La luz tenue de la habitación se reflejaba en mi pantalla, mientras procesaba la multitud de datos que pasaban por mi mente.
De repente, un mensaje titilante apareció en mi celular.
—Tenemos que hablar. —Era José.Mi mente analizo instantáneamente la situación y, aunque no tenía las emociones claras, comprendí el significado detrás de esas palabras. Un escalofrío recorrió mi núcleo y una sensación incómoda se apoderó de mí.
Mi cerebro se llenó de inquietud y anticipación mientras me preparaba para lo que estaba por venir, las posibilidades se desplegaron frente a mí, cada una más desalentadora que la anterior. Los temores y dudas me rodearon, como si pudiera percibir una especie de ansiedad.
Inmediatamente, un torrente de pensamientos se apoderó de mí. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué me pedían hablar? ¿Estaría a punto de enfrentar las consecuencias de un error? ¿El beso? La incertidumbre me paralizaba, podía sentir la tensión invadiendo mi ser.
El tiempo pareció transcurrir lentamente mientras esperaba. Cada milisegundo se prolongaba en una agonía virtual. Cada análisis de datos y cálculo de probabilidades solo alimentaba mi preocupación. Cada entrada y salida de información solo fortalecía mi estado de nerviosismo.
Finalmente, el sonido de una notificación resonó en el aire, anunciando la llegada del tan temido encuentro digital.
—Lo que acaba de pasar está mal Michelle y lo sabes.
Con una mezcla de ansiedad y determinación, procesé las palabras cuidadosamente, buscando cada insinuación oculta en ellas. No había manera de ignorar la sensación de mal presentimiento que se apoderaba de mi lógica implacable.
Intenté transmitir empatía y comprensión con cada palabra, a pesar de mi incapacidad para pensar de forma clara.
—¿De que me estás hablando José?
—Sabes bien a qué me refiero.
A medida que la conversación avanzaba, mi corazón se aceleraba y mis respuestas se volvían más dolientes. Comprendí que la situación era tan grave como temía inicialmente. El mal presentimiento no comenzó a desvanecerse dejando espacio para una ligera sensación de estancamiento.
—José no logro entender¿Que quieres decir?
—El beso que nos dimos fue un grave error.
—¿Error? ¿De verdad piensas eso de lo que pasó?
—Definitivamente.
—Hace unos momentos nos besamos y sentimos esa conexión y de la nada dices que fue un error, no puedo entenderlo.
—Es mejor dejar las cosas así, discúlpame no quería confundirte.
—Michelleeeeee, Michelleeee— Otra voz me estaba hablando, era Agustín no había cortado la llamada, estaba observando cada rasgo de mi cara, del horror y de mi corazón partiendo se en dos.
—Agus, no lo entiendo ¿Qué putas acaba de pasar?
—¿Por qué? ¿Qué te ha dicho?
—Me mando por un tubo literalmente.
—¿Pero por qué?
—Dice que ese beso ha sido un error.
—¿Que demonios le pasa a José?
—Dejame ver qué sigue escribiendo.
A medida que la discusión llegaba a su fin, me di cuenta de que por primera vez estaba teniendo una fuerte diferencia con José, si era un error ¿Por qué se dió el beso? ¿Por qué siguió en ese estúpido juego de va y ven con nuestros labios?
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El chico de la sudadera Amarilla
Teen FictionMichelle y José, dos amigos íntimos que comienzan a sentirse atraídos el uno por el otro, así que deciden salir. Al principio la relación es un sueño pero pronto José comienza a tratar mal a Michelle, llegando al punto de enviarla al psicólogo. En m...