Capítulo XV

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Te parecía un poco cómico el hecho de cómo las manos que día antes habían golpeado a algunos individuos hasta la muerte (literal), en ese momento acariciaban delicadamente tu cabello.

Un hombre al que todos en ese lugar le temían, debido a su inmensa altura, debido a la manera en que ejecutaba las misiones, cegado como toro viendo rojo, sin detenerse hasta cumplir su objetivo, hasta que él o su contrincante no pudiera más; estuviera llenando toda tu cara de tiernos besos en ese momento.

Konig se encontraba aún encimado en ti, abrazándote, acomodando tu cabello mientras jugueteaba con él.

En algún punto, se había quitado la máscara, y honestamente, tenerlo tan cerca con la cara descubierta te hacía sentir un poco intimidada por lo guapo que era.

La situación te hacía sentir un poco extraña, era la primera vez en tu vida que después de que un hombre consiguiera terminar en esa situación contigo, no procediera a actuar fríamente, incluso un poco cruel después de culminar el acto. 

Claro, tampoco es que hubieras estado con muchos hombres antes, pero con los que habías estado, había sido de esa manera. Así que estabas un poco resignada ante el hecho de que en general, los hombres actuaban de esa manera siempre.

Por eso, no te sorprendió cuando viste al hombre levantarse y darte la espalda. 

Te preguntaste sí quizás a partir de ahora sí iba a intentar hacer la gestión para cambiar de habitaciones, ya que ya había obtenido lo que quería de ti.

Te removiste en dónde estabas sentada tratando de reincorporarte y sentiste un punzante dolor entre tus piernas que te hizo arrugar la cara.

-¿Te encuentras bien?  -Preguntó Konig volviendo, con tus prendas en la mano.

-Sí –asentiste, sabiendo en el fondo que no ibas a poder caminar correctamente por algunos días.

El hombre te vió con una ceja levantada.

-Ven, déjame ayudarte –dijo extendiéndote la mano.

Dudaste un momento, pero finalmente la aceptaste. Te ayudó a ponerte de pie y algo que sí te sorprendió fue el ver como Konig te ayudaba a vestirte nuevamente. 

Se arrodilló en el suelo y te ayudó a ponerte nuevamente tus pantalones con cuidado. La ropa interior no tenía caso ni intentar, pues la había destruido al quitártela rato antes.

Algo que no viste fue como tomó los restos de la misma y la escondió en su bolsillo antes de acercarse a ayudarte a vestirte.

Acomodó algunos cabellos de tu cabeza tiernamente y te plantó un mojado beso en la frente y luego otro en los labios. Te sentiste bastante sorprendida, pero no dijiste nada.

Konig te preguntó que a dónde irías en ese momento y le dijiste que tenías que ir a la enfermería y le explicaste por qué, pero que primero querías ir a darte una ducha porque te sentías toda pegajosa.  El hombre sin decir nada asintió, se puso nuevamente su máscara  y te tomó de la mano conduciéndote fuera del armario y llevándote por los pasillos en dirección a su habitación compartida.

König x lectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora