Cuando el dolor tiene nombre

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Akutagawa yacía sobre una cama, respirando débilmente. Su cabello cubría su rostro demacrado y ojeroso. Su figura, usualmente erguida y estoica, ahora parecía pequeña e insignificante.      

Mori: Alguien me va a explicar qué sucedió con Akutagawa-kun.

Habló lentamente pero con un dejo de peligro en su voz calmada. Sus ojos fríos y calculadores pasaron por cada uno de los subordinadas presentes. Las otras dos personas que se encontraban en la habitación se miraron entre ellas, lo cierto es que ellas tampoco sabían mucho.

**F.B**

Era un día como cualquier otro cuando Gin se disponía a preparar el té favorito de su hermano. Cortó los higos maduros con movimientos hábiles y dejó que la infusión se completara.

Pero el mafioso no apareció puntual como siempre. Preocupada, ella esperó un largo rato antes de ir a buscarlo. Para su sorpresa, lo encontró sentado en la puerta, absorto en sus pensamientos.

Su rostro lucía escrito por la angustia. Antes de que la pelinegra pudiera hablar, se puso de pie deprisa y entró a la casa. Sus ojos evitaban encontrarse con los de ella.

Esa noche rechazó el té que tanto gustaba, encerrado en su mutismo. Gin supo entonces que algo grave había ocurrido durante su ausencia.

Pasaron semanas y la distancia de Ryuunosuke no hacía más que preocupar a Gin. Al principio pensó que solo necesitaba tiempo, pero los cambios en su comportamiento eran demasiado evidentes.

Durante las misiones lucía inquieto y distraído. En casa no se quedaba quieto, como si algún pensamiento lo atormentara constantemente. Lo observó llevarse la mano repetidas veces al cuello, frunciendo el ceño de dolor.

Gin:¿Qué ocurre, nii-san?

Intento tomar su mano, pero él se zafó con brusquedad, ocultando el rostro.

Un día, mientras se dirigían a una misión, Akutagawa tropezó y casi se desploma. Gin logró atraparlo a tiempo, alarmada por lo débil que se sentía en sus brazos.

Gin:  Ryuunosuke, estás enfermando. Déjame ayudarte

Pero él sólo la rechazó nuevamente con gesto adolorido. La menor solo suspiro rindiéndose por el momento en su intento de ayudarlo. No pasó mucho tiempo antes de que algo  más grave sucediera.

El sol comenzaba a descender en el cielo mientras Akutagawa y Higuchi se abrían paso entre los oscuros callejones de Yokohama. Tenían información de que una peligrosa banda planeaba realizar un gran robo esa noche y debían impedirlo.

De pronto, su prescencia fue detectada. Una lluvia de balas cayó sobre ellos desde las sombras. El pelinegro invocó rápidamente sus sombras para repeler los disparos mientras Higuchi devolvía fuego. Tras unos momentos, varios cuerpos yacían en el piso.

Pero los delincuentes eran más numerosos de lo esperado. Pronto se vieron rodeados por una docena de hombres furiosos y armados. Comenzó un violento tiroteo en el callejón.

La rubia observaba de reojo a Akutagawa, preocupada. Su compañero llevaba esforzándose mucho últimamente y parecía especialmente pálido ese día. De repente, notó que su respiración se volvía cada vez más agitada. Sus movimientos comenzaron a ser torpes y lentos.

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