Otra vez no

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26 de mayo

Fue una tarde maravillosa la que pasamos José y yo. Él había venido a mi casa con la única intención de dejarme su computadora para que pudiera hacer un examen que tenía pendiente, pero al final decidimos quedarnos a platicar y disfrutar de la tarde juntos. Apenas llegó, nos dedicamos a instalar la computadora y a buscar los archivos que necesitaba para mi examen. Una vez que todo estuvo listo, nos sentamos en la sala y comenzamos a platicar.
La tarde estaba nublada, pero a pesar de eso se sentía una agradable calidez en el ambiente. Decidimos preparar algunas botanas y comprar refrescos para disfrutar de un agradable momento juntos. Mientras yo buscaba los refrigerios, José se sentó en el sofá y comenzó a contarme anécdotas de su vida y el como le había ido el día de hoy en la escuela. Fue una conversación muy enriquecedora, y me encantó poder conocer más de él.

Después de un rato, nos sentamos en la mesa de la cocina y comenzamos a disfrutar de las botanas que habíamos preparado. Había todo tipo de bocadillos, desde papas fritas hasta galletas y chocolates. Nos reímos mucho y compartimos anécdotas graciosas. La tarde transcurría de forma muy relajada, y era evidente que ambos estábamos disfrutando mucho de esta agradable compañía.
Hablamos de todo, desde los planes para el futuro hasta los gustos en común que teníamos. Descubrimos que éramos muy parecidos en muchos aspectos, lo que hizo que la conversación fluyera de manera natural. Hablamos de música, películas, viajes, e incluso de nuestros estudios. José estaba estudiando Ingeniería, así que me contó sobre sus proyectos y las investigaciones en las que estaba trabajando. Fue fascinante escucharlo hablar con tanta pasión sobre su carrera.
La tarde se estaba convirtiendo en noche, pero ninguno de los dos quería que terminara. Decidimos pedir pizza para seguir disfrutando de la tarde. Mientras esperábamos la comida, nos sentamos en la sala y seguimos platicando. La conversación se volvió más profunda, y comenzamos a hablar de temas más serios. Hablamos sobre la vida, el amor, los sueños y las dificultades que habíamos enfrentado. Fue un momento de conexión muy especial, y me sentí muy a gusto compartiendo mis pensamientos y emociones con José.

Cuando llegó la pizza, nos sentamos a la mesa y continuamos con nuestras pláticas interminables. La comida estaba deliciosa, y seguimos disfrutando de cada bocado mientras seguíamos compartiendo experiencias y anécdotas. Hablamos hasta que salió la noche, y cuando finalmente nos dimos cuenta de la hora, nos sorprendimos de lo rápido que había pasado el tiempo. La convivencia había sido tan placentera que ni siquiera nos dimos cuenta de que habían pasado tantas horas.

—¿Me dejas pasar a tu baño? — Preguntó José

—Claro, ya sabes dónde es.

Caminó por el pasillo hasta el baño y yo me quedé cerca de ahí observando el cuarto de visitas y actualmente mi gimnasio.
Cuando menos me dí cuenta José estaba atrás de mi tomándome por el hombro.

—¿Qué es aquí?

—El cuarto de invitados y mi gimnasio.

Procedí a impulsarme y dejarme caer en la cama, me enderece y le di una palmada a la cama mirando a José, indicándole que se sentara a mi lado, así lo hizoy se sentó a mi lado.
Por un momento nos dimos la vuelta y quedamos boca abajo de forma horizontal de la cama viendo el suelo en silencio para posteriormente voltearnos a ver el techo con su brazo al rededor de mi abrazándome y respirando de manera tranquila.
Volvimos a mirarnos de la misma forma que los anteriores días como si todo se hubiera esfumado y solo fuéramos los dos en el mundo.
Terminamos por acostarnos de forma vertical en la cama y extender nuestros pies para después tomarme por sorpresa y tomarme de la cintura.

—¿No te molesta que esté tan cerca de ti?
—Le pregunté.

—Para nada Michelle, solo somos amigos.

El chico de la sudadera AmarillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora