30. HER

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Zoé

—Te quejas todo el tiempo de que Will siendo un adulto parece un crio de cinco años y ¡Sorpresa! Ambos son iguales. Unos críos —vocifere haciendo gestos con ambas manos.

River me observó como si hubiera insultado hasta su tatarabuela y se llevo una mano al corazón siendo el dramático que es.

Podía irme, podía hacerlo, pero era una maldita masoquista idiota porque quería quedarme con él.

—Tú no dijiste eso.

—¿Quieres que lo repita?

Una sonrisa torcida fue todo lo que recibí de su parte. ¡Madre mía! Nadie entiende a River. Antes estaba molesto y ofendido y ahora me sonríe. Aunque debo admitir que su sonrisa es hermosa, no puedo evitar sentirme confundida con sus cambios de humor y él no ayuda mucho.

En pocos segundos pareció recordar que estaba molesto conmigo pues la sonrisa se le esfumó.

Nuestras miradas quedaron enganchadas en ese momento, sin decir una sola palabra. Me sorprendía como River hacia que todo cambiará con tan solo una mirada. Sus ojos grises hipnóticos me atraían a él como abejas a la miel.

—¿Qué tengo que hacer para que me perdones? —pregunté acabando con el silencio.

Yo no quería preguntar eso, pero lo había hecho, y en ese mismo instante una idea se cruzó por mi mente. Más que una simple idea, eran muchas imágenes que me tenían queriendo juntar las piernas en busca de una presión silenciosa.

River altera demasiado mis malditas hormonas.

—No necesito que hagas nada —espetó con dureza.

Sentí su voz en todo mi cuerpo.

Vale, me había excitado por nada.

—No quiero que sigas enfadado conmigo —tenía la necesidad de hablar, pero también quería otras cosas, pero no las haría—. Extraño al chico que me escucha hablar de libros y responde mis llamadas a las tres de la mañana.

River suspiro, como si el mero hecho de estar aquí conmigo representara una tortura, dejo caer la cabeza en el respaldo de la silla, llevándose ambas manos al cabello. Se quedó en silencio durante tanto tiempo que la impaciencia me hizo ponerme de pie, mis pies me llevaron automáticamente hacia él. Me situé entre sus piernas en el mismo momento que River se incorporo. Me miró a los ojos, luego a los labios, fue descendiendo hasta que sus ojos se toparon con el jersey que llevaba esa noche, Zaid me lo había dado luego de que Cheryl tirará su bebida en mi blusa. La mirada de River se torno posesiva a medida que seguía bajando, hasta que llegó a la cinturilla de mi falda. Colocó su mano en ella, ejerciendo una simple presión que me hizo contener el aliento mientras su mirada se desplazaba a mis piernas desnudas. River relamió sus labios, mi corazón se saltó un latido y mi intimidad comenzó a humedecerse presa de la excitación que él me provocaba.

—Si queremos que esto de ser amigos funcione, no debemos volver a besarnos —argumentó mirándome la boca.

—Lo sé —dije en apenas un susurro.

Sus brazos se cerraron en torno a mi cintura, dejándome pegada a él de un segundo a otro. Mi cuerpo contra el suyo hacia que mi corazón latiera con frenesí.

—Y debemos poner distancia entre nuestros cuerpos —continuo, sus manos se colaron por debajo de mi jersey, tocándome justo en la piel, haciendo que se erizara por completo, sintiendo mojarme cada vez más.

—Sí —contuve un jadeo, ese simple roce de sus dedos en mi piel me estaba poniendo mucho—, deberíamos.

Nuestras bocas se encontraron a medio camino. Ambos necesitados del otro.

DIME SI VAS A QUEDARTE (QUÉDATE OTRA VEZ #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora