Capítulo IV

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Ya era la quinta vez que fallabas el blanco y empezabas a irritarte. Tú no eras así, siempre habías sido la primera de tus entrenamientos, siempre te destacabas y resaltabas por tu desempeño.

Fácilmente podrías echarle la culpa a la terrible resaca que cargabas encima, al igual que todos tus compañeros, pero en el fondo sabías que eso no era lo que no te dejaba concentrar.

No podías dejar de pensar en lo que había ocurrido la noche anterior.

Te habías despertado muy temprano en la mañana, incluso con el punzante dolor de cabeza consecuencia del alcohol, y te fuiste casi 2 horas antes al entrenamiento. No querías verle la cara a Konig, sabías que tendrías que hacerlo en algún momento, pero preferiste lidiar con eso más tarde.

En la mañana, el grandulón seguía acostado en la misma posición que había caído desmayado la noche anterior, te acercaste para verificar que estuviera respirando con normalidad y todo estaba en orden.

-¿Qué tienes en el cuello? -preguntó uno de tus compañeros sacándote de tus pensamientos.

Rápidamente te tapaste.

-Una alergia -balbuceaste-, este maldito calor me tiene mal. Hasta ronchas me salen.

Él no pareció completamente convencido, pero el entrenador les llamó la atención por estar conversando a mitad de entrenamiento y tuvo que centrarse en su tarea nuevamente, suspiraste aliviada.

Cuando Konig te había agarrado del cuello la noche anterior, no lo hizo con tanta fuerza, pero tú tenías la piel bastante sensible, así que no te sorprendió que te quedaran marcas. Maldijiste para tus adentros.

Te sentías abrumada por todo lo que tenías en la cabeza, los entrenamientos, futuras misiones, la situación de la noche anterior. En especial lo último. No sólo te perturbaba que no podías dejar de pensar al respecto, sino el hecho de que por más que quisieras negarlo, estabas plenamente consciente de que lo habías disfrutado.

Cada segundo de ello.

Decidiste sentarte sofocada por el ardiente calor y tomarte un respiro. Tú mente se fue nuevamente a la noche anterior, la manera en que te besó desesperadamente, como te sujetó del cuello, como te apretó la cintura. Jadeaste. Sólo de repasarlo sentías como tu ropa interior se humedecía.

Sacudiste la cabeza tratando de alejar todos esos pensamientos, frustrada.

-¡Tengo que concentrarme! –dijiste para ti misma enojada y te levantaste para volver al entrenamiento.

Cuando levantaste la cabeza, pudiste divisar un hombre encapuchado caminando en tu dirección, era Konig. Sentiste instantáneamente como tu corazón se aceleraba violentamente.

-¡Entrenador, debo ir al baño urgentemente! –gritaste y sin esperar respuesta, huiste en dirección contraria en la que venía el encapuchado.

Así estuviste todo el día, escapando cada vez que veías al hombre que ya había intentado varías veces acercarse a ti. Incluso te llevaste un par de regaños de tus superiores por irte sin avisar en varias ocasiones.

Suspiraste.

Ya era de noche, tenías que volver a tu habitación y sabías lo que eso significaba. Ibas a tener que hacerle frente a la situación.

Caminaste agotada a la puerta del cuarto y la abriste lentamente. Como pensabas, estaba ya Konig ahí. Parecía estar preparándose para una misión nocturna. Entraste y miraste al suelo para no hacer contacto visual. Sentiste la cara caliente y sabías que te estabas poniendo toda roja.

-Buenas noches –dijo el grandulón después de mirarte unos segundos.

-Buenas –balbuceaste y trataste de encaminarte rápidamente al baño.

-Oye –te detuvo a mitad de camino-, sobre lo de anoche...

-¡Anoche! –lo interrumpiste haciéndolo sobresaltar- ¡Que noche! ¿verdad?

Estabas hablando más alto de lo que pretendías, sentías tus manos sudar, los nervios te abrazaban.

-¡Dios mío! –Seguiste diciendo- bebí tanto que no recuerdo nada. Llevó todo el día con una resaca de los mil demonios. Uhg, me imagino que tú también.

Te miró con cautela unos segundos antes de responder.

-¿No recuerdas nada? –preguntó confundido.

-Nada de nada.

-Pero yo...

-Tú tampoco debes de recordar nada –volviste a interrumpir- también bebiste un montón ¿cierto?

No respondió.

-¡Bueno! Te dejo, veo que estás ocupado ¿Otra misión nocturna? –el hombre asintió- ¡Mucha suerte!

Caminaste rápidamente al baño y te encerraste.

Sacaste aire de tus pulmones y te pusiste una mano en el pecho. ¿Qué acababas de hacer? Los nervios te habían traicionado. ¿Realmente lo correcto era fingir que nada había sucedido? ¿Había creído una palabra de lo que acababas de decir? Tenías la cabeza hecha un lío.

Decidiste darte una ducha para despejarte y pensar un poco más claramente. Quizás para tener paz lo que necesitabas era afrontar la situación, hablar al respecto.

Sólo pensar sobre eso te hacía sentir una ansiedad increíble en el pecho. Pero sabías que era lo que había que hacer. No eras una niña pequeña, cuando eres adulto se supone que das cara a los problemas.

Saliste de la ducha decidida a conversar al respecto, por más inquietud que te causara. Sólo fue un acontecimiento a consecuencia del alcohol, sí, ambos estaban muy borrachos y son cosas que suceden. Ambos eran lo suficientemente adultos para ser maduros al respecto.

Cuando abriste la puerta del baño, Konig ya no estaba, ya se había ido a su misión.

Suspiraste de alivio.

¿Quizás si te había creído? Caminaste a tu cama y te tiraste en ella. ¿Quizás realmente él no recordaba lo que había sucedido? Estaba muy borracho... Pero tú también, y recordabas cada segundo. Cada sonido, Cada sensación.

Pusiste la cara en la almohada y gritaste frustrada. No poder dejar de pensar al respecto te hacía sentir desesperada, nunca había estado así antes.

König x lectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora