Capítulo 16: Más importante que la misión

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– En serio no puedo creer de la que me salvó, señor Caruso.

– Mi abuelo fue un gran amigo de su padre, Onell. No rompería esas décadas de amistad.

Alyssa sintió sus pestañas revolotear, pero ni con toda la curiosidad del mundo que tenía lograba abrir sus ojos.

– Claro, claro que lo recuerdo –Alyssa había logrado descifrar la voz de Onell, arrastrando las palabras–. Ahora, debemos averiguar qué hacer con ella. Lo más sensato es llamar a Alberto...

El corazón de Alyssa se paralizó. ¿Alberto Anzola? No, no, no. Eso no podía suceder.

– Sería lo más sensato. ¿Usted quiere hacer eso? –Esa voz era familiar para Alyssa.

– Por supuesto, no quiero problemas con los Anzola.

Mierda, mierda, mierda. Alyssa abrió sus ojos de golpe, pero se encontró aún con una pared de oscuridad frente a ella. Una venda estaba cubriéndole los ojos, al igual que una presionaba sus labios. Su cuello dolía, probablemente estuvo desmayada en una posición bastante incómoda. Igualmente, la cabeza le palpitaba, justo en el lado izquierdo donde había recibido un culetazo de una ametralladora antes.

¿Cuánto tiempo había pasado? Alyssa solo recordaba un grito de terror de su prima y nada más. Necesitaba asegurarse que ella estaba bien.

Con desesperación, Alyssa movió su brazos y piernas, pero solo encontró más resistencia. Al parecer estaba atada con sogas rasposas y ásperas a alguna silla o algo así. Tenía calor, se sentía sofocada. Necesitaba escapar de ahí.

– Opino lo mismo: una enemistad con Alberto no vale la pena por una chiquilla tan frágil como ella.

¿"Frágil"? ¿Dónde había oído eso antes?

El corazón de Alyssa se aceleró. Solo había una persona que la había llamado así antes.

Eros.

– Ciertamente –apremió Onell–. Sin duda eres el más listo de los hijos de Alessandro.

– Mi madre no opina lo mismo, pero, honestamente, tampoco dejaría que Elián se quedara con la fortuna Caruso –Eros murmuró–. Este mundo es solo para las mentes frías.

Alyssa intentó removerse, gritar, llamar su atención para que la sacara de allí. Eros no podía permitir que Onell la entregara a Alberto.

– Edgar, trae a Rue. Necesito que le lleve el mensaje a Alberto por mí –Alyssa oyó un murmullo y después unas pisadas. Onell suspiró–. Aún no puedo creer que casi me llevo a la cama a esta niña, la misma que Alberto ha estado buscando por más de cinco años.

– Increíble, opino lo mismo. –Fue el simple comentario de Eros. ¿Por qué estaba alargando tanto la situación?, ¿acaso en verdad permitiría que Onell la delatara?

– Tiene una enorme deuda con Alberto, ¿y tiene el descaro de presentarse públicamente en mi fiesta? –Onell bufó–. Yo, en su lugar, hubiese huido a un país remoto, lo más lejos posible de Italia o Europa, incluso. Pero no. Después de media década, la niña ha resucitado. Alberto estará muy feliz de tenerla en sus manos para hacerla pagar, y yo estaré feliz de dársela a cambio de una linda remuneración. ¿Cuántos ceros crees que será suficiente?, ¿cuánto vale esta jovencita?

Justo en ese preciso momento, la venda alrededor de los ojos de Alyssa desapareció sin cuidado. En realidad, su cabello y su cabeza se movieron violentamente, y la luz le pegó tan fuerte que tuvo que apretar sus ojos y mantenerlos así hasta acostumbrarse. La adrenalina corría por las venas de Alyssa, pero cuando la primera persona que sus pupilas lograron enfocar fue a Eros, ella se descubrió sintiéndose aliviada y segura.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora