28. Can't promise you how i'll react

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- Entonces, ¿Por qué me dejaste tu número? ¿Acaso te pareció interesante oír mis problemas? - le tendí una copa de vino y el sonrió - nunca entenderé el morbo de los terapeutas.

Al final ni siquiera había durado cuatro días en mandarle un mensaje a Vincent, quién contestó muy a gusto y me propuso hacer algo el viernes a la noche en su casa. Nada formal, noté desde el primer momento que llegué que él es una persona informal y de detalles. Lastimosamente para mí imaginación y mi cuerpo deseoso hoy se encontraba particularmente atractivo, tenía una remera pegada al cuerpo que marcaba sus atributos.

- Eres una persona muy inteligente, Pearl, y desde el primer momento que te ví me interesaste, no puedo mentirte. Tienes mucho para decir y además, perdón por mi atrevimiento, eres hermosa. ¿Por qué no querría salir contigo?

Mis mejillas se enrojecieron, de verdad hace mucho que no me sentía de esta manera. Vincent se levantó y trajo una bandeja repleta de una variedad de quesos y de verduras en conserva que lucían muy bien.

- No seas tímida, Pearl - tomó uno de los quesos, estaba segura que era brie, y me lo puso en la boca. Saboreé el sabor sin dejar de mirarlo a los ojos - ¿Y, qué tal?

- Creo que soy fanática del queso.

- Creo que yo también.

La noche transcurrió en comer, escuchar música y tomar vino. Estás eran las citas que yo podía disfrutar, además Vincent era muy gracioso y en ningún momento generó un silencio incómodo entre nosotros, siempre buscaba la forma de sacar algún tema de conversación.

- Siento que hace calor aquí, ¿Tú no lo notas? - se paró con molestia del sofá, intenté seguir sus movimientos, tomó el borde de su remera.

-¿Que haces? - pregunté preocupada.

- Disculpa, creo que voy a ir a cambiarme a mi habitación, tengo cierta incomodidad con esta remera.

Lo ví alejarse y mis sentidos se alteraron, me levanté y lo seguí intentando hacer el menor ruido posible, entró a su habitación y se puso de espaldas mientras se quitaba la remera. Gracias Dios, gracias Amadis, gracias universo. Me apoyé contra el marco de la puerta disfrutando tener ojos en estos momentos.

-¿La estás pasando bien? - preguntó haciendo que salga de mi imaginario edenico.

- Lo lamento, no pude evitar seguirte.

-¿Tenías miedo de quedarte sola? - su cercanía me perturbo - tranquila que el monstruo no iba a raptarte en mi ausencia.

Estaba bien, ¿Quién podría juzgarme? Soy una mujer, tengo necesidades, y odio cosificar a las personas pero Vincent era como un trozo de carne frente a mí en estos momentos. Lo tomé por la camiseta y lo besé, él no tardó en responderme.
Me tomó por los glúteos y enredé mis piernas en su cintura. Por dios, el hombre a quien venía deseando desde hace varias semanas me estaba tocando a su merced y ¡Claro que lo estaba disfrutando!

- Pearl... cuidado.

No entendí sus palabras hasta que aterricé con fuerza sobre el colchón de su cama, con rapidez se colocó sobre mi. ¿Con que dominante, eh? Le quité la camiseta y deje que mis manos paseen libremente por su torso desnudo. El tomó los pliegues de mi vestido hasta despojarme de él y quedarme en ropa interior. Por suerte había elegido un buen conjunto de lencería.

- Eres muy hermosa,  no me da el tiempo para repetirtelo.

Acaricié su mejilla con mi mano y lo besé, estaba hambrienta y con ganas de sentir placer por parte de tan gran hombre.

- Demuéstrame lo que tienes.

-¿Que te demuestre lo que tengo?

Las últimas prendas que nos cubrían desaparecieron y el choque de nuestros cuerpos se convirtió en una dulce melodía, los primeros gemidos salieron de mi boca, yo estaba particularmente estrecha y él parecía que acaso toda su vida estuvo listo para mí. Su mano cayó en mi cuello, incline mi cabeza hacia atrás disfrutando del momento.

- Tan solo mírate, tan perfecta- suspiró - quien diría que tenías todo esto guardado.

En cambio a mí no me sorprendía nada, porque desde el primer momento que entré a su consultorio percibí una tensión sexual en el aire, como si en su frente llevara un cartel que diga "Fuck me"

Aumentó sus movimientos y me tomó con fuerza por la cadera, entendí que estaba a punto de acabar y lo agradecí porque yo también, aunque me estuve conteniendo mucho, desde que me tocó ya podría haberme venido.

-¿Estás lista muñeca?

- Por supuesto.

Nuestros movimientos se sincronizaron a la perfección, soltamos un par de suspiros hasta que sentí un alivio que invadió todo mi cuerpo.  Había sido glorioso.

- Eso fue...

- Más de lo que esperaba - completé mirando el techo con los ojos muy abiertos.

- ¿Quieres repetirlo?

Sonreí de lado.

- Creo que necesito un baño, y no me vendría mal algo de compañía. ¿Que opinas?

- No voy a dejarte dormir esta noche, Jenkins.

Las flechas de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora