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Era viernes y todavía recordaba cómo había dejado a Karma dormido, cuidadosamente, sobre el sofá antes de irse a casa casi a las diez de la noche

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Era viernes y todavía recordaba cómo había dejado a Karma dormido, cuidadosamente, sobre el sofá antes de irse a casa casi a las diez de la noche. También recordaba el día siguiente, lo mucho que disfrutó salir con él al cine y el vuelco que dio su estómago cuando le dio ese pequeño beso en la mejilla.

¿Había recibido un regaño por esas salidas? No, más como una mirada de decepción y todavía más ley del hielo de parte de su padre.

No se arrepentía de haber pasado ese día con Karma pero, a pesar de la calidez que sentía en el pecho al recordar al chico plenamente dormido junto a él, era demasiado. Era esa misma calidez y un sentimiento extraño en su estómago que lo llevó a tomar una decisión que llevaba sosteniendo desde el día anterior.

-¿Vas a seguir sin hablarle? -cuestionó Ren con un tono de desaprobación.

Akabane estaba sentado con dos chicas y un chico, todos de la Clase C, en una silla bastante alejada de la suya. A pesar del alboroto de la cafetería, el castaño era consciente de las miradas que el oji cobre lanzaba de vez en cuando a su mejor amigo.

-¿Ahora lo defiendes?

-No, pero... -suspiró-. Dijiste que está pasando por un momento difícil.

El castaño había sido gentil al no mencionar exactamente a qué momento difícil se refería aunque lo supiera.

Gakushū no era del tipo que compartía los problemas de los demás con nadie -tampoco los propios, a decir verdad-, pero el día anterior había pasado más de tres horas en casa de su mejor amigo, actualizándolo acerca del asunto de Karma y sincerándose sobre los recuerdos que la situación había revivido. Recuerdos de su infancia que creía haber enterrado hasta que vio al pelirrojo sufriendo por ellos.

-Ya sé, ya sé -se masajeó la sien-. Pero eso no significa que tengo que estar siempre con él.

-No significa que tengas que ignorarlo, tampoco -se inclinó sobre la mesa para poder hablar más bajo y Gakushū lo imitó para poder escucharlo-. No sigas el ejemplo de tu padre, Gakushū. La ley del hielo no es la respuesta a todo, ¿Sabes?

El pelinaranja dió un respingo y se acomodó de nuevo en su silla, mirando a su amigo con el ceño fruncido.

-No lo había pensado así -admitió en voz baja.

-A veces el silencio lastima más que las palabras -reiteró, logrando que Asano bajara la mirada hacia sus manos.

Sí, él sabía lo que era ser ignorado por alguien querido; quisiera o no aceptarlo, su padre siempre había sido su héroe desde niño. Cuando su madre se fue de la casa y su padre lanzó su sistema educativo, hizo todo lo que pudo para impresionarlo. Odiaba que aún existieran en él los remanentes de ese pequeño niño, que quería enorgullecer al mayor y se moría por algún gesto de cariño, el que fuera.

No podía odiar a Gakuhoū por más que intentaba, y sus miradas denigrantes y su silencio le dolían más que cualquier insulto que este pudiera decirle. Sin embargo, Sakakibara tenía razón; estaba comportándose justo como él.

1.11 [Karushuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora