Capítulo 10

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Kiara

Mantengo una relación de amor-odio con el fútbol. Desde pequeña lo he visto, está en todas partes. Es el deporte oficial del país y en la escuela lo tratan como si fuera el único que importa. Otros deportes como la natación o el básquetbol parecen no tener el mismo valor.

Mi papá, cuando estaba en la secundaria, fue capitán del equipo y lo llevó a la victoria varias veces. Las repisas de su oficina están llenas de trofeos que lo confirman. Mamá, por su parte, era porrista y después de cada triunfo, como aquel que los llevó a las estatales, celebraban en grande. Risas, alcohol y felicitaciones.

A pesar de toda esta herencia futbolística, nunca logré conectarme con ese deporte. Incluso el hermano mayor de Jess, Justin, jugaba en la secundaria y a veces trataba de enseñarme lo básico cuando iba de visita. Pero para mí siempre fue lo mismo: una serie de reglas que nunca comprendí del todo. Aunque debo admitir que, cuando estoy en las gradas, al menos me divierto.

―¿Podrías moverte un poco? ― pregunta Liam, con una voz algo tímida.

Me cambio de asiento, quedándome en el extremo, mientras él se acomoda junto a Jess. Observo el campo de juego. El césped está verde y perfectamente cortado. El sol ya está desapareciendo, y las luces del estadio comienzan a encenderse mientras los jugadores calientan cerca de la portería. El lugar está lleno, como si todo el pueblo hubiera decidido venir.

Los equipos ya están formados, cada uno con sus colores y mascotas. El equipo invitado, los Leones, viene del pueblo más cercano. Jess me ofrece un hot dog que acaba de comprar a uno de los vendedores del estacionamiento, pero lo rechazo. Liam lo toma inmediatamente, diciendo que tiene hambre.

Mientras esperamos que el partido comience, conversamos sobre temas triviales. Jess parece interesada en que conozca más a Liam, pero mis pensamientos están dispersos. Estoy rodeada de personas que parecen disfrutar cada segundo del juego, pero yo no logro sentir lo mismo. Los autobuses siguen llegando, llenos de fanáticos. Esta cancha había sido cerrada por disturbios en partidos anteriores. Algo en el ambiente me incomoda.

―Esta gente no me genera confianza ― murmura Jess, apretando el brazo de Liam. ―Siento que van a lanzar una bomba en cualquier momento.

Liam sonríe, burlón. 

―Si te escuchan diciendo eso, probablemente lo hagan ― responde.

Arrugo la nariz cuando el olor a cigarrillo se cuela en el aire. Miro hacia mi alrededor y choco miradas con un chico. Tiene un piercing en el frenillo y me sonríe. Me resulta extraño y de inmediato entiendo por qué Jess está nerviosa.

Regreso la mirada al campo, intentando distraerme. Entre los jugadores, reconozco al número siete: Mark. Los shorts se pegan a sus piernas y la camiseta resalta sus músculos. Lleva la banda de capitán, como mi papá en su tiempo. Aunque detesto a Mark con todas mis fuerzas, no puedo evitar sentir una pequeña preocupación por él. Después de todo, fuimos amigos cuando éramos niños. Ahora parece tan serio, tan distante.

El partido avanza rápidamente. Vamos ganando 3 a 2, y Jess grita emocionada. 

―¡Gol! ¡Toma eso, ogro! ― se burla, provocando risas a nuestro alrededor.

Liam y Jess son tal para cual. Entre ellos, no paran de criticar la vestimenta de los demás y comentar sobre los errores en el campo, como si fueran expertos. Aunque no me molesta.

Mis pensamientos vuelven a lo que me tiene realmente distraída: esa carta. No he podido dejar de pensar en ella. Siento la textura del papel entre mis manos, las entradas del partido. Mi admirador secreto. Quiero descubrir quién es, pero también me aterra la idea. He hecho una lista mental de chicos que podrían ser. Todos tienen algo en común: son escritores o les gusta leer. Mark está en mi lista, aunque odio admitirlo.

Cuando el partido está por terminar, decido ir al baño. Jess se ofrece a acompañarme, pero la detengo. 

―No te preocupes, disfruta del partido. Regreso en un momento.

Me siento inquieta mientras camino hacia el baño, incómoda por las miradas de un grupo de chicos en la entrada. Fuman y beben sin disimulo. Uno de ellos me parece familiar, pero cuando trato de mirarlo mejor, ya no está.

De repente, escucho un carraspeo detrás de mí. El grupo de chicos me rodea, y uno de ellos, el que me resultaba familiar, se adelanta. Lleva una gorra de lana gris y una chaqueta de cuero.

―Buenas noches, bella dama ― dijo, con un tono burlesco. ―El poeta te manda un mensaje.

―¿El poeta? ― pregunto, sintiendo un nudo en el estómago.

Sin decir más, saca una bola de papel de su bolsillo y me la entrega. La acepto, aún dudosa.

―¿Qué es esto? ― pregunto, sin obtener respuesta.

―Solo hago mi trabajo. 

El grupo se aleja rápidamente, desapareciendo entre la multitud del estacionamiento. Me quedo sola, mirando la hoja de papel en mis manos.

La abro con nerviosismo.

Tu admirador secreto
(Número de teléfono)

Espero tu llamada, Kiara. Descubre mi secreto.

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora