Capítulo 45: Luchar y sobrevivir

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Con un golpe seco, Alyssa dejó caer su teléfono plegable sobre la mesa de la sala. Ella se había duchado y se había cambiado su ropa, se había puesto cómoda y fresca. Pero las lágrimas no habían dejado de caer de sus ojos, aun así. Eran lágrimas silenciosas, ella no había querido hacer un espectáculo frente a Eros ni ante alguna de las criadas.

Oír de nuevo la voz de su padre la había roto. Ella no sentía sueño, ni cansancio, ni siquiera hambre a pesar de que su última comida había sido la noche anterior. El plato frente a ella estaba sin tocar y Eros comenzaba a verlo de forma nerviosa por la fría indiferencia de su esposa.

Ella no quería comer; de hecho, se echaría en el sofá de forma inerte hasta que la presión en su corazón desapareciera.

Al escuchar la voz de su padre, Alyssa no respondió nada. En realidad, su padre había hablado y hecho preguntas durante unos segundos. Pero al escuchar el otro lado de la línea muerta, colgó la llamada creyendo, quizás, que nadie había respondido. Alyssa aún atesoraba la calidez en la voz de su padre, imaginándose la ilusión que le habría hecho a él esperar la voz de su hija del otro lado.

Pero Alyssa simplemente no había podido decir nada desde ese momento. Y Eros empezaba a preocuparse y molestarse en igual medida.

—Devuélvele la llamada —insistió por tercera vez.

—No —cortó Alyssa, ella no se imaginaba cuál era la insistencia de Eros porque se ella reconciliara con su padre—... no sabría qué decirle. ¿Te imaginas que empiece a hacerme preguntas?, ¿que empiece a hacerse ideas de qué he hecho con mi vida y me toque darle explicaciones?

Eros frunció su boca. Su caminata nerviosa por la sala estaba comenzando a alterar un poco a Alyssa.

Al llegar, él había vaciado la sala entera: sin guardias, sin mucamas, ni siquiera permitió que Lana se quedara. Él quería privacidad para ambos. Al final, lo único que permitió fue que las cocineras les llevaran algo de comer. Solo que Alyssa ni siquiera había tocado ese plato.

—Cariño, él merece algunas explicaciones; saber de ti y que estás bien —susurró Eros, su voz suave ablandó el corazón de Alyssa haciendo que sus lágrimas silenciosas volvieran a deslizarse fuera de sus ojos—. Quizás quiere volver a verte...

—Oh, no —Alyssa sintió que su estómago le apretaba—. Va a querer contarme del divorcio. ¡No quiero escucharlo! Me niego a creer que ellos se separaron.

Alyssa elevó sus rodillas hasta juntarla en su pecho. El pijama que cargaba era cómodo, pero estaba empezando a mojarse con sus lágrimas. Ella no quería llorar ante nadie, pero Eros tenía mucha razón en lo que decía. En algún momento pasaría, ella tendría que enfrentar su pasado. Solo que ahora todo se estaba viniendo encima al mismo tiempo: desde que Alberto descubriera su identidad y que ahora su padre quisiera volver a verla, era solamente tener que enfrentar a la Silvia de diecisiete años que dejó echo un desastre su antigua vida.

Con un suspiro, Eros se encaminó hasta el mueble donde Alyssa estaba hecha un rollito. Él la abrazó contra su pecho inmediatamente, sintiendo como ella trataba de controlar su respiración para no llorar más. A Eros le dolía ver a su esposa así, le dolía como si fuese un dolor suyo propio. Pero que, en ese momento, ella no confiara lo suficiente en él como para desahogarse quizás lo tenía un poco malhumorado.

—Escucha, Aly, tarde o temprano iba a tener que suceder —le susurró Eros contra su cabello—. Quizás sea bueno incluirlo en los planes de lo que haremos en el futuro.

Aquello provocó un gruñido en la garganta de Alyssa. Ella no quería separarse del agarre de su esposo, pero se limpió las lágrimas y se alejó ligeramente para poder verlo a los ojos.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora