Capítulo 34: Siempre te he necesitado

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Advertencia de contenido explícito de sepso. Por favor, ser precavido si no te gusta este tipo de escenas.


—Aún quedan, por lo menos, tres o cuatro horas de oscuridad. —Eros miró su reloj y subió su mirada al cielo. Artem esperó por alguna respuesta de alguien, pero solo hubo silencio tras sus palabras. Él suspiró—. Yo mantendré a mi padre entretenido hasta mañana; sus guardias tienen un cambio dentro de quince minutos y solo habrá un tiempo muerto para que tus soldados pasen de sesenta segundos. Después de eso, no vuelvan a pisar la residencia. —Alyssa vio a Artem retirarse, sin despedirse de ella ni de Eros. Aunque, antes de darles la espalda, ella sintió que les dio alguna mirada fugaz a ambos: cuando sus ojos conectaron con Eros, solo vio una ligera seriedad, como si confiase plenamente en lo que Eros haría, pero cuando él vio a Alyssa, había preocupación, ansiedad.

Alyssa se preguntó cuál sería la fuente de esos sentimientos que sus ojos desbordaban. Sin embargo, algo más que llamó la atención de Alyssa, más allá de la explicación de esos sentimientos que Artem albergaba por ambos, era la forma en que ella tan fácilmente podía leerlo. Artem era un libro abierto, era extrovertido, egocéntrico y leal. Muy contrarío a los hermanos Caruso, donde Elián era arrogante, con una sonrisa fácil y siempre metido siempre dentro de un libro. Y Eros con sus análisis fríos, siempre volátil y temperamental.

Artem era el verano, con colores dorados y mucha calidez. Elián era el otoño, con sus jerseys tejidos y su corazón melancólico. Eros era el invierno, frío y peligroso. No obstante, Alyssa se había sentido querida por Eros más que por cualquier otra persona en las últimas semanas que había estado encerrada en Sacra Corona.

Aquel pensamiento la hizo sonreír mientras Alyssa se alejaba de la aglomeración de soldados y se acercaba a la orilla del puente. Bajo ellos, había un pequeño canal, un río de agua que fluía y se perdía en algún lugar hacia la laguna. Era muy oscuro como para que Alyssa distinguiera las plantas, los árboles o las montañas. Pero la luna y las estrellas reflejando en el agua del estanque y en las barras de metal del puente eran la suficiente luz que necesitaba para caminar a través de las tablas de madera.

Estaban en la zona exterior de la residencia, cerca de la salida trasera. Darío había logrado reunir a los soldados que restaban y los cuales habían sido esparcidos por el lugar como personal comprado por Artem. Algunos se habían quedado como personal de seguridad de apoyo, camuflados entre los trabajadores y entre los propios soldados de Anzola. Sin embargo, todos estaban en constante comunicación con Darío o Eros. Sin el apoyo de Fernando, ahora Alyssa jugaría un papel fundamental entre los soldados ya que era la única otra persona en la que Eros confiaba ciegamente.

Pero, tras estar toda la tarde planificando con ellos, Alyssa necesitaba un respiro.

Inclinó su rostro sobre la barandilla del puente, viendo la sombra de su reflejo en el agua que corría con tranquilidad. Ella podía oír los murmullos lejanos de los soldados combinados con los sutiles sonidos de la naturaleza.

—Eros, ya es hora de que me vaya —dijo Alessandro, quien se había unido ante los demás, pero no con la intención de apoyar en la misión. Él había estado todo el día ignorando a los soldados, incluyendo a Eros y a Alyssa. Con un rostro decaído, pálido y sin comer nada. Y, ahora que aparecía finalmente, era para despedirse.

—Bien, padre. Buen viaje —le deseó Eros. Alyssa no oyó nada más, pero supuso que las pisadas que se alejaban hasta el viejo Mustang de Alessandro era la suya propia y la de unos cuantos guardias que lo respaldaban—. Los demás, ¡a sus posiciones! En cualquier momento Artem nos dará luz verde y no tendremos tiempo que perder.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora