37. Girls going wild

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-¡Vamos! Eres mucho mejor que eso - me "alentó" Piper para que me terminé los tres shots de vodka que nos habíamos pedido, pero la realidad es que solamente pude acabar dos antes de marearme - qué decepción Pearl, pensé que seguías conservando tu magia, parece que me equivoqué.

- No estamos tan jóvenes como antes Pip, agradece que acepté tu absurda invitación a un bar lleno de adolescentes hormonales frotándose entre si - comenté despectivamente mirando a nuestro alrededor.

- Eres una aburrida, al igual que Harriet. Pero al menos tú sí aceptaste venir hoy.

¿Por qué había aceptado? Ni yo lo sabía, lo que menos necesitaba era exponerme ante más de cien personas encerradas en un mismo lugar.

- Harriet es madre y tiene una responsabilidad que nosotras no tendremos, y supongo que no queremos tener.

El bartender dejó una nueva ronda de shots que Piper aceptó gustosamente, pero que yo miré con algo de recelo, y me preocupé en pensar la cantidad de dinero que ella solo estaba dejando en alcohol.

-¿Tú odenaste esto? Me parece que ya fue suficiente con las dos rondas anteriores.

- No que yo recuerde, ¿Tú recuerdas que yo ordené? Quizás si estoy vieja y el alcohol está produciendo otro efecto en mi.

Mientras ella seguía disfrutando, yo llamé al bartender quién se acercó con sigilo hacia nosotras.

-¿Ocurre algo malo?

Negué - Pero creo que se equivocó, porque nosotras no volvimos a ordenar otra ronda de shots. Será mejor que los retire antes de que mi amiga se los acabe todos.

- Oh no, estos fueron cortesía de los caballero de aquella mesa - señaló con poco disimulo, y nosotras con menos disimulo aún giramos la cabeza para encontrarnos con un grupo de cuatro hombres, entrados en los cuarenta, que sonreían mirándonos.

- Está bien, gracias.

- Mira nada más que buen acto de cortesía - adulo Piper levantando el pequeño vaso y simulando un brindis en dirección a su mesa - ¿Quién lo diría Pearl? Aún seguimos siendo tan deseables como a los quince años.

- Eso no es nada de lo que debamos estar orgullosas.

- Claro que sí - hizo un puchero - oh, tan solo míralos pobrecitos, parecen animales salvajes que no consiguen presas para alimentarse. Anda, haz un acto de caridad y bailale a uno de ellos, te propongo al rubio alto, logras una erección en él y luego lo dejas con las ganas.

La miré horrorizada - ¿Y que me lancen un par de billetes, crees que soy una prostituta?

- Siempre tan delicada, amiga mía y que poco empática eres con los que nos regalan cosas.

Pasaron los minutos y los hombres de la mesa contigua a nosotros seguían riendo, susurrando vaya a saber qué cosas y dedicandonos fuertes miradas. Una idea maligna y divertida apareció en mi cabeza.

- ¿Sabes qué? Creo que tienes razón, Pip, debemos ser empáticas con los que nos obsequian cosas. Mira al de pelo castaño, creo que está loco por tí - señalé a ese que claramente llevaba mirando a mi amiga mucho tiempo.

- Qué siga mirando, soy anti personas del género masculino.

- Vamos nena, haz un trato conmigo - acaricié su mano - como los viejos tiempos.

Alzó ambas cejas - Depende de lo que sea, conozco tu tinte maléfico.

- Bien, este es el trato, yo me acerco al rubio sexy que parece estar por su tercer divorcio solo si tú coqueteas con el moreno que parece a punto de lanzarse encima de tí.

Soltó una carcajada que pareció retumbar por todo el lugar - ¿Perdiste la razón? Pearl, por si no lo notas tengo la bandera lésbica marcada en mi frente. No pienso coquetear con un hombre, menos acercarme y tener que compartir saliva con él, no soy como tú.

Esbocé una sonrisa, no iba a darme por vencida en este juego.

- En realidad es cierto, no eres como yo, porque yo puedo tener sexo con un hombre y a la noche siguiente practicarle sexo oral a una mujer sin ningún problema- susurré mientras mordía el limón del mojito - se llama estar abierta a todas las posibilidades y es algo que tú no sabes.

¡Bingo! Toqué su punto débil, conocía a Piper lo suficientemente bien como para saber que era demasiado atrevida como para no cumplir un reto.

- Está bien, agh, te odio tanto. Pero nunca me niego a un desafío.

Ambas nos levantamos, arreglé mi vestido y caminé en dirección al rubio cuyos ojos se encendieron cuando me vieron tan cerca.

-¿Qué tal todo? - pregunté cerca de su oído, pasé mi mano sobre sus hombros, Piper imitó mi acción pero con el moreno.

-¿Cómo están muñecas? ¿Disfrutaron de los shots? Lamentamos la indiscreción pero nos pareció un pecado que dos chicas tan lindas no tengan con qué mojarse los labios.

- Gracias, estuvieron deliciosos.

-¿Quieres bailar? - preguntó el rubio yo asentí y con mi mejor cara lo guíe hacia la pista, mientras tanto le guiñe el ojo a Piper que era acorralada.

Una canción romántica y sensual sonó y yo sin dudarlo mucho me pegué a mi compañero de baile dejando que nuestros cuerpos se dejen llevar por el ritmo de la música. Pasó sus manos por mi cintura y su aliento borracho respiró mi oreja.

-¿QUE HACES?

Me separé sobresaltada del rubio y miré a Piper, quién tenía la mirada exaltada y mostraba odio.

-¿Qué ocurrió? - pregunté confundida, aunque tenía una idea.

-¡Está loca! - gritó el moreno - ¡me pegó! - mientras se quejaba el rubio lo levantaba del suelo.

-¿Por qué le pegaste, Pip?

Sus mejillas se enrojecieron, me dió mucha ternura - Me tocó.

-¿Dónde? - pregunté con cuidado.

- En la cintura, es un pederasta, los hombres son todos iguales. TODOS - gritó mirándolo.

Quise reírme en su cara, pero tenía un semblante tan enojado que mejor mantuve mi postura.

- Se supone que si baila contigo tiene que pasar sus manos por su cintura, ¿Sabes eso, verdad?

- ¡Si tan solo lo hubieras visto! - dramatizó.

- Oye, yo no lo hice nada malo - suplicó el moreno - simplemente le ofrecí bailar y ella me pegó.

Asentí vencida - Está un poco ebria, es solo eso, tranquilo.

Ambos tomaron sus cosas y no nos miraron más, claro, después de semejante escena no iba a esperar que nos den sus teléfonos.

-¿Sabes que significa esto, no? - pregunté triunfante - perdiste el trato.

- Claro que no, nunca especificaste cuánto tiempo tenía que fingir, y diez minutos fueron más que suficientes para mí.

Las flechas de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora