32. TEETH

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—5SOS.

River

Ella a veces estaba y a veces no.

En ocasiones parecía que lo único que quería era a mi y después se alejaba y me evitaba.

Un momento estábamos bien y al otro no sabía que había hecho mal para que me dejara sin previo aviso.

Se había convertido en una rutina.

Y a veces me enfadaba e irritaba por el maldito juego que tenía.

Y entonces ella volvía, pedía disculpas mientras se desnudaba y yo caía.

Volvíamos a estar bien. Se quedaba y cuando estaba segura que me había dado lo suficiente como para que no la soltará se acercaba a la puerta y se marchaba de mi vida por unos días.

Era desgastante. Pero de alguna forma no podía soltarla. Y las palabras de Greg se colaban en mi mente haciendo eco por cada rincón mientras su maldita voz se burlaba de mi. Y casi que daba risa que justo cuando comenzaba a darle la razón a Mason ella llamaba y me hacía olvidar todo.

Sabía que ambos éramos culpables en destruirnos de esta manera. Ella por su maldito juego y yo por no ponerle un alto. Y es que no podía, la sola idea de no tenerla más me aterraba. Así que simplemente seguíamos, enterrando los días en los que ella se había vuelto experta en evitarme incluso en el mismo salón de clases, dejando solo a flote los buenos momentos que últimamente solo compartíamos en la privacidad de la habitación. Y es que desde aquella noche se había abierto una brecha entre ambos que crecía con el paso de los días.

Estaba mal, sin embargo, ninguno de los dos quería parar. En ocasiones, durante esos días en los que ella me sacaba de su vida, la culpaba por no terminar de alejarse de una vez, por siempre volver a sabiendas de que yo estaría esperando por ella porque era lo suficientemente débil como para no poder soltarla. Y luego me culpaba a mi, por darle un pase directo a que lo hiciera. Cómo lo estaba haciendo ahora mientras abría la puerta de casa para dejarla pasar después de una semana de evitarme.

—Te extraño —dijo en un susurro y se lanzó a abrazarme, aferrándose a mi cuerpo con fuerza.

Supongo que al final siempre seré la persona más débil ante ella. Porque en ese momento mi enfado se había disipado. Devolví su abrazo con fuerza, transmitiéndole lo mucho que le había extrañado también.

Entonces no había más palabras. Ella me besaba con ganas, sin contención.

Terminábamos en la cama, desnudos, sudorosos, cansados pero satisfechos. Hacerlo con Zoé era distinto, había escuchado muchas veces que el sexo con alguien que amas es un nivel que jamás podrás superar, porque el amor que sientes por esa persona es un plus. Y para mí era así, porque con ella era incomparable, adictivo. Y también porque ahora, era el único momento en que realmente me sentía cerca de ella. Después del sexo era como si una barrera se levantará entre ambos, una que quizás ella imponía y yo jamás podía derribar por más que lo intentara.

Hice el amago de tocarla, no de una manera sexual, solo quería sentir la suavidad de su piel contra la palma de mi mano, quería sentirla cerca.

Su móvil sonó y ella se levantó de la cama. Mi mano cayó inerte sobre su lugar vacío. Era exagerado, pero incluso aunque acabará de levantarse parecía que ya estaba frío.

Suspiré escuchándola hablar, dándome su espalda desnuda. Cuando la llamada finalizó comenzó a recoger su ropa, poniéndosela a toda velocidad.

—¿A dónde vas? —pregunté viéndola alejarse en dirección a la puerta. Ni siquiera se había molestado en decir nada, y no lo habría hecho si no lo hubiera preguntado yo.

DIME SI VAS A QUEDARTE (QUÉDATE OTRA VEZ #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora