Capítulo 37

263 36 3
                                    

Jimin


Él era una cosa tan frágil, su dragón. Fuerte, feroz y absolutamente aterrador para algunos, pero vulnerable en momentos como este, los momentos tranquilos y apasionados que nadie más que Jimin veía. A la luz de la luna y el vapor, era un regalo oscuro, su cabello largo como aceite en el agua, su expresión intensa. Jimin sabía lo que temía, pero el tiempo aliviaría sus preocupaciones. Con cada día su dragón aprendería que estaba a salvo. Ya nadie podía lastimarlo. Jimin se lo diría, pero no ahora, ahora era para saborear, sentir y convertirse en uno, enredados en estas aguas cálidas.

Se quedaron hasta que la luna hubiera pasado. El pueblo se había retirado a dormir hace horas. El vapor rodaba sobre Jungkook cuando salió de la piscina. El aire frío mordió su piel bronceada, poniéndole la piel de gallina. En la piscina, Jimin vio a su dragón recoger su ropa, afligido por la pérdida de ese cálido cuerpo contra él.

—No le digas a Leah de este lugar. —Dijo Jungkook haciendo su cabello mojado hacia atrás y atándolo en un moño chorreante—. Se lo dirá al que toca el laúd y me veré obligado a tratar con él a la manera de los  dragones.

—Encantado, querrás decir. —Jimin se apoyó contra el borde, admirando a Jungkook desde abajo, mirando sus impresionantes piernas musculosas, muslos duros y culo apretado hasta que Jungkook ocultó la vista detrás de sus ajustados pantalones élficos. Eso no era mejor. De hecho, tenerlo escondido sólo hacía que Jimin quisiera desenvolverlo de nuevo.

—Eso también. —Jungkook hizo una pausa y cerró la mano alrededor del colgante en forma de dragón tallada en su cuello. Nunca se la quitó—. Continuaremos con esto en tu casa.

Nuestra casa.

Jungkook sonrió, y volvió a esconderse en la maleza hacia el pueblo, desapareciendo de su vista.

Jimin apoyó la cabeza en la superficie del agua. Las estrellas parpadeaban en silencio a través de un lienzo de oscuridad. La noche era tranquila, serena, como los pensamientos de Jimin. Llegaría un momento en que le preguntaría a Jungkook sobre el futuro, sobre lo que ambos podrían lograr, si Jungkook quisiera. Pero eso llegaría. Por ahora, la paz que habían encontrado aquí los sanaría a ambos.

Lentos aplausos rebotaron en el silencio como disparos de pistola.

Uno. Dos. Tres.

El elfo que se acercaba era difícil de ver, incluso con los ojos sensibles a la noche de Jimin. Vestía de negro y se movía en silencio, una sombra entre sombras. El reconocimiento agitó los recuerdos de Jimin. Había conocido a otro que se había movido con el mismo sigilo durante la noche, pero estaba muerto.

Él se acercó al borde de la piscina, la noche se desprendía de él y la espada del dragón ahora en su mano.

El labio de Jimin se curvó. —Taehyung. —Imposible. La herida que le había hecho había sido fatal. Murió en el barro donde Jimin lo había dejado. Y, sin embargo, aquí estaba.

—Ah, esa conmoción en tu rostro, —la sonrisa iluminada por la luna de Taehyung se estiraba como una navaja—, valió la pena, sólo para ver al gran Park Jimin sorprendido.

Jimin se agarró al borde de la piscina y escudriñó en la maleza, buscando en la oscuridad a Jungkook. No tenía motivos para regresar. Estaría de vuelta en el pueblo, encendiendo un fuego, esperando.

—Tu dragón te ha dejado sólo.

Jimin apretó los labios. ¿Cómo había vivido Taehyung y cómo había encontrado la espada? Leah había reclamado la que estuvo en las cenizas de Donghae. La otra se había perdido en el estuario. Esa debía ser la que ahora llevaba Taehyung. Y Jimin no tenía nada. Sin espadas, sin armas, y su ropa estaba esparcida donde él la había tirado. Él estaba… expuesto. La vulnerabilidad vertía hielo por sus venas.

Elfo y Dragón #3 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora