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Había pasado un mes desde que todo se fue al carajo, Moa no daba señales de vida y yo aún sufría por ella... Hasta hoy.

Era lunes, una tarde muy calurosa, estaba durmiendo la siesta cuando de la nada me despertaron gritos.

-¡¿Tienes el descaro de llamar después de un puto mes?!- Riho sí que estaba furiosa.

Me senté en la cama, con la ropa pegada por el sudor y muy adormilada.

-¡¿Tienes idea de lo que ella ha estado sufriendo por ti?!- otra vez gritos -¡¿Sabes siquiera lo que ha llorado por tu maldita culpa Kikuchi?!-

Abrí la puerta para tratar de escuchar más.

-¡No, ni se te ocurra aparecer por aquí!- si Riho seguía gritando así iba a terminar dañando su garganta o ganarse el odio de nuestros vecinos, posiblemente terminen sucediendo las dos cosas -¡Si te llego a ver en mi puta entrada te echaré a tantas patadas en el culo que no podrás ni sentarte hija de puta!-

¿Moa iba a venir aquí?... ¿Finalmente iba a aparecer?...

Salté de la cama, me di un baño y me cambié de ropa. Bajé las escaleras de dos en dos y me deslicé por la alfombra.

-¿Y tú que haces?- Riho me miró confundida.

-Me despertaron tus gritos y como Moa vendrá aquí- me puse a mirar por las ventanas.

-Ya le dije que si se atrevía a venir aquí...- empezó a decir, pero yo la interrumpí.

-Cállate, quiero sorprenderla- seguí escrutando el patio frontal.

No pasó ni una hora, cuando la vi llegar por la calle, abrí la puerta rápidamente y corrí hacia ella cuando estaba llegando al jardín.

-Suzuka- empezó a decir y yo, sin saber lo que hacía, le di un puñetazo en la cara, haciendo que caiga hacia atrás, se tocó la nariz y vi una línea de sangre caer hasta perderse en sus labios.

-¡¿Tienes idea de lo que sufrí?!- empecé a patearle los brazos, las manos, las piernas, el culo.

-Suzuka...- no sé en que momento llegó hasta nosotras, pero no dijo nada más al verme así y a Moa en el piso.

-¡Te grité que volvieras, que no me dejaras!- el hecho de que ella no hiciera nada para tratar de defenderse, que no me detuviera, que se dejara tratar así, me frustró más -¡¿Por qué Moa?!-

-No te voy a pedir que me entiendas ni que me perdones- se quedó ahí tendida en el piso, llena de tierra, la cara manchada de sangre -Tampoco voy a tratar de justificar mi comportamiento Suzuka-

-¿Por qué...?- me derrumbé, caí de rodillas frente a ella y volví a llorar.

-Sé que nada de lo que diga podrá borrar el dolor que te causé- trató de limpiarse la sangre que le caía copiosamente de la nariz -Me sentí mal, desechada... Me sentía usada, porque ese imbécil aún gobierna de alguna forma tu corazón, que lo nuestro era únicamente sexo y que no te importaban mis sentimientos, que solo saciaba el placer que él no te había dado...-

Me quedé callada, únicamente mirando mis manos, temblaba y no sabía que hacer.

-Mejor me voy, tú amiga tenía razón, no debí volver aquí- se levantó con cuidado, se sacó la tierra de su ropa y empezó a alejarse, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos.

Volví corriendo a la casa, agarré la pulserita nuevamente arreglada y me acerqué a ella.

-Moa espera- la agarré del brazo y pude ver sus ojos apagados, sin ese brillo especial que la caracterizaba cuando la conocí, tenía un aspecto muy triste -Esto es tuyo- le puse la pulserita en el bolsillo.

-No puedo tenerla Suzuka, no la merezco- hizo el amague de querer devolvérmela, yo negué y sonreí con tristeza.

-Tenla tú, yo no la quiero- le apreté levemente el brazo y suspiré -Después de todo la hice para ti, lo que menos puedo hacer es devolverla a quien le pertenece, ¿No crees?-

La sentí temblar, vi sus ojos llenarse de lágrimas y se mordió el labio inferior, le acaricié el brazo y me alejé de ella.

-Adiós Suzuka- evitó mirarme y siguió su camino, arrastrando los pies y sin voluntad.

-Adiós mi amor- susurré y apreté los puños mientras las lágrimas empezaban a nublar mi vista. Me abracé a mí misma y volví a la casa más deprimida que antes, con un dolor en el pecho y un sentimiento de soledad enorme.

-Su...- Riho se acercó a mí, suspiró y me abrazó por los hombros -¿Estás bien?-

Negué con la cabeza y volví a llorar con fuerza, sintiendo que mis piernas ya no me sostenían.

-La amo Riho- me tapé los ojos con el brazo -La amo-

-Ya lo sé bonita- besó mi cabeza y me ayudó a entrar a la casa -Lo sé-

-Duele mucho- me aferré a ella y largué todo el dolor que llenaba mi corazón.

-Ya sé que duele Suzuka- me abrazó con fuerza y acarició mi espalda -Te ayudaré para que ya no sufras y esa imbécil vuelva a tu vida, pase lo que pase-

En ti encontré el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora