Capítulo 38: La carta

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Cuando Eros se despertó, el cuerpo de Alyssa estuvo aún dormido sobre el de él. Trató de no moverse demasiado para no despertarla; verla tan profundamente relajada, con la guardia baja, era un impacto visual para la imagen mental que Eros tenía de una Alyssa fuerte y vibrante, que él no pudo evitar contemplarla sobre sus brazos lo que quedaba de noche.

Sin embargo, Alyssa duró dormida unas horas más, pero su mente empezó a salir de la bruma del sueño cuando sintió la cama bajo ella temblar. De inmediato, sus sentidos se pusieron en alerta, pero ella pudo bajar rápidamente sus alarmas cuando notó que yacía encima del pecho de Eros y que lo único que vibraba bajo ella era su cuerpo al reírse. Levantó un poco su rostro, para mirar a Eros con una ceja alzada. Era consciente que estaba enteramente desnuda, con tan solo una manta que la cubría del frío aire, y que Eros podía ver cada espacio de piel de ella que existía. Asimismo, que él también estaba desnudo, y que el vello de su pecho le causaba cosquillas en el mentón.

—¿De qué te ríes? —le encaró Alyssa, pasando sus dedos sobre el creciente vello de la barba de Eros.

Él desvió su mirada un momento, solo para posarla en ella con una mueca confusa.

—Eras virgen, ¿o solo lo soñé? —Alyssa gruñó, tratando de esconder la sonrisa nerviosa que apareció en su rostro reincorporándose de la cama. Solo que Eros tiró de ella hacia abajo con suma rapidez apenas notó que ella se separaba—. No te vayas, hablemos.

Alyssa rio, cabizbaja—. A ver, no es un pecado que yo haya tratado de mantenerme pura hasta casarme, ¿o sí?

—Todo lo contrario —negó Eros, con una sonrisa que no podía esconder con nada—. Pero es que sigo sorprendido. ¿En serio, nunca, nada de nada?

Alyssa suspiró.

—Te dije: hice un par de cosas y salí con unos cuantos chicos en varias ocasiones, pero simplemente no daba ese paso. —Eros asintió, no muy contento de oír a Alyssa hablar de otros chicos, pero, de alguna forma, se las empeñaba por recordar la forma en que ella gemía de placer la noche anterior cuando él entraba en ella por primera vez—. Además, escondida en Inglaterra y bajo la restricción de tu hermano, no era como que tenía demasiadas posibilidades u opciones. —Alyssa se encogió de hombros.

Eros también suspiró—. Bueno, por primera vez tengo algo que agradecerle a Elián. —Eros se puso de pie con cuidado de no lastimar a Alyssa en el proceso. Su hermoso cuerpo totalmente descubierto ahora estaba a la altura de los ojos de ella, quien miraba atónita el escultural hombre frente en la habitación.

Alyssa olvidó como se respiraba repentinamente y tuvo que disimular un poco de tos. ¿A qué sabría el mini-Eros en su boca? Bien, ese tipo de pensamientos eran lo que la llevarían a un psiquiátrico en su vejez.

—¿Disculpa? —murmuró inquisitivamente Eros.

Alyssa frunció sus cejas, ¿lo habría dicho en voz alta? –Nada. ¿Has dicho algo tú? —Eros levantó una ceja inquisitiva, mientras deslizaba unos calzoncillos sobre sus piernas y una camiseta que sacó de su cómoda sobre sus brazos. Él estaba consciente de su elegante cuerpo moviéndose por la habitación y la forma embelesada en que Alyssa lo miraba.

Contuvo una risa—. Yo no he dicho nada —se jactó con burla—. Pero, ahora que lo mencionas: ¿tienes hambre?

Alyssa no se había dado cuenta hasta ese momento cuando sus tripas sonaron de que, realmente, estaba hambrienta. Por el ruido de su estómago daría la impresión de que ella no había comido en meses, cuando, sin embargo, ella comió un poco antes de la boda. Después de eso, solo había bebido unas cuantas copas y picado un par de bocadillos. Había razones para el hambre que tenía, ¿cierto? Ella no podía estar embarazada, porque, de igual forma, Eros también había usado protección.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora