Capítulo: 45✔️

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La mirada confundida de mi abuela se posó en mí, sus cejas fruncidas revelaron su total desconcierto ante mis últimas palabras, dejando un vacío doloroso de duda en mi interior

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La mirada confundida de mi abuela se posó en mí, sus cejas fruncidas revelaron su total desconcierto ante mis últimas palabras, dejando un vacío doloroso de duda en mi interior.

—Pero Emma, ella... —comenzó a hablar, y mis oídos estaban en alerta máxima después de escuchar ese nombre por segunda vez en un mismo día. Era como algo inolvidable. Oír su nombre se sentía como la seda, y pronunciarlo para mis adentros me gustaba y todavía me gusta aún más.

—¡Vicky! —exclamó mi madre repentinamente, su voz aguda penetró en mis sienes sensibles, haciéndome cerrar los ojos con exasperación. Sonrió y dijo nerviosa acercándose a mi abuela hasta tocar su hombro—. Ah, ella ya se fue. Me olvidé de decirte algo cuando estábamos esperando afuera. ¿Me acompañas a por un café y te lo cuento?

Ella asintió y ambas fueron a buscar café. Lina se quedó conmigo, mientras mi padre, perdido en su teléfono, apenas notaba lo que ocurría a su alrededor. Lina me dio un beso en la frente, sus labios estaban helados, y se sentó a mi lado junto a la camilla. Al regresar, noté la mirada llena de dolor y nerviosismo de mi abuela, lo cual me desconcertó. Parecía como si quisiera decirme algo, pero algo la retenía. No estoy seguro al cien por ciento, ya que no me encontraba ni me encuentro en mi mejor momento, pero esa fue la sensación que experimenté y se prolongó en los siguientes días.

Después de dos tortuosos días en este lugar que siempre huele a desinfectante y frustración, me siento mejor; al menos ya no siento ese constante latido en la sien. Aún tengo un ligero dolor en las costillas y en las magulladuras de la cara, pero ya es soportable. Los médicos dicen que en unos minutos me darán el alta, así que me estoy preparando para salir con la ayuda de mi abuela.

Mi madre recoge algunas de las pocas pertenencias que me quedan después del accidente: mi billetera y la ropa, mientras me brinda una mirada de consuelo, como si pudiera saber justo en ese momento lo que estoy pensando, deseando que los recuerdos puedan recuperarse al igual que las pertenencias. Aunque no pierdo la esperanza, confío en que uno de estos días recuperaré todos mis recuerdos, o al menos alguno de ellos.

Al salir, un carro negro reluciente parece estar esperándonos. Mi abuela sujeta mi hombro, mientras mi madre hace lo mismo del otro lado para ayudarme a mover las piernas, que aún se sienten rígidas e inestables.

—¿Quieres una pastilla para dormir en el camino, hijo? —pregunta la mujer que asegura ser mi abuela, su voz impregnada de cariño, mientras acerca su hombro a mi rostro para que pueda apoyar la cabeza en él, tras ayudarme a subir al carro reluciente.

—En la mochila traigo algunas pastillas para el dolor —dice Lina. Alcanzo a ver cómo mi abuela se voltea para mirarla con sus intensos ojos grises, casi congelándola con la mirada. No estoy seguro de nada, pero desde el día en que ella preguntó por esa chica, "Emma", y mi madre se la llevó a tomar un café, su mirada hacia Lina se ha vuelto áspera y sus gestos descuidados.

(1) Roma: Al derecho y al revés, es amor © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora