Capítulo: 13

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Toma mi mano y la jala en un muy fallido intento de que me levante de su cama.
Afloja la fuerza y aprovecho para que de un jalón caiga sobre mí.
<<Justo donde la quiero>>.
—Eres un capullo— dice mientras envuelvo mis manos en su cintura.

—¿Cómo has subido?— pregunta frunciendo levemente el ceño.
—Por la escalera que había en el jardín.

—¿Y si alguien te veía?— se tensa.
—Me da igual.
<<Y es la verdad, yo solo quería venir a que me escuchara, no pensé en las consecuencias>>.
—Claro, te da igual, porque en tu barrio no están pendientes a la más mínima cosa que hagas para irse de chismosos con tus padres—sube el tono de voz.
—Cálmate, no es para tanto.
<<Lo que la gente diga o piense está sobrevalorado>>.

Sus ojos me miran echando chispas.
<<Haz algo, Jonathan>>.
—¿Que me calme?, ¿cómo carajos me voy a calmar cuando hay un chico en mi habitación y mi novio está...— estampo mis labios contra los suyos.
Me lo corresponde al instante.
<<Esa es mi chica>>.
Nuestros labios se mueven al mismo tiempo como una danza perfecta.

Me incorporo pegando mi espalda a la cabecera de la cama para que pueda sentarse a horcajadas encima de mí.
Nuestras partes se rozan justo ahí donde deben.

Su aliento es fresco, como a menta, sus labios suaves y tibios, esto es tan bueno que podría convertirse en una adicción.
<<No me reconozco, esto habría pasado unas semanas antes y ya estaría follándomela. No se que cojones me pasa>>.

Somos interrumpidos por una voz que proviene de la puerta: es un hombre, parece ser su padre.
—Emma, Carlos te está esperando, para despedirse de ti, ya hemos cenado.
<<Que oportuno>>.

Después de una última mirada se levanta de mi regazo. Seguido de ella yo también me levanto para ir hacia la ventana.

—Ya voy, me estoy vistiendo— contesta y no hay respuesta del otro lado de la puerta.
—De mañana no pasa que hablemos— digo.
<<Ni un puto día más>>.
Relame sus labios y asiente.
<<Puto Carlos>>.
Es preciosa y no es consciente de lo sexy que es, sin un mínimo de esfuerzo.

Salgo por donde mismo he entrado. Bajo escalón por escalón con extrema cautela, para no llamar más la atención de lo que ya llama la escalera. La dejo en el lugar donde la he cogido y voy hacia mi moto.

Al llegar a mi casa, como no, mi padre estaba esperándome en la sala.
<<Lo que me faltaba>>.

—Jonathan, ¿dónde estabas?— pregunta con la vista fija en el periódico.
—Con unos amigos.
—Con esas ratas, haciendo carreras ilícitas, me das vergüenza.
Cierro mis puños con fuerza en un intento de controlarme.
<<No quiero pelear hoy>>.

—En vez de venir a la empresa familiar a trabajar conmigo y a ser alguien de bien, andas por ahí como una rata, como si lo necesitaras.
—No voy a ir a la empresa familiar, no me apetece jugar a la familia feliz.
—Te pagué la universidad, una carrera, gasté casi 2 millones de dólares en tu educación para que ahora te dediques a ser una rata que le huye a la policía.
—Pagaste por la carrera que te gustó a ti, no a mí y te recuerdo que me obligaste a terminarla.
—Lo único que falta es que la policía te descubra en una de esas carreras, yo si no te voy a sacar de la cárcel.
No dice nada más, se levanta del sofá y va hacia el pasillo.
Suspiro en frustración y voy hacia mi habitación.

Al día siguiente:
—Pichón, vamos todos a casa de unos amigos de tu padre, ¿te apetece venir?
Solo con mirarla, basta, es la única que me entiende.
—Le diré a tu padre que no irás porque me vas a ayudar a hacer algo, pero con una condición.
—Ya te dije que sí iré a conocer a la dichosa chica, abuela— resoplo.
—No es eso. No seas plomo Jonathan, necesito que vallas a la tienda de alfarería a recoger un encargo que he hecho, de unas tinajas para el jardín.

(1) Roma: Al derecho y al revés, es amor © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora