Capítulo: 21

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Empieza a toser por la presión ejercida por mi mano en su hombro.

—Por favor, suéltame— tose— me estás lastimando— suplica, pero no lo escucho, solo veo a Emma en ese carro y la rabia incontrolable de tenerlo tan cerca.
—¡Suéltalo!— exclama alguien, haciendo que desvíe mi atención y él aproveche para zafarse.

Busco las llaves de mi moto en mi bolsillo y me pierdo en la carretera. Mientras siento como los celos se apoderan de mí y surgen en forma de sudor frío por mi frente aunque tenga el viento en contra.

Nada más llegar cierro la puerta de un tirón, voy hacia mi habitación y la cierro con seguro detrás de mí.

—Hey, ¿qué te pasa?— dice mi abuela de el otro lado de la puerta, apenas inaudible cuando pongo la música en mi habitación.

Hago caso omiso de ella y le subo más el volumen a las bocinas, si es que eso es posible.

Miles de escenarios pasan por mi cabeza: él consolándola, abrazándola, tocándola, besándola, follándosela.
<<¡Mierda, NO!, lo último no. Jonathan, ella no se dejaría, ¿o sí?>>.

—¡Mierda!— grito y lanzo al cristal de mi espejo lo primero que veo encima de mi mesita de noche.

12:00 pm.
—Jonathan, está aquí Leo. Sal de ahí, ni has comido nada desde ayer— dice mi abuela, del otro lado de la cerradura.
—Voy— la voz me sale ronca. Como si hubiera estado toda la noche durmiendo y la realidad es que no he dormido nada.

—Tío, ¿no dormiste?— pregunta Leo al notar mis ojeras, con la voz pastosa y pintas de pedo.
<<¿De qué me burlo, yo debo de estar igual o peor?>>.

—No y tú mucho menos— me siento a su lado.
—¿Y Emma?
<<¿Por qué todos me preguntan por Emma?, ella ha preferido irse con Carlos. Que le hablen y pregunten a él>>.

—¿Y esa cara?
—La única que tengo— respondo de malas formas.
—Ya yo sé lo que te pasa— asegura— deberías ir a hablar con Emma— sugiere.
—No— respondo rotundo —no sabes lo que pasó, no me digas lo que debería de hacer.
<<Ella es lo que debe de verme. Ella es la que debe hablarme>>.

8:30 pm.
—Ya no aguanto más— mustio, a la vez que tomo las llaves de mi moto y mi teléfono de encima de la mesita.

—¿A dónde vas, Jonathan?, ¿qué te pasa?— grita mi abuela desde la cocina, viéndome partir.
—No me esperes despierta— aviso.

No digo más nada, no quiero desquitar mi rabia con la única persona de esta casa que me quiere.

Manejo y manejo. Inconscientemente o a propósito, la noche me lleva hasta su casa.

Para cuando me doy cuenta, estoy escaleras arriba hacia su habitación.
<<A la mierda mi orgullo. Necesito verla, pedirle explicaciones>>.

Su rostro y su pelo recogido en una alta cola de caballo se dejan ver en el marco de la ventana, abriéndola para mí.
<<¿Cómo supo que era yo?>>.

—¿Qué te pasó?— reacciono ante su venda en la cabeza y la pequeña curita que cubre parte de su pequeña frente.
—¿Ya preparaste tu excusa?, digo, al menos que sea algo creíble— espeta enojada, tratando de soltarse de un agarre en su muñecas que ni yo mismo había notado.

—Yo, te vi..— mis palabras quedan cubiertas por las suyas cuando me interrumpe.
—¡No hay excusa ni disculpas que valgan!, aunque estuviera enojada contigo tuviste un día entero para ir a verme, al menos fingir que te importaba algo— camina hacia su cama, visiblemente aturdida, aunque su enfado no es de alguien que no esté bien.

(1) Roma: Al derecho y al revés, es amor © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora