Entró a la casa con su hija en brazos.
—Lleve a la pequeña a su habitación, yo iré en un momento a ponerle la pijama será muy incómodo.
—Gracias. —Dijo llevando a la niña en sus brazos.
Subió las escaleras, entró a la habitación donde la pequeña se estaba quedando acostó a la chiquilla, acto seguido tomó asiento a un lado para quitarle los zapatos a la pequeña Diana.
—Ya estoy aquí —dijo Mínako entrando a la habitación, la niñera caminó al armario de ahí saco una dormilona azul celeste con pequeñas lunas y estrellas de color amarillo—. Será más fácil ponerle está pijama, trataré de desarmar su peinado así dormirá más cómoda.
Artemis se puso de pie para que Mínako cambiara a la pequeña con más comodidad. En cuestión de minutos la niñera con la mayor paciencia retiró el vestido de la niña, para acto seguido envolver a Diana en el camisón celeste que había escogido la niñera para ella.
—Con cuidado —musitó Mínako quitándole los apliques en forma de flores a la niña, dejó de hacer lo que hacía en cuanto sintió a Diana removerse incómoda, poco después en cuanto la niña volvió a quedarse tranquila retiró los broches que aún no podía quitarle—. Ya estás lista preciosa, ahora nada podrá molestarte en la noche podrás dormir tranquila.
Luego de decir aquello la niñera cubrió a la niña con las cobijas, apagó las luces, solo dejó la lámpara de la mesa junto a la cama.
Salió de la habitación cerrando la puerta tras su espalda, recordó lo sucedido el día de hoy suspiró emocionada, ya no era una adolescente pero así se sentía en ese momento, por primera vez en mucho tiempo mariposas en su estómago ya no era una jovencita pero la emoción era igual.
Bajó las escaleras quería ir por un poco de agua antes de irse a dormir, la noche estaba fresca pero el vestido daba un poco de calor. Al llegar a la sala vió a Artemis sentado en el mueble.
«Alejate, alejate y vete a dormir Mína no tienes nada más que hacer aquí», una cosa era lo que debía hacer pero Mínako llevada por sus impulsos llegó a la estancia.
—Ya Diana está durmiendo en su pijama, pude quitarle los broches de su cabello así dormirá más tranquila.
—Gracias —respondió el albino poniéndose de pie dió unos pasos hasta quedar frente a la niñera, incluso con tacones era notoriamente más baja que él. Nuevamente las palabras de sus amigos y familiares hicieron mella en él «¿Será Mínako la mujer indicada para volver a empezar?» esa pregunta cada vez cobraba más peso en él.
Lentamente se acercó a la chica tomándole del menton, sin previo aviso hizo suyos los labios de la rubia, Mínako le tomó un momento reaccionar pero terminó presa al sentir como una lengua intrusa pedía entrar a su cavidad bucal. Ella se hizo participe de aquella danza que ese par de lenguas tenían entre ellas para explorarse mutuamente.
El albino llevó sus manos a su cadera acercando el cuerpo de la rubia al suyo. Ella detuvo el beso, respiraba agitada por falta del preciado aire, Artemis no dió oportunidad a Mínako de reponerse pasó de sus labios a su cuello arrancándole un pequeño gemido a la dama del vestido azul.
Mínako tomó la iniciativa tomando los labios de Artemis, él la tomó en sus brazos en ese momento ya no eran jefe, empleada, ahora eran solo un hombre y una mujer dispuestos a por un momento olvidar su posición. Artemis caminó escaleras arriba con torpeza abrió la puerta de su habitación todo sin bajar a la mujer que se aferraba a su cuello con sus delegados brazos.
Dejó a Mínako en la cama, allí siguió devorando con sus labios a la muchacha y acariando la pequeña espalda de la rubia.
—Ese vestido tiene mucha tela ya no me gusta —dijo el albino rompiendo la parte superior de la prenda, acto seguido puso a la muchacha debajo de él. Se detuvo mirando la belleza de la chica debajo de él—, eres jodidamente hermosa Mínako te haré mía está noche.
—Señor Artemis yo...
Puso un dedo en los labios de terciopelo de la niñera.
—Hoy no, solo dime Artemis o este otro apodo tuyo, aunque crees que no lo noto se que a mis espaldas me llamas don refri. —Dijo con una sonrisa de boca cerrada sus ojos de profundo esmeralda se oscurecieron ante la lujuria acumulada.
—Lo sabía, lo siento es que yo...
Ahora no solo fueron sus dedos, ahora eran sus labios, el albino llevó su mano derecha a la intimidad.
—Ah. —Musitaba la niñera en un ahogado quejido aferrandose al alemán.
—¿Te gusta? —susurró él al oído de la rubia en un tono de voz grave y ronco que erizó la piel de la muchacha—. ¿Dime lo que quieres? —pidio Artemis de manera dominante.
—Te quiero a ti. —Musitó Mínako en un hilo de voz presa de la excitación.
—¿Y a dónde me quieres? —cuestionó él besando la comisura de los carnosos labios rosa de la muchacha.
—Artemis, no me hagas esto. —gruñó ella ahogando un gemido otra vez tirando de las hebras platinadas de su jefe con desesperación.
—Solo pídelo hermosa. —Dijo Artemis con una sonrisa ladina alejándose un poco de la niñera.
Sus orbes verde intenso estaban más dilatados por la creciente exitacion, Mínako miraba a su jefe con desespero ella tenía ganas de tenerlo ya dentro pero no quería pedirle nada, ella quería esperar un poco o eso creyó hasta que el astuto albino comenzó a mover las caderas torturando a la chica debajo de él.
—Te...te quiero dentro de mi. —Dijo ella ahogando un gemido.
Volvió a sonreír sintiéndose victorioso había llevado a la chica donde quería, se quitó la ropa con rapidez y con poco tacto despojó a la niñera de aquel delicado vestido azul caribe; con cuidado se acomodó en medio de las esbeltas y tersas piernas de la chica hundiéndose lentamente en Minako, al inicio las enbestidas eran lentas y placenteras, con el pasar de los minutos la delicadeza quedó atrás, los movimientos de Artemis eran violentos Mínako ahogaba sus quejidos en la boca de Artemis aferrando sus piernas con fuerza a las caderas del albino.
El orgasmo no tardó mucho en llegar, Artemis besó la perlada frente de Mínako haciendo a un lado su flequillo, luego cayó con pesadez en la cama cuidando de no aplastar el pequeño cuerpo de la chica abajo de él. Se sintió liviano y pleno, luego de tanto tiempo estar con Mínako se sintió como la primera vez, ella temblaba ligeramente él optó por abrazarla y cubrirla de besos, no hubo más dudas Mínako era la mujer que eligió para rehacer su vida.

ESTÁS LEYENDO
La Doble Vida De Mínako.
De TodoArtemis Von Parker por motivos laborales abandona Alemania para iniciar de nuevo en Nueva York junto a su hija Diana de siete años, trás la perdida de su esposa, ve en otro país una nueva manera de comenzar de nuevo con su hija alejado, de todo a...