Capítulo 4: La fiesta de la muerte

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Alyssa salió apresuradamente de la habitación de invitados. Carina estuvo esperándola en la sala y cuando la vio llegar hasta ella, le ofreció un café con un par de galletas con chispas de chocolate. Alyssa sonrió, recordando con simpatía la tía de Elián que siempre le daba de desayuno eso. La extrañaba, de cierta forma, pues fue ella quien cuidó de Alyssa sus últimos años de juventud antes de volverse una adulta.

Tras tomarse su café y lograr comer apenas unas tres mordidas de las galletas, Eros salió de la cocina y se dirigió hacia la puerta de entrada, amenazando a Alyssa de que, si no lo seguía, el siguiente avión que ella tomaría sería uno hacia la casa de Alberto directamente.

Alyssa suspiró, mirando con unos ojos de derrota a Carina. Ella le sonrió y le dejó las galletas a Alyssa en los bolsillos de su pantalón para que se las llevara. Alyssa sonrió ante la travesura, y trotó el camino hacia la salida de la casa. Allí encontró tres camionetas todo terreno negras que aguardaban por ella.

Alyssa vio en una a Alessandro, quien iba con su mujer y ambos charlaban entre sí. Darío y Eros estaban en la última camioneta, mirando en dirección de la casa, justo donde Alyssa de regreso miraba todo el panorama. Eros con unos lentes de sol y todo su uniforme completo, hablaba con Darío sin mucha expresividad. Aquello le recordó a Alyssa brevemente la escena en su habitación, donde ella no fue capaz de acomodarle por completo su camiseta. Supuso que él mismo tuvo que ponérsela al final.

– ¡Vendrás, ¿o debo ir por ti?! –Gritó Eros, con un tono grotesco y cargada de odio.

Alyssa lo ignoró y buscó un poco más, pero no encontró a Elián en ningún lado. Deseó que él estuviese por ahí cerca, para contarle a él su plan de escogerlo como esposo. Pero no importaba si debía esperar para verlo; ella no le diría a Alessandro su decisión hasta no poder hablar con Elián. En parte, Alyssa deseaba decirle que ella lo escogería como esposo primero; pero también quería explicarle lo sucedido esa mañana. Elián, si sería su futuro esposo, debía saber lo que había ocurrido con Eros exactamente.

Cuando su mirada volvió a enfocarse frente a ella, Eros mismo estaba justo bajo ella, tomándola sobre su hombro y sacudiéndola como si ella solo fuese un costal de huesos. Alessandro y Emma dejaron su charla para girarse a mirar el espectáculo. Alyssa sintió tanta vergüenza ante Alessandro, ante Darío y todos los demás soldados, que todo su rostro ardió.

Alyssa se agitó, gritándole a Eros todo el arsenal de groserías que tenía. Pero era inútil. No importaba cuántas patadas o puñetazos ella le diera, Eros no la dejó en el suelo nuevamente hasta que la tiró sin cuidado en los asientos del tercer todo terreno.

Cuando Alyssa subió su mirada nuevamente para condenar a los mil infiernos a Eros, se encontró en su lugar con la mirada malhumorada de Darío.

– Te dije que fueses obediente y no hicieras tonterías. –Le recriminó Darío, mientras éste verificaba dos pistolas y le entregaba una a Eros.

Éste último no miraba a Alyssa a los ojos; en realidad, si él no la hubiese traído, ella creería que Eros no se había dado cuenta que ella estaba allí.

– Me dijiste que fuese agradecida y sumisa, no que no hiciera tonterías –Alyssa acomodó su traje mientras se recuperaba en el asiento, Eros literalmente la había dejado sobre su espalda–. Además, ¡¿qué demonios te ocurre?! –Esta vez Alyssa le gritó a Eros.

– Mis padres estaban impacientes, no iba a permitir que se retrasara más el viaje por tu culpa. –Respondió Eros sin mirarla a los ojos.

Tras cerrar la puerta por donde Eros había metido a la fuerza a Alyssa, él rodeó el auto y tomó el asiento del piloto. Darío, suspirando con cansancio, también entró y tomó el copiloto. Los tres autos arrancaron en fila y tomaron el camino que Alyssa había recorrido ayer.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora