Capítulo 1

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Kiara

Observo a Jess moverse por la habitación con un vestido turquesa pegado a su cuerpo, girando al ritmo de una playlist aleatoria en Spotify. La música rebota en las paredes y cuando trastabilla en una vuelta, no puedo evitar reírme.

―¡Deja eso! ―intento arrebatarle el vestido, pero esquiva mi mano con facilidad, sonriendo triunfante.

―Solo si prometes ir conmigo a la fiesta.

Suelto un suspiro, cruzándome de brazos.

―Sabes que no. Tengo un montón de cosas por hacer.

―¿Un viernes por la noche? ―me mira incrédula, dejándose caer en la silla giratoria junto a mi escritorio.

Habíamos decidido pasar la tarde en mi casa después de un largo día de clases. El plan era relajarnos, ver alguna película, picar algo y escuchar música. Pero desde que llegamos, Jess no habia dejado de hablar sobre la fiesta de San Valentín del viernes. Yo, en cambio, no podía pensar en otra cosa que en evitarla.

Jess, mi mejor amiga desde segundo año, siempre a sido una romántica. Cada conversación termina en historias de amor que lee, idealizando encuentros casuales que podrían terminar en "felices para siempre". Su búsqueda del príncipe azul es incansable. Yo... bueno, digamos que no creo en esas cosas.

El amor es una pérdida de tiempo.  

―Vamos, será divertido. Necesitas conocer gente nueva. No puedes limitarte a mi y a tus padres ―dice, frustrada.

―Estoy bien así ―respondo, arrebatándole el vestido de las manos, esta vez con más fuerza. Me acerco al armario y lo cuelgo, cerrando la puerta con un pequeño golpe antes de que intente llevarse algo más.

Me dejo caer en la cama, empujando los cojines a un lado y cruzo las piernas.

―Kiara ―dice suavemente, sentándose a mi lado―, solo estaba bromeando. No tienes que ir si no quieres.

La miro y su expresión me desarma un poco. Tiene la frente ligeramente arrugada, como si estuviera intentando leer mi mente. Engancha sus brazos alrededor de mi cuello, tirándonos hacia atrás en la cama. No puedo evitar reírme cuando empieza a hacerme cosquillas en los costados. Me retuerzo y entonces me lanzo sobre ella, moviendo mis dedos por su abdomen y axilas, arrancándole gritos de risa.

Nos enredamos en una guerra de cosquillas. La cama pronto se convierte en un lio de sábanas y peluches mientras intentamos ponernos de pie sin dejar de atacarnos.

―¡Ya, ya! ¡Me rindo! ―grita entre risas.

Sonrío triunfante mientras me aparto, todavía riendo, con el cosquilleo recorriendo mi cuerpo. Jess se incorpora, quejándose mientras se acomoda la ropa y se sacude el cabello alborotado.

―Nunca más jugaré contigo ―dice, fingiendo molestia. 

El resto de la tarde pasa entre risas y tonterías en el teléfono. En algún momento, bajo a la cocina a hacer palomitas en el microondas y sacar un par de latas de soda de la nevera.

Mientras espero que las palomitas estén listas, camino por la planta baja, buscando algo en que entretenerme, pero no encuentro nada interesante. El olor a mantequilla fundida me llama de vuelta a la cocina y el microondas suena justo a tiempo. Sirvo las palomitas en un bol y subo nuevamente.

Cuando llego a la habitación, Jess ya ha vuelto a poner la música. Esta vez suena Feel This Moment de Pitbull y Christina Aguilera. Apenas entro, me arrebata el bol de las manos.

―¡Moría de hambre! Gracias, Ki ―dice con una sonrisa antes de meter un puñado de palomitas en su boca.

Bailamos, saltamos sobre la cama, comemos y reímos hasta que caemos agotadas.

Al final, ya tiradas en el suelo con el cuerpo adolorido de tanto reír, Jess me pregunta, todavía jadeando:

―¿De verdad no vas a ir a la fiesta?

Niego con la cabeza, demasiado cansada para una respuesta elaborada.

―Ve tú sola. Seguro atrapas a algún chico guapo.

Me mira con fingida indignación, entrecerrando los ojos.

―¡Qué simpática! ―dice―, aunque... sería mucho más divertido si fueras conmigo. Quién sabe, podrías conocer al amor de tu vida.

La miro con duda, arqueando una ceja. Jess solo sonríe de manera inocente antes de levantarse de un salto, tomar mi teléfono y el suyo, y encerrarse en el baño. La observo, confundida pero no sorprendida.

Bajo nuevamente a la cocina a dejar los platos vacíos. Me quedo un rato frente al cuadro familiar en la sala de estar. Nos veo a todos sonriendo en una imagen que parece perfecta. Pero sé que, como tantas cosas, lo que ves no siempre es lo que es.

La voz de Jess rompe mis pensamientos.

―¡Kiara, corre! ¡Tengo chisme!

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora