Capítulo 01

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Jungkook


—Ella es Minji, es agradable —Leah se rascó la nariz—. Bueno, más o menos. Es algo gruñona. —Entonces señaló a unos cuantos elfos que pasaron frente a la ventana de la cabaña—. Ella es Taly, la otra es Yeji y ese es Samn. Son cazadores, aunque son más de los que preferirías como compañía durante una travesía nocturna. Se habrían convertido en asesinos si tan solo hubiesen pasado la prueba, ¿o tú qué crees?

Jungkook no estaba seguro de entender la pregunta, pero se hacía una idea de la intención de sus palabras. Los elfos que Leah mencionó eran de complexión más fornida que la mayoría de los que pasaron frente a la cabaña y que él llegó observar; todos los días aparecían por ahí y pasaban un par de horas levantando troncos caídos por diversión. Su masa muscular era más ancha que la de Jimin, en definitiva eran el tipo de hombres y mujeres que Jungkook habría reclutado para sus armadas, en el caso de que fueran dragones, claro.

Leah prosiguió, señalando a los elfos que tenía que evitar y los más probables a clavarle un cuchillo por la espalda. Jungkook tenía que alejarse a toda costa de casi todas las Órdenes de asesinos, no importaba que hacía tres días muchos de ellos ayudaron en su rescate; al mismo tiempo que la torre cayó. Prestó atención a Leah, olvidando nombres pero absorbiendo toda la información relacionada al funcionamiento del lugar, que probablemente se convertiría en su hogar, durante las siguientes semanas o meses. Sospechaba que la sociedad de elfos era más complicada que la de dragones. Al menos con su especie, si un drakon intentaba matarte, lo sabías antes que sucediera. En este lugar, todos los elfos se escondían en sonrisas, incluso los que blandían cuchillos de diente de dragón.

—¡Mira, ahí está Damhee! —Leah esbozó una enorme sonrisa que avivó su rostro—. Ella es muy agradable. —Jungkook se enfocó en la elfo de cabello verde teñido y trenzado que pasó caminando afuera de la cabaña. Su vientre redondo le hizo saber que esperaba a una criatura, de su hombro colgaba su arco y carcaj, parecía que saldría de la aldea para ir de cacería—. Jimin y ella son como esto —le dijo y luego entrelazó sus dedos meñiques.

Jungkook frunció el ceño.

—¿Cómo?

—Así, mira. —Movió sus meñiques entrelazados, creyendo que eso ayudaría a aclarar la confusión de Jungkook.

—No entiendo lo que esto… —Jungkook entrelazó sus propios meñiques, imitando a Leah—, significa.

Son amigos, tonto. —Leah soltó una risita pero al ver la expresión derrotada en su rostro, su alegría se desvaneció—. ¿Los dragones no tienen amigos? —El resplandor de sus ojos se convirtió en tristeza, lo que provocó que Jungkook sintiera como si lo hubiesen apuñalado en el corazón.

Se alejó de la ventana y deambuló alrededor de la pequeña cabaña. La cabaña de Jimin. Llevaba tres días en ella, pero ya conocía cada centímetro del lugar. Olía a leña y pino, igual que Jimin

—Ahora está con Seokjin. Supongo que no es mal chico —continuó Leah—. Creyó que Jimin había muerto cuando… ya sabes… cuando no…

—Sí. Entiendo. —Jungkook también lo creyó. Y hubo un tiempo donde Jimin creyó que él había muerto. Ambos habían pasado por mucho. Y ya era suficiente; sin embargo Jungkook no podía dejar de sentir que este instante, este diminuto momento de tranquilidad, era la calma antes de la tormenta.

Sus dedos recorrieron el respaldo de las sillas de madera talladas a mano, luego pasaron por la superficie de la mesa y finalmente rozaron los bordes de las puertas de un armario. Jimin lo hizo todo, talló cada pieza y le dio forma con sus propias manos, al igual que el dragoncito que colgaba alrededor del cuello de Jungkook.

No merecía esto. Habían pasado tres días y ya sabía que esta vida no podía ser suya. Aunque deseó que lo fuera. Su deseo aumentaba mientras esperaba el regreso de Jimin tras finalizar sus deberes en la Orden y cada noche, temía que esta vez no volviera.

Estas paredes. Este lugar. Ya antes lo habían enjaulado, estuvo rodeado de barreras tanto físicas como mentales, sin embargo, esta aldea y sus elfos eran un sufrimiento distinto. No duraría por siempre; al igual que todo lo bueno, iba a terminar y Jungkook no creía que su corazón destrozado podría soportarlo. Mientras más tiempo se mantuviera aquí, más querría quedarse y más le dolería cuando se terminara.

—¿Has visto a Jimin? —le preguntó.

—Eh, em… —Leah enderezó su postura y se frotó el brazo—. Ha estado muy ocupado—. Sus dedos se hundieron en su largo cabello, acomodándolo sobre su hombro y luego enredando las hebras entre ellos, en un intento de mantener sus manos ocupadas—. Los humanos siguen aquí y él siente que debe estar en medio de todo. Ya sabes cómo es.

Jungkook le respondió con una sonrisa fingida.

—Está bien. Entiendo. Su gente lo necesita. —Pero Jungkook también lo necesitaba y aunque Jimin regresaba todos los días, sus visitas eran cortas. Y parecía… distante. Distraído. Quizá así funcionaba todo en este lugar. Jungkook no sabía nada de la vida de Jimin. En realidad, no sabía absolutamente nada de la vida cotidiana de los elfos. Ni siquiera sabía demasiado sobre ellos y que le dijeran que se quedara en la cabaña como una obediente mascota, hizo que lo desconocido y lejano a estas cuatro paredes, luciera aún más tentador.

Leah dedujo sus pensamientos con tan solo ver su mirada.

—Es por tu propio bien.

La luz del sol que entraba por la ventana a sus espaldas, iluminó a la joven asesina, dibujando una enorme sombra que cubrió el suelo. Las diminutas partículas de polvo flotaban en silencio a su alrededor y allá afuera, los elfos reían, charlaban y vivían su vida cotidiana. Jungkook ansiaba salir con ellos. Pasó semanas y luego meses encerrado en la jaula de metal de Alice, pero nunca quiso estar rodeado de humanos. Esta vez deseaba relacionarse con los elfos porque acercarse a ellos, haría que conociera mejor a Jimin. Pero él era un dragón. Y la mayoría en la aldea lo quería muerto, no conviviendo entre ellos.

La mirada de Leah descendió a los puños tensos que estaban a ambos lados de Jungkook. Se obligó a relajarse y entonces se recargó ligeramente contra la barra que Jimin solía utilizar para cocinar.

—Los asesinos te matarán —susurró Leah. Intentó acercarse pero no demasiado, quizá temiendo haber dicho algo incorrecto o preocupada de que Jungkook le hiciera más preguntas—. Unos cuantos aceptaron que te quedaras pero la mayoría…

Leah tenía buenas intenciones. Pero no comprendía lo que se sentía estar encerrado en la oscuridad durante toda su vida.

—Quizá deberían ver que no soy una amenaza. Y no lo podrán comprobar si me quedo aquí.

—Dale un par de días más.

¿Un par de días más? Esto no duraría tanto. Tal vez terminaría dentro de dos días. Jungkook estaba a oscuras y si todo terminaba y nunca averiguaba lo que sucedía, se volvería a quebrar.

Observó la puerta cerrada. No tenía seguro. No era un prisionero. Jimin se aseguró de ello. Así que solo era cuestión de salir. Jimin no estaba aquí para detenerlo. Leah lo podría intentar, pero su carácter de guerrera no sería suficiente para detenerlo. Una parte de ella también apoyaba su decisión, incluso si no lo admitía en voz alta.

—No lo hagas —le rogó Leah.

—Solo daré un vistazo. —Jungkook se alejó de la barra y cruzó la cabaña.

—No es seguro. —No intentó detenerlo. Era una buena señal, ella iba a permitirlo.

—Está bien. —Estaba a tres pasos. Solo tres pasos más y llegaría. Su corazón se aceleró. Era la decisión correcta.

—No está bien. No puedes decir que está bien y creerlo… ¡Jungkook! —Su voz se volvió más aguda—. No lo hagas. Por favor. No quiero que te…

Jungkook abrió la puerta y salió al exterior.





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Elfo y Dragón #3 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora