34. OLVÍDALA

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River

Intenté caminar a casa incluso cuando la lluvia se soltó. Tenía su voz dando vueltas en mi cabeza, sus ojos marrones llenos de lagrimas torturándome, haciendo cada paso que daba pesado. Los ojos me ardían producto de las lagrimas que me negaba a soltar.

Me dolía el pecho de una manera en la que jamás había dolido, era como si alguien lo tuviera entre sus manos y lo apretara para conseguir hasta la última gota de sangre.

Creí que ya había sentido el dolor de un corazón roto, pero esto era mil veces peor.

No esperaba que esto terminara así. No esperaba tener que verla besando a otro para que el valor de ser yo quien me alejará esta vez llegará.

Cada palabra fue difícil de pronunciar mientras la veía a los ojos, las lagrimas tan jodidamente difíciles de contener mientras todo lo que quería hacer era llorar por nosotros. El maldito te amo que había escapado de mis labios fue una tortura, porque sabía que ella no sentía lo mismo, y quizás nunca lo haría. Aún cuando había dicho que me quería, ¿de qué me servía eso ahora? No necesitaba palabras, necesitaba acciones, y esas mismas acciones habían gritado por ella muchas veces, más de las que quisiera ser capaz de recordar porque duelen tanto.

Ella puede decir que me quiere, pedir mil oportunidades más jurando que va a ser diferente, pero ya no le creo, ya no estoy dispuesto a dejar que acabe conmigo. Había aceptado que me rompiera el corazón solo con la condición de que fuera ella quien lo arreglara después, pero eso dolía cada vez más, era insoportable hasta decir basta.

Y esta noche había terminado con esa maldita costumbre. Pero no terminé con el maldito dolor que tenía arraigado en el pecho.

Me dolía saber que no la tendría nunca más, pero no se si me dolía en la misma medida o un poco más saber que si me quedo ella no dudará en dejarme, en lastimarme.

Ella es tan dañina para mi, ojalá pudiera dejar de amarla para que deje de doler.

¿Siquiera algún día podré dejar de amarla?

Porque no lo creo posible, dejar de amar a Zoé suena como lo más irreal que he pensando en mi vida. Y olvidarla, eso también suena imposible.

Un auto ralentizo su andar a mi lado, mire de reojo, la ventanilla bajo dejando ver a Oliver con una sonrisa triste que aparentaba ser burlona como siempre.

—¿Ha pedido un taxi, señor Alexander?

Apreté los labios y volví la mirada al frente dispuesto a ignorarlo para que me dejara solo.

—Sube, no seas idiota. Un corazón hecho mierda es peor si te resfrías.

—Vete a la mierda, Oliver.

—No se cómo llegar, por eso tú vas a llevarme.

—Quiero estar solo —espeté, Oliver jamás entendería las indirectas.

—Y yo ser millonario, pero no se puede tener todo en la vida. Así que sube de una vez.

—¿Qué parte de quiero estar solo no entiendes?

—Ya tuviste tu momento dramático para caminar bajo la lluvia lamentándote, deja de comportarte como un idiota y vamos a beber hasta que se te olvide como te llamas.

***

Sabía que el alcohol no era buena idea, pero me daba lo mismo. Estaba desesperado por encontrar algo que anestesiara el dolor y todos los malditos sentimientos.

Pero no lo estaba consiguiendo.

Estaba ebrio hasta el culo.

Ni siquiera podía levantarme de la silla sin que todo diera vueltas, y en otro momento hubiera sido gracioso, pero ahora era deprimente.

DIME SI VAS A QUEDARTE (QUÉDATE OTRA VEZ #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora