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—¿No les da miedo el herpes?

Cristiano levantó ambas cejas y abrió los ojos, pero decidió ignorar la pregunta, en medio de todo ese gesto, para continuar con su desayuno.

—No seas cobarde y habla en singular, tengo que ser el único que te puede responder eso.— reclamó Gareth, quien se estiró para robar el durazno a medio comer frente a Toni, mismo que evitó reclamarle, solo porque en efecto, la pregunta era para él... es decir, Luka y Sergio solo se acostaban entre ellos, y ninguno de los dos lo tenía. Luka tragó saliva, queriendo salvar a su amigo, pero, al sentir el apretón suave de la mano de Sergio, comprendió que su novio deseaba ver cómo se tornaba la situación.

—¡No lo soy! Igual y Cris también puede contestar. — refutó el rubio, señalando con la palma a Cris, mismo que se encogió de hombros.

—Ni siquiera sé qué es eso, yo sí tengo mi estándar. — reclamó Cristiano, evidentemente ofendido: el tono de su voz no era alto, pero el acento que tenía se acentuaba cuando denotaba sus aires clasistas. Eso hacía reír a Sergio, pero solo a veces. Solo cuando a Cris no se le ocurría hacer un comentario así frente a Luka, o directamente hacerle ese tipo de comentarios a él.

Sergio bajó la vista a su mano libre: el fino anillo que relucía en el índice de la diestra, que era la mano que más usaba. Él qué habría podido saber de anillos de promesa, solo entendía que quería ver una y otra vez el detalle que no se comparaba ni de lejos con el que él le había dado a Luka... aunque él le había agradecido el ramo de flores. Todavía era temprano para que descubriera por qué era diferente al resto de ramos que le había regalado, pero Sergio evitó sentirse muy ansioso.

—¿Perdón?

—Como escuchaste. — reclamó Cristiano, continuando con su comida; los brillantes, y extremadamente azules ojos de Gareth, se centraron en Sergio y Luka, quienes se encogieron de hombros.

—¿Por qué lo preguntas, Toni?

—Solo lo pensé. . . perdón.— reclamó el alemán, encogiéndose de hombros. Ahora se sentía expuesto.

—Es que no quiere que le tomes de su vaso... o que le regreses el durazno. Termínatelo. — defendió Sergio, con su ligereza habitual, Gareth sonriendo, enarcando ambas comisuras de sus labios, el mentón un poco abajo, como un gato que espera a atacar: le guiñó un ojo, y le dio otra mordida al durazno. A pesar de conocerlo de hace mucho tiempo, años incluso, todos podían reconocer que apenas entendían cómo Gareth podía estarse follando a un durazno. Habría sido extraño si no hubiera sido tan guapo.

—Sin problemas. — reclamó el inglés. —¿Me van a vetar veinte días?

—Solo diez. — agregó Toni. Bueno, es que cómo él iba a estar seguro, al final había preguntado solo porque Gareth lo había incitado.

—Me parece justo. — Bale se encogió de hombros. —Como sea, llegué entonces a mi casa como a las. . . tres de la mañana. Y a eso iba, ni vayan a joderme hoy. Tsk. — rodó los ojos en dirección a Toni.

—Ya te pedí perdón. — agregó el alemán. —¿Y ustedes? ¿Todo salió bien? —

Luka asintió, y apretó la manita de Sergio, mismo que sonreía con entusiasmo.

—Ahora estamos comprometidos para comprometernos. — adelantó, levantando la mano donde tenía el anillo.

—Que cursis. — reclamó Cris.

—Bueno. . . definitivamente ahora solo seré yo al que se le juzgue por el herpes. — murmuró Bale, como si el tema le hubiera afectado, aunque no lo hacía.

La realidad era que jamás había tenido miedo a ello. Ni él, ni, a decir verdad, ninguno de sus amigos. Siempre observaba bien a la gente con la que se iba a acostar, y tenía años haciendo eso... usaba protección, sabía cuidarse, e iba a chequeos médicos bastante seguido, solo por si acaso. Todo estaba bien, y todos lo sabían.

Maybe I'm the problemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora