Capítulo 18: La belladona

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Cuando Alyssa cruzó la puerta de la salida hacia su libertad, ella agradeció a Dios porque muchas veces creyó que ella no saldría de esa maldita casa. Eros, Fernando y ella trotaron hacia el auto que los esperaba a unas millas de la mansión. El amanecer había caído hacía pocos minutos y ella podía imaginar a un impaciente Darío a través de la ventana polarizada. Fernando se apresuró hacia el asiento del copiloto, mientras abría la puerta para que Eros y Alyssa saltaran cuanto antes hacia los asientos traseros.

Solo que Alyssa pegó un brinco cuando vio quien estaba allí. – ¡Livia! –Alyssa se tiró de inmediato hacia los brazos de su prima.

Fernando apremió a Alyssa a acomodarse en su asiento para que así Eros pudiese entrar también, por lo que ella obedeció y el auto arrancó menos de un segundo después. Darío estaba tenso, conduciendo al volante sin mucho qué decir. Él parecía feliz de verlos a los tres completos y a salvo. Sin embargo, una pequeña preocupación en su mirada casi parecía ser la continuación de la extrema preocupación en la cara de Fernando. Quien, por cierto, apenas tocaron carretera y estaban lejos de la mansión, sacó de algún lugar una botella de agua, la abrió y comenzó a verter dentro un polvo extraño.

Sin embargo, a Alyssa no le pudo importar menos cuando la cara de Livia se inundó de lágrimas al ver a su prima menor. – ¡Dios! Estaba tan preocupada por ti. Creí que esos hombres te harían daño, que te harían algo muy feo, y que jamás te volvería a ver.

Alyssa recibió a su prima cuando esta vez fue ella quien se lanzó a sus brazos, pero un siseo de dolor por las heridas en sus brazos fueron lo suficientemente delatores para que Livia se separara de golpe, preocupada.

– Lo siento –murmuró Alyssa señalando su brazo, justo donde la corbata de Eros seguía allí–, herida de guerra.

Livia comenzó a hacerle preguntas que Alyssa respondía cómo podía sobre lo que había acontecido con ella después de su secuestro. Sin embargo, las preguntas se detuvieron cuando Fernando le ofreció a Alyssa la botella que agua que antes había estado agitando y revolviendo como una bruja en el siglo cinco.

Eros, quien iba completamente en silencio y absorto mirando por la ventanilla, detuvo la mano de Fernando y lo miró con un rostro totalmente suspicaz.

– ¿Qué le echaste al agua? –Cuestionó Eros.

Alyssa abrió su boca en sorpresa. Fernando había estado actuando raro, pero Alyssa jamás creyó que buscaría hacerle algo.

– Nada. Es solo agua. –Respondió Fernando con aparente naturalidad, pero era muy evidente su nerviosismo.

– Fernando –gruñó Eros entre dientes, sin duda disgustado de que le mintiera–. No lo preguntaré otra vez, soldado. ¿Qué le echaste al agua?

Fernando apretó su mandíbula, mirando con seriedad a Eros y negándose a responder. Pero Eros le dio una mirada de tal severidad que hasta Fernando tuvo que maldecir entre dientes, rendido.

– Un antídoto para belladona. –Un silencio tenso se hizo después de la respuesta de Fernando.

Darío palideció y Eros miró con profundo desconcierto y rabia hacia Fernando. Pero tanto Alyssa como Livia quedaron desconcertadas. Alyssa miró a Eros, esperando que él le diera alguna pista sobre qué era belladona o por qué debía tomar su medicina.

Pero Eros se negó a mirar a Alyssa, su rabia se concentraba en Fernando en ese momento.

– ¿Para qué? –Fue la única pregunta de Eros, su voz estaba tensa y sus puños estaban tan apretados que parecía que se rompería un tendón.

– Elián insistió –respondió Fernando–. Tengo la medicina desde anoche, después que entramos a la mansión, Elián me la dio para que sacara a Alyssa de la fiesta y se la suministrara en la base. Él solo quería sacarla de allí, creo, y me chantajeó para que le diera la medicina porque sabía que Alyssa no renunciaría a la misión si Elián se lo pedía. Pero él creía que yo la sacaría con la promesa de que se sintiera mejor.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora