con ella, es una buena persona ¿Sabes?-

-Lo mismo decía de Yui y mira- se encogió de hombros y se sentó frente a mí -Pero sino lo asumes, te voy a meter un palo por el culo haber si en medio del dolor y lágrimas admites que te gusta Moa-

-Tampoco es para tanto Riho- hice una mueca y me llevé las manos a mis nalgas -Pero no me gusta Moa, punto final-

...

Estando en mi habitación me puse a pensar en qué debía darle a Moa, hasta que algo en mi cerebro se encendió.

-Eso- fui a mi escritorio y me puse a buscar hasta encontrar lo que buscaba, una pulserita de plata -Por favor que tenga dinero- me fijé en mi billetera y sonreí.

Bajé de dos en dos las escaleras hasta caer de un salto en la alfombra.

-¡Riho, voy a comprar!- agarré las llaves y abrí la puerta.

-¡No me robes el auto otra vez!- me respondió a los gritos.

Cuando llegué a la joyería estuve como media hora eligiendo dijes para la dichosa pulserita hasta que, con unos cuantos miles menos en mi billetera, volví a casa con la bolsita contra el pecho.

-¿Qué compraste?- Riho apareció en la puerta.

-Cosas- dije simplemente y subí casi corriendo las escaleras hasta mi habitación.

Cerré la puerta, me fui al escritorio y saqué los dijes con cuidado.

-Ahora a decorar esto- agarré la pulserita y me puse a enganchar cada dije de forma que se viera bien -Tiene que quedar bonito- dije para mí y saqué la lengua como una niña pequeña concentrada en su dibujo.

Estuve bastante tiempo acomodando los dijes, hasta que quedaron en el patrón perfecto y sonreí satisfecha.

-Ahora...- guardé la pulserita en la bolsa de papel, agarré un hoja y la pluma y me puse a escribir.


"Sé que puede parecer demasiado, pero no quería darte cualquier cosa a cambio por ser tan buena conmigo; la pulserita la decoré con mucha dedicación para ti Moa, espero que te guste.

Te quiere, Nakamoto Suzuka"


Terminé dibujando un pequeño zorro y la pegué a la bolsa.


-Ahora la cosa más importante es cuando dársela- dije otra vez para mí y suspiré.

-¿Ahora hablamos solas?- Riho entró de sopetón a la habitación y me caí con silla y todo debido al susto.

-¿No te enseñaron a tocar la puerta?- me levanté y volví a poner la silla en su lugar.

-Yo toqué, que tú no escucharas es otra cosa Nakamoto- se encogió de hombros y vio el paquete en el escritorio -¿Y eso?-

-Es para Moa- lo escondí en mi espalda al ver la intención de Riho de agarrarlo.

-¿Puedo ver qué es?- preguntó curiosa y se acercó a mí.

Negué con la cabeza y retrocedí lo suficiente para alejarme de ella.

-Ay por favor, vi el paquete de galletas- se acercó rápidamente -¿Y no voy a poder ver eso?-

-Es delicado- era la verdad, no quería que se rompiera la pulserita o se salieran los dijes.

-No lo voy a romper- me quitó el paquete y estuvo a punto de abrir la bolsita.

-¡No lo abras!- dije exasperada.

-Puedes envolverlo de nuevo- la agitó y yo estaba que me moría, llegaba a arruinar mi regalo y me olvidaba que eramos amigas.

-Es una pulsera- le quité el paquete con rapidez y me lo puse contra el pecho -La hice yo sola para ella-

-Awwww- dijo enternecida -Y después me dices que no te gusta-

-No me gusta, lo digo enserio- suspiré y la miré molesta.

-¿Entonces por qué te gastas el dinero en hacerle un regalo?- se cruzó de brazos y alzó una ceja -Tranquilamente me podrías haber pedido que cocinara algo y después hacerlo pasar como tu obra culinaria-

Tenía razón y la odiaba por ello.

-¿Cuando se la darás?- señaló el paquete y se sentó en mi cama.

-Cuando pueda- me puse roja.

-¿Dónde trabaja además de El Fruto Prohibido?- sonrió y me miró divertida -Porque me imagino que tiene otro trabajo, ¿Verdad?-

-En el café F-Flor de Loto- ¿Por qué me ponía nerviosa con la estúpida de Riho?.

-Ahí iremos ahora- se levantó de un salto.

-¡¿Qué cosa?!- abrí los ojos como platos.

En ti encontré el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora