Insomnio

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Sigma observaba la animada interacción entre Fyodor y Gogol en la sala. A pesar del cansancio, no podía evitar esbozar una pequeña sonrisa ante las travesuras de Gogol.

Esos dos siempre lograban sacarle dolores de cabeza con sus peleas y reconciliaciones tan teatrales. Pero hoy la razón de su agotamiento era otra.

La noche anterior, apenas había podido pegar un ojo. Ahora por la mañana, los profundos círculos oscuros bajo sus ojos delataban su miserable noche en vela. Pero Sigma se esmeraba en ocultarlo mientras terminaban el desayuno.

Lo último que quería era que Atsushi notara su estado y volviera a increparle enojado por su descuido.

El motivo por el que Sigma no había podido pegar ojo era más sencillo de lo que aparentaba.

La noche anterior, el ruso llegó reclamando su habitación . Por lo que su habitación ya no estaba disponible y Atsushi lo había llevado a la suya. Realmente no lo pensó demasiado en ese momento y el albino parecía demasiado agotado para opinar, pues se durmió enseguida luego de dejarle un amplio espacio en la cama.

Sin embargo, cuando Sigma se acostó rígidamente a su lado, algo en su interior se sintió nervioso e incómodo. Acostumbrado a dormir solo, la presencia de otro cuerpo tan cerca lo puso nervioso. Se quedó despierto largo rato observando la pacífica respiración de Atsushi.

El gerente finalmente se había rendido al cansancio, cerrando los ojos con la esperanza de conseguir aunque sea unos minutos de sueño.

Sin embargo, apenas habían pasado unos instantes cuando sintió un peso extra que se acomodaba sobre su pecho. Su cuerpo se tensó instintivamente, a punto de saltar asustado. Pero entonces recordó donde estaba, descubierto a Atsushi aferrándose a él en un estrecho abrazo. El omega había enrollado sus brazos alrededor de su cintura y hundido el rostro en su costado, buscando instintivamente calor.

Sigma: ¿Atsushi?

Susurró con cautela, tratando de no asustarlo. Pero el albino no respondió, sumido en un profundo sueño. Y Sigma no tuvo corazón para despertarlo, viéndolo tan tranquilo entre sus brazos.

Lo primero que percibió fue el aroma a galletas que desprendía Atsushi.

Hasta ese momento no había reparado en lo reconfortante que resultaba ese sutil olor. Instintivamente, se movió un poco para aspirarlo con más profundidad, hundiendo el rostro en la mata de cabellos grises.

Pero de inmediato una alarma interna lo sobresaltó. ¿Qué estaba haciendo? Era peligroso que se dejara llevar de esa forma. Atsushi era un omega embarazado bajo su cuidado, no podía permitirse tener ese tipo de pensamientos.

Pero tampoco se atrevió a moverse o despertar al otro, temeroso de romper la burbuja de paz del momento.

El problema, el maldito problema radicaba en que las sábanas habían terminado absorbido por completo el embriagante aroma del albino.

Cada vez que el gerente inhalaba, su nariz se inundaba del fragancia a galletas. Y su mente no dejaba de divagar.

Así, pasó toda la noche en un limbo, sin poder pegar un ojo realmente. Fue una noche entera en vela, donde su cerebro parecía enfrascado en una lucha interna sin tregua. Por un lado, ese aroma lo confortaba como nada antes. Pero por otro, lo llenaba de una ansiedad desconocida.

Para cuando los primeros rayos de sol se filtraban en la habitación, anunciando el amanecer, el pobre alfa se sentía al borde el agotamiento total.

Fue entonces que sintió a Atsushi removerse a su lado, dando señales de despertar pronto. Alarmado por si lo atrapaba en su insomnio, Sigma fingió estar profundamente dormido. No se sentía preparado para enfrentar esos ojos violetas tras lo que parecía una crisis existencial. Así que se mantuvo inmóvil hasta que el detective se despertara de el todo.

Y aquí estaba tras ser obligado por Atsushi a probar uno de sus extravagantes antojos matutinos, Sigma luchaba por no bostezar ruidosamente mientras observaba la escena frente a él.

Gogol insistía tercamente en que el alfa probara su nueva "creación" culinaria.

Sin embargo, aquello que Nikolai había preparado parecía más un experimento biológico fallido que comida. Al primer bocado, Fyodor tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para no escupirlo inmediatamente.

Fyodor: Esto sabe a aceite rancio, jabón y lápiz labial viejo -

Atsushi pudo evitar reírse ante la descripción. Incluso Sigma, a pesar de su visible cansancio, esbozó una pequeña sonrisa al ver la escena.

Mientras el ucraniano ofendido, le reclamaba entre pucheros que él solo quería consentirlo. A la vez que el ruso rechazaba rotundamente otro bocado.

Sigma realmente esperaba que Fyodor y Gogol no planeasen alargar demasiado su estadía.

Su insomnio ya era preocupante, y con esos dos revoloteando a diario, temía terminar completamente desquiciado.

Lo peor es que que sabia perfectamente que Fyodor no era completamente ajeno al secreto que había intentado mantener. Eso pondría en peligro no solo su reciente estabilidad, también podría dañar la confianza que el omega había depositado en él. No se lo perdonaría si sus mayores temores se volvieran realidad.

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Kunikida despertó y lo primero que notó fue un peso extra sobre su cuerpo. Al abrir los ojos con pereza, se encontró atrapado en un abrazo de oso por parte de nadie menos que Katai.

Kunikida: ¡Suéltame ahora mismo, idiota!

Bramó, mientras trataba en vano de zafarse del agarre del alfa.

Le propinó unos golpes en la cabeza al pelinegro, esperando que eso lo hiciera reaccionar. Pero el muy descarado ni se inmutó, continuando su siesta abrazado a él.

Kunikida examinó su entorno, dándose cuenta con consternación de que no se encontraba en su propia habitación. Reconoció el lugar como la casa de Katai, cosa que le resultó aún más extraña.

¿Cómo diablos habían terminado allí? Y lo peor, ¡compartiendo cama de esa forma tan comprometedora! Trató de hacer memoria sobre lo sucedido la noche anterior, pero su mente estaba en blanco.

Lo último que recordaba era estar trabajando hasta tarde en la agencia. Ni idea de cómo había acabado allí, con Katai usándolo de oso de peluche. Definitivamente necesitaba una explicación.

Maldijo internamente al darse cuenta de la hora. Llevaba retraso en llegar a la oficina, y eso jamás le había pasado antes.

Por más que forcejeaba, no podía zafarse del firme abrazo del pelinegro. Estaba empezando a desesperarse cuando notó que el alfa comenzaba a despertar.

Katai: Sólo cinco minutos más...

Kunikida: ¡Ni se te ocurra, idiota! Ya voy más que tarde al trabajo por tu culpa.

¡Holaa! Primeramente una disculpa por desaparecer, tuve un bloqueo y ninguno de los capítulos que ya tenía me parecía lo suficientemente bueno. Ya me recuperé y este fue el resultado. Espero que les guste.

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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