Instinto

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Akutagawa llevaba más de una hora encerrado en aquella  habitación. Su dolor de cabeza empeoraba a cada minuto, al igual que un molesto malestar en su vientre.

Algo no estaba bien. Sabía que Dazai no lo hubiera dejado así sin un propósito más oscuro. Debía encontrar la manera de escapar antes de que fuera demasiado tarde.

Con esfuerzo se puso de pie, ignorando las punzadas en su cuerpo. Recorrió la estancia tanteando los muros en busca de una salida.

Fue entonces cuando notó algo extraño: su olor había cambiado, volviéndose más dulce y penetrante. Un desagradable escozor invadió sus entrañas.

Akutagawa: Maldición

Masculló entre jadeos. Comprendió entonces cuáles eran los planes de Dazai.

Recordó entonces las últimas palabras burlonas de el mayor: "pronto entenderás lo de tu aroma".

El castaño lo había forzando su celo para someterlo. Ya sentía fluir la fiebre en su sangre. Debía escapar antes de perder el control.

Los dedos de Akutagawa se clavaron en su brazo con frustración. No quería aceptar lo que su cuerpo traicionero le indicaba.

Cuando despertó en ese lugar, renegó de su instinto omega que buscaba a Dazai, SU alfa. Pero cuanto más lo evitaba, más se hacía notar la marca en su cuello, atormentándolo.
Sabía que el exmafioso había planeado esto. Él siempre iba un paso por delante, manipulando hasta lo más básico en mi naturaleza.

No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero su celo se había adelantado de manera repentina.  Durante semanas había luchado contra su naturaleza de omega, negándose a aceptar al canalla como su alfa. Sin embargo, su cuerpo aún lo reconocía como tal debido a la marca.

Ver de nuevo a Dazai tras tanto tiempo ignorándolo, había hecho que  entrara en cólera rebelde. Y el castaño lo sabía muy bien.

Odiaba verse sometido a esa parte de su naturaleza, su voluntad anulada por las feromonas de su supuesto alfa. Debía escapar pronto o terminaría cediendo a sus instintos. Pero cada movimiento era una tortura, su cuerpo entero palpitaba en agonía.

El azabache se tomó unos momentos para recuperar la compostura. Su respiración estaba agitada y sus sentidos nublados, pero todavía podía pensar con claridad. No tenía certeza de cuánto tardaría Dazai en volver para atormentarlo de nuevo.


Se acercó vacilante a la puerta, sorprendiéndose al encontrarla entreabierta. Resultaba extraño que estuviera abierta, el mayor dejaría una salida tan evidente.

Fue entonces cuando otro olor invadió sus sentidos, despertando sus más primitivos instintos de supervivencia. Un alfa desconocido se acercaba.

Instintivamente se preparó para defenderse. Aunque Dazai podía anular su habilidad, confiaba en que este intruso no tendría tal capacidad.

Akutagawa apenas podía mantenerse en pie cuando abrió la puerta. Un mareo lo asaltó de pronto. Sin embargo, un par de brazos lo sostuvieron firme justo a tiempo. Confundido, levantó la mirada y se topó con unos ojos grises que le resultaron familiares.

Chuuya: Maldito mocoso, aguanta ahí. Cuándo ponga mis manos sobre Dazai, va a desear no haber nacido.

Akutagawa quiso apartarlo por instinto, pero el gentil agarre lo mantenía estable. Reconoció la voz de Chuuya y se relajó. Fue entonces cuando notó la presencia de una mujer alfa detrás del ejecutivo. Los ojos  de Akiko Yosano lo examinaron con semblante serio, haciéndolo sentir incómodo en su estado. Él la recordaba como alfa de la Agencia de Detectives. Su aroma debía haber sido el que sentido antes.

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