Capítulo 56: Jaque mate

59 14 1
                                    

Habían pasado alrededor de tres horas y un poco más desde que la cuarta comida de Eros había pasado. Él casi no la tocaba, el temor de que estuviese envenenada o intoxicada con droga lo asechaba. Sin embargo, más que la comida, eran los constantes soldados que lo vigilaban lo que le atormentaba.

Su silenciosa vigilancia y las torturas.

Su cabello había sido cortado en formas desparejas. Su piel tenía múltiples laceraciones; ninguna profunda, pero que ardían al contacto contra las sogas. El hambre y la deshidratación estaban, poco a poco, pasándole factura.

Cuando la siguiente ronda de guardias cambió, tres soldados vestidos con el mismo uniforme entraron. Cada uno se posicionaba en puntos estratégicos de la sala, camuflándose con perfecta sincronía en la oscuridad. La mayoría de veces, Eros intentó entablar alguna conversación con ellos, chantajearlos, amenazarlos y hasta intentó comprarlos con dinero y poder. Ninguno había caído, y uno que otro que había parecido tentado por la oferta, simplemente no le decía la contraseña correcta a Eros.

En medio de su aturdimiento, el estresado y debilitado cuerpo de Eros sufrió un espasmo y sobresalto cuando oyó la escotilla azotarse cuando la última ronda de guardias entró. Estos se posicionaron de inmediato en sus posiciones, pero hubo uno que se quedó muy cerca de Eros.

De inmediato, él lo notó, subiendo la mirada y sintiendo su corazón martillar con anticipación.

—¿Qué miras? —le cuestionó Eros, oyendo su propia respiración agitándose un poco más con cada segundo mientras que el lugar permanecía en silencio. Él había pasado todo su tiempo en confinamiento creando un plan, una estrategia que pudiese sacarlo de allí y no afectar el plan que él había dejado corriendo en casa.

Sin embargo, era consciente de que era hora de cambiar el juego y él no podía evitarlo. Con cada respiración profunda, sintió cómo la determinación reemplazaba al miedo.

Aunque eso no evitaba que él vagara gran parte del tiempo entre la locura de la oscuridad, y la otra parte del tiempo pensando en Alyssa y todo lo que él había dejado sin terminar en Caruso Mannor. Añadido a eso, Eros a veces perdía la cabeza por el calor y el poco aire que entraba.

Enderezándose lentamente en su silla, ignorando el dolor punzante de sus heridas causadas por las sogas rasposas, él evaluó a cada guardia. A excepción del que simplemente estaba silenciosamente frente a él, los demás lo miraron con desdén.

Pero Eros estaba seguro que algo más ocurría.

—¿Te rendiste o te derrotaron? —preguntó, finalmente, el guardia silencioso frente a Eros.

Eros bufó, sonriendo con sorna ante la pregunta. Su corazón latía con su adrenalina corriendo por sus venas.

—Ustedes solo son herramientas de un monstruo, y me preguntas si soy yo el derrotado —los guardias intercambiaron una mirada confusa, pero Eros vio como el soldado frente a él, aquel que no se había ido a su posición, simplemente asintió en comprensión.

Sin embargo, uno de los guardias pareció enojarse—.­­ Será mejor que cierres la boca antes de que yo lo haga por ti —amenazó.

—Inténtalo; quiero ver cómo fracasas —aseveró Eros de regreso—. ¿Sabes qué es lo peor de ustedes, escorias? No es el dolor físico que me proporcionan. Es saber que están al servicio de alguien tan patético como Alberto: un hombre que necesita torturar a otros para sentirse poderoso.

—¿Ah, sí? —Cuestionó el guardia cruzado de brazos frente a Eros, mirando con una sonrisa al moreno. Aunque se veía lastimado y agotado, el fervor en sus ojos verdes no moría y era algo que el guardia estaba comenzando a admirar.

LA ASESINA DE LA MAFIA © || [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora