Capítulo XXVI

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Durante su vida entera, Konig siempre luchó con el hecho de que por más que le diera vueltas a algo en su cabeza, nunca podía encontrar las palabras correctas para expresarlo.

Además de eso, tenía muchas actitudes que se sentían fuera de lo normal, a veces se encontraba a sí mismo atormentado alrededor de un pensamiento sobre algo los demás parecían haber olvidado demasiado pronto.

Era como si el ruido dentro de su cabeza, nublaba todo lo que tenía alrededor.

«Es ansiedad, debes trabajar en ello.»

Le decían las personas a su alrededor, a veces incluso en tono burlón, pues decían que era bizarro que alguien de semejante tamaño, padeciera de semejante cosa.

De joven pensaba que cuando creciera iba a ocurrir una de dos: O aprendía a expresarse de manera acertada (O aunque sea decentemente entendible) o por lo menos se resignaba al hecho de que era algo imposible para él, y se acostumbraba a vivir con ello.

Pero ninguna de las dos ocurrió.

Ni logró encontrar una manera de expresarse claramente, ni tampoco se volvió menos frustrante a medida que pasó el tiempo. De hecho, fue incluso peor, mientras más crecía, más vergüenza le daba el no ser capaz de muchas cosas, por más que lo intentara.

Cosas que a los demás les salía naturalmente, donde parecía que no tenían que hacer el mínimo esfuerzo, a él le costaba muchísimo.

Incluso llegó un momento donde se rindió, decidiendo dejar de intentarlo, y enfocarse en cosas en las que sí era bueno. Así fue como llegó a la milicia.

Sin embargo, no contaba con que incluso en la milicia, se necesitaban habilidades mínimas de comunicación, por lo que ese oscuro sentimiento de hundimiento siguió creciendo dentro de él.

Cuando las cosas se pusieron difíciles y se decidió que las habitaciones procederían a ser compartidas por la cantidad de reclutas que quedaban por fuera, Konig tuvo un ataque de pánico. Su habitación era su único lugar seguro, el único lugar donde sentía que de verdad podía sentir paz y tranquilidad.

Empezó a planear tácticas para ahuyenta a cualquier persona que le pusieran como compañero, cada vez que fuera necesario, con el objetivo de que al final se rindieran y lo dejaran sólo, pero cuando resultó que su compañero de habitación fuiste tú, simplemente no pudo.

-Mucho gusto, espero podamos llevarnos bien –Fue la primera frase que dirigiste a su persona cuando se vieron por primera vez.

Solamente esa frase, fue suficiente para desarmar completamente a Konig, quien tuvo que abandonar todos los planes que llevaba días formando.

El primer día que les tocó compartir como compañeros, fue bastante estresante para él, pero después que se dio cuenta de que no lo forzabas a mantener conversaciones incomodas ni a hablar por lo general como las demás personas solían hacer, bajó la guardia. Eras una persona bastante tranquila y acoplada, lo cual fue maravilloso para él.

Te había visto anteriormente ya que había quedado impresionado un par de veces al ver como en los combates de entrenamiento a pesar de tu tamaño, siempre ganabas dándole palizas a tus contrincantes sin importar que tan grandes o experimentados fueran.

Y por esa misma razón estaba impresionado al ver que una persona con semejante fuerza tuviera tan suave voz y personalidad.

Te estuvo observando por un buen tiempo sin que lo notaras, e incluso antes de que tuvieran las interacciones que actualmente tenían, ya había quedado colgado de ti.

Por eso y muchas razones para él, el escuchar de tus labios que no querías verlo más era como una estaca al corazón, doloroso.

Y aunque sabía que quizás era algo del enojo del momento y no lo dijeras en serio, era demasiado angustioso y doloroso para él, y aún peor, tampoco tenía las palabras para explicártelo.

Agarro tus hombros fuertemente con una cara de desesperación que te sacó de tu lugar por un momento.

-Por favor perdóname, te lo ruego –Dijo casi al borde de las lagrimas- No me dejes por favor.

Konig se puso de rodillas soprendiendote y abrazó tus piernas con fuerza, casi haciéndote perder el equilibrio.

-Konig –dijiste horrorizada-,  ¿Qué estás haciendo? Levantate.

-No es que no esté feliz por ti, es sólo que no me agrada la idea de que tengas qur ir a misiones donde yo no esté presente, no voy a poder protegerte.

-Konig...

-Son misiones de alto rago ¿Tienes idea de lo peligroso qué es? ¿Qué si te ocurre algo? ¿Qué sería de mi entonces?

La voz rota de Konig te puso la piel de gallina, pusiste ts manos en su cabeza tratando de consolarlo, sin saber que más hacer.

-No sé qué haría si te perdiera... Yo... -Su respiración agitada- Creo que podría morir si algo te ocurriera.

-Oye, no digas eso –Lo regañaste.

-Sé qué es egoísta, mi manera de pensar –Dijo sollozando-, sé que debería confiar en tus habilidades y alegrarme por ti pero...

Te agachaste y lo obligaste mirarte.

-Oye, ya basta ¿está bien?

Konig te miró con los ojos húmedos.

-No ocurrirá nada malo, te lo prometo.

-Pero...

Pusiste ambas manos alrededor de su cara y lo miraste fijamente a los ojos.

-Escuchame, siempre que vaya a una misión, volveré, -dijiste sin dejar de mirarlo- no te voy a dejar sólo, siempre volveré.

Le diste un beso en sus húmedos ojos, el hombre se estremeció ante el contacto. Sujeto tus manos que rodeaban sus caras.

-Te amo...

König x lectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora