Capítulo XVII

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Décima séptima situación:

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Décima séptima situación:

Donatello soltó el aire retenido cuando pudo divisar la puerta de aquel salón de artes. Volvió a inhalar nervioso mientras detrás de él se encontraba April y Sunita dándole apoyo. Las miró con nerviosismo, tal vez solo debería irse y no volver más. O hacer una máquina en el tiempo para poder evitar que él mismo hablara de sus propios sentimientos.

Todos quedaron sorprendidos cuando lo dijo, lo soltó porque sintió que necesitaba decirlo antes de volverse loco.

—¡¿De verdad?! – Leonardo tomó su rostro y lo apachurro con fuerza. —¡¿Siempre tuve razón?! –

—Leo, no creo que sea momen... –

—¡Siempre la tuve! ¡Ja! ¡Y ustedes dudaban de lo que yo decía sobre ti, Dee! –

No sabe si fue una buena o una mala idea. Mucho menos si debía hacer algo ahora, solo... Ella era... Ella. Y eso le hacía sentir diferente.

Miró otra vez atrás, April levantó su pulgar dándole apoyo desde atrás y él entonces decidió abrir la puerta de aquel salón.

No había nadie.

Ella no estaba ahí.

Miró al frente, al patio para buscarla con la mirada.

La vió a lo lejos, sentada en una banca tomando un jugo en caja, moviendo su cabeza de un lado a otro mientras sacaba algo de su mochila.

Así que caminó hacia ella, sintiendo su propio corazón latiendole tan rápido que sentía alguien más podría oírlo. Tal vez debería reconsiderar que lo que sentía era algo importante y que podía solo ignorarlo o fingir que no existía.

—Oh... –T/N alzó su mirada al ver a Donatello allí. Se sentó a su lado en silencio, con el entrecejo fruncido.—¿Qué? ¿Quieres pelear? –

Donatello negó y soltó una suave risa.

—¿Entonces qué? – Se quitó los audífonos. Donatello se los quitó y comenzó a escuchar la música.

—¿Te gusta Daft punk? –

—Mmh... Pues si. Escuchó de todo en realidad, mira... –

La música pasó de Daft punk, a Skillet, Mustery Skulls. Luego a One Direction, BTS, música en español como Mon Laferte y así. Donatello la miró, sonriendo con dulzura al ver como ella le mostraba su música favorita con tanto entusiasmo. Se veía radiante.

—Eres rara. –

—¡No eres quien para decirme eso! ¿Sabes? – Ella soltó una suave sonrisa riéndose de él. Donatello hizo un gesto ofendido. —Oh vamos, podría hacer una lista super extensa de porque tú, normal, no eres. –

—Si, eso tengo que escucharlo. –

T/N soltó una gran carcajada. —Bien, pues. Eres una tortuga mutante, eso no es común por estos lugares. Eres verde, tienes tres dedos en cada mano y una cola. Cómo si no me hubiera dado cuenta de ella. Parece, no estoy muy segura eres una tortuga de caparazón blando, tienes marcas moradas en tu cuerpo, eres un tipo demasiado inteligente que pudo derrotar a los Dragones púrpura y eso que esos tipos son una banda criminal de alto rango... –

Donatello la oía en silencio, mirando como con cada cosa que decía ella, levantaba un dedo para enumerarla.

—Ay, me perdí... –

—Bueno, ya. Entendí tu punto. –

T/N se rió antes de guardar su teléfono y sus audífonos, tomando una vez más su juguito en caja y recordar que debía leer aquella carta.

La tanteó con sus dedos en su bolsillo, estaba ahí, bueno, no iba a desaparecer. Pero se sentía extraña y comprometida a leerla.

—¿Y tú qué? ¿Que haces aquí? Digo... No creo que te guste la escuela. –

—Vine por April. – Mintió, pero parecía que T/N estaba bien con esa respuesta porque asintió.

La vió acomodarse mejor, dejando caer su espalda cerca suyo, dejando caer su cuerpo sobre el de él. Apoyando su rostro sobre el hombro de Donatello. Y normalmente Donatello no dejaría que alguien lo hiciera a menos que fueran sus hermanos. Definitivamente la apartaría hasta que vió la carta en sus manos.

—Tiene hasta corazones... –

—¿Se te declararon? –

—No te hagas, todo el mundo lo sabe... No es como si aquí nadie lo supiera ya. –

Donatello la vió. Vió como ella suspiró antes de volver a guardarla. —No tienes que corresponderle si no sientes lo mismo. –

—¿Qué...? –

—Bueno... La sociedad espera que uno le corresponda a alguien cuando hacen estos detalles. Pero, realmente no le debes nada. –

T/N se reincorporó. Miró sus pies y volvió a acomodarse en su hombro.

—Supongo que tienes razón... Solo que... No creo que alguien podría ya sabes... Interesarse en mi. ¡Ugh! Ni siquiera se porqué te estoy diciendo esto. – Guardó la carta otra vez en la mochila, botó la caja de jugo en el basurero que estaba frente a ella y tomó sus cosas dispuesta a irse. —Solo olvida todo esto... –

Iba a irse, pues tomó su mochila y volvería a usar los audífonos para escuchar música como siempre solía hacer. Más Donatello la detuvo, sujetando su mano.

Oh...

Era pequeña, delicada, era cálida... Sus dedos se curvaron más, haciendo más fuerte el agarre, pudo sentir la suave piel, probablemente por las cremas, sus nudillos que tocó con su pulgar y luego levantó su mirada para verla.

—La carta... –

T/N lo miró con curiosidad. Este no era el tipo que solía reclamarle.

Era diferente...

—No le correspondas... No lo hagas... –

Soltó su mano cuando sintió que estaba invadiendo su espacio, se sintió invasivo y nervioso al hacerlo.

Pero T/N se acercó unos pasos hacia él. Sonriendole con dulzura, como si le dijera que podía estar tranquilo al respecto aunque no fuera su problema.

—No lo haré... – Le dijo antes de escapar.

Porque ya no sabía que es lo que estaba sintiendo... Solo era... Confuso.

Y Donatello solo puso ver como se alejaba, con su corazón latiendo acelerado como si hubiera corrido una maratón, el aire retenido lo soltó y una sonrisa se le escapó de sus labios.

¿Por qué?

¿Por qué ella debía ser tan malditamente linda?

¿Por qué ella debía ser tan malditamente linda?

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Como -NO- Enamorarse de Alguien en Treinta Situaciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora