Capítulo: 4 ✓

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Joder

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Joder... su espalda, sus curvas, todo en esa chica es perfecto, no hay ninguna marca en ella, se ve tan pura.

¿Qué me pasa con todas las chicas rubias desde que conocí a la Rubia Peligrosa? Todas se parecen a ella.

Las delicadas ondas en su pelo, la piel tan blanca y reluciente de su espalda, la manera en la que el ligero viento mueve algunos mechones rebeldes de su cabello.

Mi pantalón comienza a apretarme y eso solo significa que la jodida erección que traigo crece aún más con cada detalle que observo de ella. No me puedo quedar más tiempo aquí; necesito ir a algún lugar a esperar a que se me pase el calentón.

Hago un esfuerzo por apartar la mirada y entrar por completo en el bar. Mientras yo permanecía embobado mirando a esa chica en la entrada, Melani entró en el bar y se reunió con unas amigas. Aprovecho ese momento de distracción y me dirijo al baño.

Al parecer, el baño es compartido. Decido salpicarme un poco de agua fría en el rostro y luego me meto en uno de los cubículos para esperar a que se me pase el calentón.

¿Cómo he caído en esto?

La puerta del baño se abre y entra una persona, seguida de otra poco después.

Lo que me faltaba, tener acompañantes mientras paso una erección, genial.

¿Qué pueden hacer dos personas entrando al mismo tiempo en un baño? Seguro van a liarse.

Abro un poco la puerta del cubículo cuidadosamente y como no veo a una rubia... ¿De dónde salen tantas rubias?

Con un vestido azul oscuro y un saco de hombre por encima de los hombros, y otra mujer castaña de pelo rizado. Ambas están de espaldas, por lo que no sé quiénes son.

—¿Qué pasó Emmi? —le pregunta la castaña a la rubia.

En qué lío me he metido por una rubia. ¿Desde cuándo me han gustado tanto las rubias?

¿Cuántas veces he dicho ya la palabra rubia?

—No le he podido responder a Carlos. Sí, me ha preguntado lo que suponíamos y te juro que estaba dispuesta a aceptar... pero he sentido algo muy raro.

Vaya tela con las mujeres, siempre saben lo que se traen entre manos unas con otras. Yo flipo.

—¿Qué te pasó? ¿Él te hizo algo? —pregunta la castaña.

—No, no, no me hizo nada, fue algo que sentí con un chico al que ni siquiera le vi la cara. Sentí su mirada en mi espalda desnuda y no sé, me sentí... caliente — responde la rubia.

Hostia, la rubia de la entrada a la que no podía dejar de mirar, ¡es ella! ¡Sintió mi mirada y la puso a mil!

—¡Emma Estelle Johnson, te sentiste deseada! —grita la castaña, como si fuera lo más emocionante que le hubieran contado.

(1) Roma: Al derecho y al revés, es amor © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora