Capítulo 19: El secreto de Elián

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Elián esperó tres horas enteras a que Alyssa se despertara. Ella tuvo una noche bastante intranquila: se quejó y removió gran parte de las horas. Elián no pudo hacer mucho, pues, por más que intentó incluso cantarle alguna canción de cuna, Alyssa estaba bajo los efectos del sedante y los restos de la belladona.

Cuando finalmente el sol estaba a poco de salir por el horizonte y Alyssa levantó su cabeza desorientada del sofá, Elián tomó asiento en el lugar donde horas antes Eros había estado sentado. Le proporcionaba, así, un poco de espacio entre él y Alyssa, y al mismo tiempo podía mirarla a la cara. Aunque, con todas las preguntas y cosas que habían sucedido, Elián en verdad le costaba verla a los ojos.

– Alyssa. –Le saludó Elián, con una pequeña y sincera sonrisa.

Mientras tanto, Alyssa intentó aclarar su vista y recuperar la noción de dónde estaba. De alguna forma, en lugar de dormir en su habitación había terminado en la sala. Y Elián estaba frente a ella.

Con un sobresalto, Alyssa se reincorporó en el sofá y alisó su cabello lo mejor que pudo, pues, como bien se imaginaba, debía estar bastante despeinado. Sin embargo, a Elián no parecía importarle eso, sino que, en su lugar, miraba con extrema severidad a Alyssa.

– Elián, ¿dónde estabas? –Le preguntó Alyssa, intentando hacer un poco de conversación antes de que la bomba cayera entre ambos.

Elián chasqueó su lengua, no queriendo responder nada, sino que quería aclarar lo sucedido inmediatamente. – Durmiendo en un hotel, aunque eso no es relevante ahora. Prefiero que hablemos de otra cosa primero.

– Sí –concordó Alyssa–, cómo, por ejemplo: el por qué me abandonaste anoche, o sobre la belladona. Quizás, también, sobre que no me dijiste que la fiesta, en realidad, no era una fiesta sino una subasta –Alyssa enumeró, Elián solo parecía perder poco a poco más la paciencia–. Y tengo muchas más, solo que no he querido agobiarte todo este tiempo con tantas preguntas sobre tu familia.

Elián resopló. Él sin duda estaba conteniéndose, era evidente, pero eso solo hacía más incómoda aquella situación.

– ¿Agobiarme? No me agobiarías si evitaras besar otras personas mientras estés comprometida conmigo... y cuando nos casemos también, no te vayas a hacer la listilla –aquel comentario, que parecía solo querer aligerar el ambiente, solo hizo que el tic nervioso del cuello de Alyssa fuese más pronunciado–. No me agobiarías si me obedecieras de vez en cuando, y, así no tendría que envenenarte para que salgas de la zona de peligro. Y, como te imaginarás, eso también evitará a su vez que beses a otros...

– ¿Envenenarme? –Alyssa parpadeó con extrema sorpresa, incrédula de lo que sus oídos habían entendido–. ¿Fuiste tú quién me envenenó con la puta belladona?

El rostro de Elián decayó de golpe, un jadeo sin aliento resonando en su garganta. Él estaba comprendiéndolo entonces: Alyssa no sabía que había sido él quien la envenenó, Elián lo había dado por hecho y si no lo hubiese comentado, ella nunca se hubiese enterado.

De igual forma, Alyssa estaba sorprendida, angustiada y, sobre todo, decepcionada. Se sentía apuñalada por la espalda, pero en ese momento descubrió a qué era lo que se refería Darío cuando le dijo que le preguntara a Elián sobre la belladona.

El muy maldito fue quién la envenenó.

De un salto, Alyssa se levantó del sofá sin importarle si tiró de su cobija al suelo. Se quedó de pie frente a Elián y lo tomó del cuello de su pulcra camiseta blanca. Él no se resistió, de hecho ni siquiera se movió. Y cuando Alyssa vio en el rabillo de su ojo a un Jos somnoliento removerse nervioso, ella sabía que estaba sobrepasando los límites.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora