La mañana siguiente me desperté renovada, sintiendo que tenía toda la energía para hacer cualquier cosa que me propusiera, elegí por recomendación de mi mamá, recorrer la ciudad buscando si aún quedaba algo que se sintiera familiar.
Dejé la ciudad cuando ni siquiera entraba en los veinte años, fue duro, solo ahora logro comprender que tan dañino fue para esa adolescente modificar su vida de un día para el otro.- Discúlpame - un hombre bastante sexy me frenó mientras caminaba y daba vueltas en un parque - Ví a esta rosa, y luego te ví a ti. Son casi igual de hermosas.
Me extendió una rosa roja que en realidad si era muy linda. La tomé algo avergonzada.
-¿Gracias?
- No es por nada, princesa.
Bueno, eso fue raro. Seguí caminando, dos atletas impresionantes que trotaban frenaron solamente para contemplarme y soltar varios halagos que respondí con una sonrisa tímida, ¿Acaso estaba viviendo en una película? porque esto no era para nada normal. Inmediatamente después de eso un mimo lanzó un par de burbujas en forma de corazón en mi dirección y formó un corazón, muy tierno a mi parecer, pero este "espectáculo" llamó la atención de varias personas, hombres que se acercaban a mi embelesados.
Esto ya no era gracioso, simplemente incómodo y raro, seguí caminando fingiendo que nada raro sucedía pero cuando giré mi cabeza vi que todos, TODOS, incluyendo al dulce mimo caminaban detras de mi como si estuvieran bajo el efecto de una poción que los volvía unos inútiles detrás del trasero de una chica.
-¿Que es lo que les sucede? - pregunté casi gritando. De pronto todo se volvió confuso y los hombres recuperaron la conciencia, cada uno retomó su camino y yo quedé parada en el centro del parque, confundida, atolondrada quizá.
Todas mis dudas y mi angustia se resolvieron cuando ví, en una esquina como un rostro demasiado conocido para mí sonreía y negaba varias veces. Seguía creyendo que Amadis era una simple víctima de mi imaginación, pero entonces me pregunté si acaso había alguna posibilidad de que él esté causando todo esto.
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- Me alegro de que hayas cambiado de opinión Pearl, y que me veas como un aliado y no como un enemigo.
¿Enemigo, aliado? ¿Acaso esto era una guerra o una simple casualidad? Sonreí sin mostrar los dientes y verti el azúcar dentro de la gran taza de café.
- Bien, supongamos que... - no encontraba las palabras - realmente seas el Amor.
- Porque lo soy, y aunque no lo quieres admitir sabes que es así. ¿Necesitas más pruebas que las que te di hace unos instantes?
Negué - No gracias, pero me interrumpiste. ¿Que quieres de mi?
-¿Yo? - preguntó con una asquerosa risa sarcástica - yo no quiero ni necesito nada de ti, pero estoy seguro que tú si me necesitas con urgencia.
-¿Y que te hace pensar que es así?
-¿Que hace una actriz hermosa y joven que tiene todo un futuro americano por delante viviendo en una ciudad como esta?
- No se vale responder una pregunta con otra.
- Lo sé todo Pearl, sé que es todo por Edward y por creer que fracasaste en el amor.
Lo miré mal - Claro que sé que yo no fracasé en el amor, simplemente Edward fue un idiota que no sabía lo que quería y apresuró las cosas cuando me propuso matrimonio, y yo fui tan idiota como él por creer que todo iba a ser como en las películas de Hollywood.
Se relamio los labios y sonrió mientras miraba a todos lados menos a mí.
- Bien, Pearl, vas a oír algo que sin duda no te va a gustar. En cierto modo tú si fracasaste. Pero está bien, porque es parte del proceso y de encontrarme a mi.
- Claro que no, tú no sabes nada.
Levantó las cejas diciendo ¿Es en serio?
- Bueno, quizás si sepas, mucho. Pero creo que aún no me conoces lo suficientemente como para llegar a la conclusión de que mi relación con Edward terminó por mi culpa.
Me frenó colocando la palma de su mano frente a mi.
- No estoy diciendo que sea todo tu culpa, Edward admitió que dejó de amarte la última vez ¿No es así? - asentí, odiandolo porque esperaba olvidar esa conversación de mi cabeza - entonces eso no es tu culpa, tú no puedes controlar el sentimiento de los demás. Pero... Hay algo en lo que estás fallando, pero no te preocupes, estoy aquí para ayudarte.
- No necesito tu ayuda, pero me vendría muy bien saber en qué fallé, según tú.
Rió con suspicacia - En realidad si eres más americana de lo que yo creía, quieres que todo sea tan fácil. Vine aquí porque quiero enseñarte a descubrir lo que es el amor verdadero.
- ¿Por qué aún no lo descubrí?
- Porque al parecer seguiste el camino del mal amor, el de Lilibeth - pronunció ese nombre con una frialdad que logró congelar mis huesos.
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Las flechas de Cupido
Ficção AdolescentePearl sabe mucho de películas, de escenas de besos y de cómo enamorar a toda una sala de cine a través de la pantalla, lastimosamente siempre ha sido una desgraciada en el amor, y su punto de quiebre es cuando encuentra a su prometido, Ed, engañand...