Capítulo: 50. Parte 2✔️

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¿Ya he dicho ya que esta chica me vuelve loco? No importa, lo diré de nuevo: ME VUELVE COMPLETAMENTE LOCO.

Sus ojos se abrieron tras sus propias palabras; el azul intenso de su mirada me hipnotizó. Le amasé los senos, asegurándome de darles a ambos la misma atención bajo su mirada extasiada en el espejo. Cuando sentí que no podía más, le di una suave nalgada para que me envolviera con sus piernas, y así lo hizo, compartiendo mi estado. La llevé a la cama, y aunque me hubiera gustado mucho apartar sus braguitas a un lado y disfrutarla con los dedos antes, con ese estampado gracioso de su ropa interior de fondo, no podía soportar; me quité la ropa bajo su mirada, se las quité y me hundí en ella directamente, sin barreras. Ambos soltamos un suspiro de alivio por la calidez y la añoranza, y me rodeó con sus piernas, perdiéndome en su anatomía y calor. La besé por todas partes, no dejando ni un solo rincón sin explorar, haciéndola mía de mil maneras. Cuando estallé en su interior, bien profundo, cerró los ojos con fuerza, echó la cabeza hacia atrás y su cuerpo se apretó; mi cuerpo sudoroso cayó sobre el suyo y la cubrí por completo con mi peso, aclamándonos el uno en el otro. Creo que ya podríamos decir que estábamos completamente saciados (por ahora).

[...]

3:30 am.
Despierto. Su pecho desnudo y suave está ligeramente frío contra el mío debido al maldito aire acondicionado, que parece tener envidia de lo calientes que estábamos hace solo unas horas. Además, ya no puedo escuchar sus pequeños ronquidos ni la sutil agitación de su respiración. Nunca me perdonaré por haber olvidado lo jodidamente mal que duerme y lo adorable que es mientras lo hace.

¡Maldición, se va a resfriar! ¿Cómo no lo pensé antes?

Solo tenemos la mitad del cuerpo cubierto con una sábana, y mi cuerpo está encima del suyo (vaya novedad). Mis dedos de los pies están absolutamente congelados, así que imagínate cómo estarán de erguidos esos preciosos picos si me muevo siquiera un poco.

—Mmm... —me quejo al tener que descruzar mis pies de los suyos para acercarme más y cubrirla con mi cuerpo y manos alrededor de su cabeza, sobre la almohada. El aire me congela hasta los tatuajes, por lo que aún no estoy seguro de si ella estará bien así.

—Deberías ponerte mi camisa —intento sugerirle suavemente, pero me sale como un gruñido y se sobresalta debajo de mi cuerpo. No estaba dormida, lo sabía; demasiada tranquilidad. No me engaña, ni aunque lo intentara—. Si me muevo siquiera un poco más, te vas a resfriar —lo último que experimenta su piel cuando susurro y toco su oído con mis labios intencionalmente no es un sobresalto, sino más bien evidencia de lo igual de pervertidos que somos.

—¿Tú crees? —pregunta con tono inocente, mientras retiro parte de mi cuerpo de encima para que ella misma se convenza, tratando de ignorar las reacciones de su cuerpo al frío—. A-ah, está bien —me da dos palmaditas en el pecho y con los ojos cerrados me dejo caer del otro lado de la cama boca abajo, para que vaya a por mi ropa, se proteja y huela a mí (más).

—Vuelve pronto, cariño —suplico contra las sábanas, pasando la mano por su lado en el proceso, extrañándola al instante.

¿Somos unos cursis? Sí. ¿Nos molesta? Para nada.

Escucho el resonar de los pasos de Emma sobre el suelo de madera, y el sueño casi vuelve a apoderarse de mí antes de que un teléfono molesto y vibrante comience a sonar desde la mesita de noche a su lado. Justo al lado, sobre la lámpara, cuelgan las bragas con Piolín que le quité; (¿cómo llegaron ahí? No tengo ni idea) están mojadas, así que antes de acostarnos tuvo que ponerse otras completamente negras. Pero dejemos eso de lado, lo que importa es quién demonios llama a las 3:00 am y luego cuelga al escuchar mi voz. Ni siquiera alcancé a ver el número o qué nombre tenía registrado.

(1) Roma: Al derecho y al revés, es amor © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora