Capítulo VI

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Konig no tardó en dejar la habitación después de ducharse rápidamente, sin embargo, te quedaste sentada en el armario por otro rato, procesando lo que acababa de pasar.

Te levantaste y saliste del armario, te detuviste  frente a tú cama, justo donde habías visto al enmascarado hace unos momentos y fijaste la mirada en la almohada que usó anteriormente. La tomaste y sentiste la tela de la funda con tus dedos.

«Ojalá no la hubiera cambiado.»

Tuviste la fugaz idea de montar la almohada en ese mismo momento, para aliviar el dolor que sentías por la presión acumulada en la parte baja de tu vientre, pero sacudiste la cabeza. Tenías que volver al entrenamiento, estaban esperando por ti.

Caminaste como un zombie al campo de tiro y te encontraste con tu compañero que te había pedido prestador el chaleco.

-¿Qué te pasó? –Preguntó con los ojos abiertos de par en par- ¡Estás muy roja! ¿Estás bien?

Negaste con la cabeza quitándote el chaleco.

-Lamento la tardanza. Puedes usar el mío, yo sólo observaré la práctica hoy, no me encuentro del todo bien.

Tu compañero te miró sorprendido, pero antes de poder decir algo el entrenador ya lo estaba llamando impaciente. Corrió a su lugar de tiro y empezó la práctica.

Observabas como todos explosionaban sus armas, pero incluso el ruido fuerte, estaba en segundo plano en tu cabeza, ya que no podías dejar de pensar en lo que pasó minutos antes.

No podías evitar imaginar que tomabas el lugar de esa almohada, que era a ti que te agarraba fuertemente por las piernas, que eras quién causaba esos gemidos reprimidos de su boca. Apretaste un poco las piernas, empezabas a sentir más calor.

El entrenador se acercó a ti y te miró con una ceja interrogativa.

-¿Todo bien? –preguntó sentándose a tu lado.

Asentiste.

-Todo bien –sonreíste nerviosamente, tratando de disipar los pensamientos que tenías anteriormente-, estoy un poco mareada, una disculpa. Pensé que no era buena idea tomar un arma en este estado.

El entrenador te miró de abajo hacia arriba.

-Sabes... -dijo dándote una palmada en el hombro- Descansar también es importante.

Te sorprendió aquella oración, pensaste que te iba a regañar al ver que no ibas a participar en el entrenamiento, porque era uno de los entrenadores más estrictos. Pero, ¿estaba haciendo lo contrario?

Lo miraste.

-Sé que te has estado esforzando un montón últimamente soldado, todos se han dado cuenta. Es algo que admiro. Pero sobre exigirse demasiado puede traer consecuencias, así que por favor trata de descansar adecuadamente cuando tu cuerpo te lo pida ¿está bien?

Asentiste. El entrenador seguía dándote palmaditas en la espalda mientras seguía su discurso.

-Hablando de eso, ya que estamos conversando, quería aprovechar para informarte -A mitad de oración, viste caminar a lo lejos a Konig-, ya ves que te dije que no soy el único que ha notado que has avanzado exponencialmente en tus entrenamientos. Pues...

Pero ya no estabas escuchando lo que decía, tenías la mirada puesta en el hombre enmascarado que caminaba a lo lejos, fuera del campo de tiro. Tuviste que esforzarte por mantener serenidad en la cara. Lo que había pasado anteriormente volvió a tu cabeza.

De repente el hombre enmascarado puso su mirada en ti, sentiste como tu cuerpo se tensaba. ¿Se había dado cuenta que lo observabas? Empezaste a sentir como el calor te subía a la cara, pero no pudiste retirar la mirada.

Konig te miraba fijamente con el ceño fruncido. No asintió como habitualmente hacía a modo de saludo. Cruzó sus ojos de ti al entrenador que seguía hablándote y pasando sus manos por tu hombro. Apretó la mandíbula. Parecía molesto.

Tú, sin caer en cuenta, pasaste tu mirada de su cara a sus grandes piernas, y volviste a repasar el momento en que lo viste usar la almohada, como sus musculosas piernas se marcaban cada vez que daba una estocada. La manera en que los gruñidos apagados salían de su garganta cada vez más.

Tuviste que apretar las piernas suprimiendo la presión que sentías en tu humedad y te removiste incómoda en tu asiento.

-... Por eso, la próxima semana serás incluida en una de las misiones como francotiradora. Como petición de uno de los generales que ha estado observando tu desempeño últimamente.

-¿Qué? –Saliste de tu ensoñación al oír esa última frase.

König x lectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora