Jungkook
La anticipación era un nuevo tipo de tortura, que Jimin blandía como su espada de dragón. Cuando caminó hacia Ashford, hacia los elfos que le habían disparado desde el cielo, Jungkook estaba medio loco por la violencia, el hambre, la lujuria, la rabia y todas las cosas que les gustan a los dragones. Entonces Jimin lo había abrazado y la locura se había desvanecido. Se había roto en ese momento y seguía rompiéndose ahora, con cada caricia pecaminosa, cada atrevimiento de las pestañas rubias de Jimin, cada lamida socarrona de sus labios.
Poseer. Tomar. Morder. Follar.
Quería todo eso, ahora mismo, en esta pequeña caja de piedra, pero si Jimin seguía como estaba, Jungkook no iba a poder refrenar su necesidad de capturar a este elfo de todas las putas maneras posibles. Jungkook había aprendido quién era, y eso lo asustaba. Lo asustó tanto que casi no había regresado después de buscar a Donghae, temeroso de lo que había hecho como dragón. La matanza, la masacre, se había convertido en el monstruo que odiaba. Ahora era diferente. Él era diferente. Pero no aquí, no en este momento en una cabaña de elfos al borde de un acantilado. Aquí se sentía... libre. Y nunca quiso que terminara.
Jimin era una visión de elfo. Sus finos bordes habían deshilachado en ausencia de Jungkook. Un nuevo salvajismo astilló los ojos azules de Jimin, revelando el delicioso brillo de la lujuria por la vida y por Jungkook. Había sido empujado y había respondido. Sólo el abrazo era prueba de ello. El Jimin de Cheen nunca le habría abrazado en público. Pero este nuevo Jimin, no le importaba una mierda, y Jungkook quería saborearlo por todas partes, hacerlo gritar con su nueva voz más fuerte, hacerlo deshacerse en sus brazos.
Para hacer todo eso, tendría que moverse, pero si se movía de la pared, no podría detener lo que vendría después.
Había matado a Nari.
La locura era real. Era peligrosa, y era lo que él era ahora.
Jungkook apartó la mirada de Jimin y miró el piso que había entre ellos, apretando la mandíbula con tanta fuerza que le dolían los huesos. Había querido mejorarlo todo, cambiar el mundo, pero se había cambiado a sí mismo y, dioses, tenía miedo de lo que eso significaba.
La mano de Jimin le rozó la mejilla, levantándole la cabeza, y el elfo estaba allí
y en todas partes y en todo. Sus ojos brillaban de comprensión, y entonces unos labios cálidos y húmedos rozaron los de Jungkook, invitándolo a abrirse.—Tengo miedo, —susurró Jungkook. La mejilla de Jimin rozó la suya. Se inclinó hacia el contacto, respirando su olor élfico y dejando que el olor del hogar ahuyentara el miedo—. No sé quién soy.
Los dedos de Jimin se aferraron con fuerza a su rostro, obligándolo a mirar, a ver. —Yo lo sé.
Jungkook cerró los ojos y subió las manos por la espalda de Jimin, acercando al elfo de nuevo, necesitando esa fuerza sólida contra él. Jimin se acercó más, girando las caderas y arqueó la espalda. Las hábiles manos del elfo capturaron las caderas de Jungkook, manteniéndolo en su sitio. Jungkook hundió las manos en el pequeño hueco sobre el culo de Jimin y luego sobre la redondeada estrechez. Sus dedos se hundieron, poseyéndolo. El grito ahogado de Jimin chisporroteó en el oído de Jungkook y el control de éste se quebró, deshaciéndose demasiado rápido para recuperarlo. El gruñido era real. Una advertencia. Una amenaza. De repente, tenía a Jimin contra la pared, atrapado, y, aun así, el elfo se retorcía y movía las caderas, volviendo a Jungkook loco de necesidad. Su polla se tensó, dolorosamente dura, necesitando estar dentro de el.
—No quiero hacerte daño, —respiró sobre la boca de Jimin, levantando la mirada, aterrorizado por el miedo que podría ver en el rostro de Jimin.
—No lo harás. —Los ojos elfos entrecerrados sedujeron, se burlaron y despojaron a Jungkook, haciéndole saltar chispas por la espalda.
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Elfo y Dragón #3 Kookmin
RandomEl príncipe Jungkook Amatista sabe que toda esa paz no durará pero trata de tomar todo lo bueno de ello que pueda, entonces las cosas se derrumban de nuevo más rápido de lo que espero. El príncipe descubre lo que es ser un esmeralda y el poder de es...