Nota: hay un capítulo antes de este, si Wattpad te trajo directamente aquí fue un error.
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Siempre hay algún refugio en un abrazo
Siempre hay alguna luz en la ciudad.
—Valen más, Morat.
Zoé
Mi nombre me encanta. Cruella lo eligió especialmente para mi. Es de las pocas cosas que ella me ha dado que tienen un valor significativo; como aquel dije con la inicial de mi apellido que me había dado en mi cumpleaños, mi único regalo de su parte. Mi tía Luisa me había explicado que mamá siempre decía que, si algún día llegaba a tener una hija, la llamaría Zoé, como su banda favorita. Al menos no me llamo Paula, como su canción favorita.
Podía jurar que no me importaba y bromear sobre la falta de instinto maternal de Hannah y sobre el nulo cariño hacia mi persona, pero al final siempre me produciría ese dolorcito en el pecho que ella no me quisiera ni un poquito. Y no podía entenderlo. No podía entenderla.
¿Por qué no puede quererme?
¿Tan horrenda persona soy que ella no siente un pequeño gramo de amor por mi?
Se supone que es lo que hacen las madres, amar incondicionalmente a un hijo, en cambio, ella me hace sentir como el peor monstruo que habita tras la puerta del armario.
Cuando era niña, la abuela siempre decía que debía amar a mi madre a pesar de todo, porque los seres humanos cometemos errores y somos unos estúpidos. Y juro que trate de amarla a pesar de todo, pero había momentos en los que no podía hacer algo más que odiarla.
Como hoy.
Alguna vez alguien dijo que si algo podía salir mal, saldría peor.
La abuela solía decir que para ser pequeña cargaba con un pesimismo enorme. Y tenía toda la razón. Siempre he creído que las desgracias vienen juntas, una detrás de otra para asegurarse que sufras lo suficiente por un largo periodo de tiempo, así cuando te dejen en paz ni siquiera así podrás dejar de pensar en ellas, de torturarte con las secuelas que han dejado en tu vida.
Estúpidamente creí que ella no se enteraría de nada relacionado a la comisaría, o de los golpes que le había proporcionado a la perfecta Elena. Pero no corrí con esa suerte, pensándolo bien, nunca corría con suerte. Aquella noche de lunes, cuando volví a casa después de pasar todo el día con Jude y Kaden, la encontré esperando por mi en el sofá. Solo por su expresión sabía que lo que se venía no era nada bueno. Al parecer Elena no había perdido el tiempo en ir con el chisme.
Me dejó caminar hasta su dirección y detenerme frente a ella. Entonces se levantó y lo primero que hizo fue darme una bofetada. El dolor se esparció con rapidez, recordándome que justo allí tenía los esqueléticos dedos de Elena marcados en mi piel, escondidos debajo de las capas de maquillaje que Jude había aplicado para que no fueran notorios.
—Tienes suerte que el padre de esa chica no pusiera una denuncia en tu contra por agresión —espetó con total furia—. Pero quizás debería hacerlo, para que aprendas una lección y entres en cintura de una vez por todas.
No me dio tiempo a decir nada cuando la vi tomar una bolsa negra que reposaba al otro lado del sofá. Las alarmas se encendieron en mi cuando ella comenzó a caminar a grandes zancadas hacía el patio trasero de la casa. Una mala sensación junto al hormigueo en mi cuerpo fueron mis compañeras mientras la seguía, sentí mi corazón detenerse al igual que mi andar cuando vi el fuego abrazador en el centro del patio, en medio de la noche la llama era tan notoria como aterradora.
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DIME SI VAS A QUEDARTE (QUÉDATE OTRA VEZ #1) ©
RomanceUn chico enamorado condenado a la friendzone. Un plan para conquistar a la chica. Unos borrachos que se salieron de control. Una noche en comisaría que ayudo a cambiar todo. Un beso robado. Planes inesperados y otros que fueron cambiados. Y muchos...