17. I'm already high enough

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La noche anterior...

- Chocolates, aún las tres seguimos amando los chocolates, ¿Verdad? - abrió una caja que tenía chocolates de todos los gustos y de todas las formas, se me hizo agua la boca y sin dudarlo tomé dos para empezar.

Su textura, el gusto al chocolate, el caramelo derretido. Esto era mejor que llegar al clímax, sin duda.

- Sigues siendo muy mala, dijimos que no traigas alcohol pero traes algo igual o peor de adictivo.

- Solo cállense y disfrútenlo - nos miró cómplices - porque una experiencia así no se repite.

Los segundos, los minutos pasaron y la caja de chocolates fue quedando cada vez más vacía. Las tres nos reíamos de cualquier estupidez y contábamos anécdotas graciosas.

-¿Saben? Tengo una idea - habló Harriet - Vamos a bailar.

-¿Qué dices? No tenemos la ropa adecuada para eso.

- ¡Qué importa! - gritó - nos merecemos bailar después de mucho tiempo, estoy cansada de solamente bailar las canciones infantiles que escucha mi hija. Además, pensé que Piper había dicho que esta era nuestra noche.

- Lo es - se levantó - ¿Sabes que? No es tan mala idea, es viernes por la noche y a menos de cinco calles de aquí hay uno de los mejores antros de la ciudad.

No sé cómo pero todas terminamos convencidas de que si era una buena idea ir a ese antro. Se escuchaba la música desde afuera, retumbaba, uno de esos hombres grandes que vigila las puertas nos miró raro.

-¿A dónde van?

- Oiga, queremos entrar. ¡Queremos fiesta!

Sonrió sarcástico y señaló un cartel "Solo para mayores de 22 años"

- ¿Traen sus identificaciones? - estaba odiando ese tono suyo - porque si no las traen no pueden entrar.

-¿Acaso crees que no tenemos más de 22 años? - pregunté - porque si es así te lo agradezco, pero las tres estamos a meses de cumplir treinta años. ¿Sabes qué?, búscame en Google "Pearl Jenkins" Wikipedia te dirá mi edad y mi fecha de nacimiento exacta.

El gorila se inclinó hacia mi y con un asqueroso aliento a whisky contestó - La identificación o nada.

Me alejé rendida, Piper me guiñó el ojo tranquilizadome.

- Déjame princesa, yo lo arreglo. ¿Que tal, hermano? En realidad deberías dejarnos entrar.

-¿Por qué?

- Conocemos a gente - sacó algo de su bolsillo y discretamente se lo mostró al hombre, quien pareció sorprendido - Sabía que hablábamos el mismo idioma, ¿Ahora entiendes por qué  tenemos que entrar?

Sonrió - Quédense aquí, estoy seguro que encontraré un lugar útil para ustedes.

Con Harriet sonreímos triunfantes, Piper siempre podía arreglar la situación, eso sí que no había cambiado en nada.

-¿Que le mostraste? - pregunté.

- Solo una bolsa con marihuana - contestó como si fuera lo más común - con lo que queda de ella, porque el resto lo usé para los chocolates que comimos.

Abrí los ojos a más no poder. Pero también tenía el poder absoluto de arruinar la situación aún más.

-¿Entonces esos chocolates tenían marihuana? - preguntó Harriet sorprendida, no me había dado cuenta pero sus ojos estaban tan rojos como la sangre, y quizás los míos estaban iguales.

- Es el nuevo auge australiano. A todo se le pone marihuana y tienen que admitir que le dió un toque único.

-¿QUE ESTÁS DICIENDO? - grité llamando la atención de unos varios - esto es ilegal, Piper. Jodidamente ilegal.

- Claro que no, está todo bien. Ahí dentro se meten cocaína hasta en el culo, ¿Crees que medio paquete de marihuana nos dará problemas?

La sirena de la policía se detuvo al lado de nuestro. Dos oficiales bajaron y caminaron en nuestra decisión, con la poca cordura que me quedaba intenté no fingir que podía morirme ahí mismo.

-¿En serio?

- ¿Hay algún problema?

El gorila traidor se acercó a los oficiales y susurró algo que yo no llegué a escuchar pero que lo imaginaba: No traen identificación y quieren vender marihuana dentro del antro.

- Señoritas - uno de los oficiales se acercó con cautela - les daremos una oportunidad, ¿Por qué están sin sus identificaciones?

Con Piper pensábamos en responder con alguna excusa válida, pero Harriet nos ganó.

-¿Sabe que? Estoy harta de este maldito país y de sus estúpidas reglas - nunca la vi tan enojada - hace un año tuve un parto natural, nueve horas, casi cuatro kilos y este bueno para nada - se refirió al guardia - se atreve a dudar de si soy mayor de edad, ¡Por supuesto que lo soy! Y no me importa que me arresten.

- ¿Van fumadas? - se preguntaron - tendrán que acompañarnos, por disturbios en la vía pública.

¿Disturbios en la vía pública? Eso era una absoluta estpidez.
Uno de ellos me tomó del brazo, me corrí muy enojada.

- No te atrevas a tocarme idiota, puedo subirme sola a esta basura que ustedes llaman transporte policial.

-¿Disculpa?

-¿Tienes problemas de audición? No me vuelvas a poner una mano encima porque te voy a cortar el...

-Esta bien Pearl - intento tranquilizarme Piper - creo que ya entendió.

- Pasarán una linda noche en prisión, muñecas.

Las tres entramos al auto siendo prácticamente obligadas por ellos.

- Seguramente una noche mejor que cualquiera que puedas darle a tu esposa - murmuró Harriet, el policía se giró para mirarla atónito - ¡Si! Te estoy diciendo precoz, agreganos un delito.

Las flechas de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora