Capítulo 54: Dos pájaros de un tiro

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Ante el silencio de las jóvenes, Alberto giró sus ojos—. No se preocupen, lo mío será rápido.

Alyssa subió sus manos; no era una derrota, pero hasta ella era consciente que no cargaba ni su navaja mariposa ni su Glock 19. Pelear hubiese sido una opción, pero con su reciente operación en la pierna y en contra de un arma de fuego, quizás ella realmente no tenía forma de salir de allí si lo desafiaba.

Además, si eso no era importante para ella, la presencia de Alberto realmente no solo amenazaba su vida. Él ponía en peligro la vida de Babi, su hijo y el propio bebé de Alyssa. Aquello era uno contra cuatro, y Alyssa realmente sabía que ella estaba en desventaja, aun así.

¿Dónde estaría Eros o Darío? Esa era la oportunidad perfecta para capturar a Alberto y darle fin a todo.

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó Alyssa—. ¿Entrar en territorio enemigo? Realmente debes estar desesperado por lo que necesites de nosotros.

La mano de Alberto tembló sobre el arma, su rostro se frunció en molestia—. Vine a cobrar mi favor, Silvia Russo. Ahora eres una Caruso, debes conocer muy bien el cómo funciona el banco de favores, ¿no?

Con una respiración temblorosa, Alyssa trató de caminar lentamente hasta cubrir a Babi con su cuerpo. Ella no tenía la culpa de nada, Alyssa había arrastrado a Alberto hasta su habitación; Babi no merecía salir lastimada ni siquiera por error.

—Sabes que este lugar no es seguro para ti. Si Eros se entera...

La sonrisa de Alberto le dio un escalofrío a Alyssa—. Tengo información de buena mano que Eros está fuera de combate ahora mismo, Silvia. Yo, siendo tú, no me preocupo por mí.

Por más que el miedo instantáneo recorrió a Alyssa con un escalofrío, ella se esforzó por mantener una postura rígida y sin acceso a sus emociones. Confiando en los soldados que ella había dejado para que cuidaran de Eros, Alyssa se limitó a mirar a Alberto con desdén.

—No tienes derecho a llamarme "Silvia" de nuevo —le exigió—. ¿Y qué favor podría querer de mí el hombre que ha causado tanto dolor? Tú no has hecho nada por mí.

Alberto chasqueó su lengua. Él se giró, cerrando la puerta de la habitación muy lentamente. Alyssa no sabía exactamente el plan de Alberto, pero si de algo estaba segura es que él tenía el tiempo medido antes de que algún soldado se diera cuenta de los cadáveres y lo rodearan. Si él quería algo de ella, tenía el tiempo medido.

Así que, sin más opciones, Alyssa simplemente se dedicó a atrasar a Alberto.

—¿Te refieres solo a poner la mafia de tu padre en alto, sacar a tu madre de un matrimonio forzado? ¿Además, también, darte información para salvar a Elián? —Aquello heló toda la sangre de Alyssa—. ¿Quién, sino yo, te avisó a tiempo que Dragone iría tras Elián?

Alyssa tenía su boca abierta—. ¡Y tú trabajas con ella ahora! La traicionaste.

—La traicioné para ayudarte a ti. Un favor es un favor, y qué mejor que tener la deuda de la esposa de un Caruso —aquello le causó un escalofrío de satisfacción a Alberto, quien sonrió de medio lado mostrando sus dientes amarrillos—. Al final, te darás cuenta de que todo tiene sentido, Silvia. Todo esto es necesario. Llámame loco, pero el caos pronto estallará y yo no quiero estar en este mundo para cuando eso suceda.

Justo ahí, en ese instante, Alyssa vio la mirada de Alberto irse, su labio inferior temblar, su mano apretar el arma hasta volver sus nudillos amarillos. Alberto estaba delirando, y Alyssa le tenía más miedo así que cuando estaba sano y consciente.

Respirando con dificultad, Alyssa miró hacia atrás. Babi estaba encogida sobre sí misma, mirando a Alberto con absoluto terror. En sus más grandes pesadillas, ella quizás nunca se había imaginado cruzarse con Alberto Anzola en su vida. Para ella, aquel líder de la mafia más poderosa del sur de Italia debía ser solo un cuento de terror cuando era niña.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora