Kiara
Sus manos recorren mi abdomen, atrayéndome hacia él. Suelto el aire contenido, perdiéndome en el reflejo del agua, lo hondo que aparenta y lo fría que debe estar.
—Aquí estamos —dije lentamente, disfrutando cada palabra. Aiden apoya su mentón sobre mi cabeza. Una pequeña incomodidad se asoma, pero la ignoro, feliz de tenerlo así. —¿Era este tu plan? ¿Seducirme con tus poemas hasta tenerme a tus pies? Porque lo has conseguido.
—Por supuesto. Nunca dudé de mis habilidades para enamorarte —responde, rodando los ojos con una sonrisa.
Me acomodo mejor entre sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo. Aún llevo su chaqueta y no pienso quitármela. Momentos atrás, cuando nuestros labios se encontraron, sellamos un trato: él se quedaba con mi libro de historia y yo con su chaqueta. Un recuerdo de este momento.
Pierdo la noción del tiempo. Nuestras respiraciones se entrelazan y cualquier razonamiento se desvanece. Mis labios cosquillean, ansiosos por más besos, pero necesito aclarar mis dudas.
—¿Cuándo me viste por primera vez? ¿Cuándo comenzó tu amor por mí?
—Hace unos años. Tenías trece cuando te vi por primera vez —una sonrisa tonta se dibuja en mi rostro mientras Aiden traza las líneas de mi palma, absorto en sus pensamientos. —Era vecino de tu abuela. A menudo te veía jugar por la ventana, eras una niña alegre, con una sonrisa que contagiaba. Creo que por eso me gustaste. En mi inocencia, pensaba que... —se detiene, frunciendo el ceño.
Confundida, lo miro.
—¿Qué pensabas?
—Que te enamorarías de mí y que tendríamos una enorme casa con un perro. —Sigue y una risa escapa de mis labios. —Una vez te escuché decir que querías un unicornio. Corrí a mi habitación y apunté en un viejo cuaderno que quería comprártelo. Hacerte feliz, ser la razón de tus sonrisas. Eso pensaba, Kiara.
Una corriente de electricidad sube desde mis pies hasta mi columna vertebral. Escuchar mi nombre en sus labios es... abrumador. Lo sujeto de las mejillas, que se sienten heladas, y observo sus rasgos en detalle.
Nos perdemos en la profundidad de nuestros ojos.. Hay un deseo escrito en su mirada, una respuesta impresa en mis labios.
—¿Tengo que preguntarlo? —susurra.
Asiento, ahogando el grito de alegría.
—¡Aquí vamos!
—Kiara.
—¿Sí, Aiden?
—¿Quieres ser mi novia?
—¡Sí! ¡Claro que sí! —me abalanzo a sus brazos, besándolo sin parar. Aiden ríe y me abraza, su espalda queda recostada sobre el muelle, que cruje bajo nosotros.
La luna brilla intensamente, como si celebrara en silencio. Un torrente de emociones recorre mis venas, haciendo que quiera gritar de felicidad. Aiden sonríe feliz a mi lado, pasándose la mano por el pelo repetidamente, alborotándolo aún más.
—Quiero conocer a tus amigos —digo y noto cómo se tensa.
—Claro, pero primero necesito resolver algunas cosas. —Su sonrisa intenta calmarme, pero no lo logra. Percibo la tensión en sus músculos, su postura se endurece.
Me incorporo. Mi expresión se torna seria.
—¿Prometes no tener secretos entre nosotros? —Asiente lentamente. —Te he contado casi toda mi vida, Aiden, y creo que no confías en mí. Entiendo que te cueste abrirte, pero ahora somos novios. Estoy dispuesta a ir a tu ritmo, pero intentémoslo. ¿Te parece?
—Eres increíble, Kiara —dice, mirándome fijamente. Un rubor natural tiñe mis mejillas. —Claro que estoy dispuesto a lo que necesites. Pensé que ya lo sabías.
—Solo quería que me refrescaras la memoria.
.・゜゜・❥・゜゜・.
Entro a la habitación en completo silencio, caminando en puntillas. Dejo mis tenis en la entrada, Jess duerme plácida en su cama. Me cambio y guardo la chaqueta de Aiden en el closet, inhalando su perfume antes de hacerlo. Puede que parezca una desquiciada, pero se ha vuelto mi olor favorito, después de mi perfume.
Al amanecer, regresamos a nuestras habitaciones, abrazados, escuchando el retumbar de nuestros corazones sincronizados en una generosa danza.
Apago la lámpara y me acurruco en el duro colchón.
A la mañana siguiente, me despierta el espantoso sonido de la alarma de Jess.Ella se disculpa, pero no desactiva la alarma.
—¡Jess! —grito, enterrando la cabeza en la almohada.—No te soporto.
—Escuché eso —murmura, enredada en sábanas blancas y con el cabello desgreñado.
—¿Para que activaste una alarma?
—El desayuno cierra a las diez, y el reloj está programado para las nueve.
Gruño mientras el aparato sigue vibrando. Exasperada, le lanzo el control del aire acondicionado y un sonido más ensordecedor retumba en las paredes.
—¡Lo rompiste! —dijo, sorprendida.
—Mis padres comprarán otro, no hay problema.
—Razones por las que quiero tener padres con dinero —rio entre el sueño. Ignoro su comentario y la acompaño al mundo de las nubes y los dulces.
Perdemos el desayuno y la excursión a las montañas, quedándonos en la habitación el resto del día, compartiendo chismes sobre el lugar y la noche anterior. Jess, emocionada, chilla y me zarandea el brazo.
Creo que al final sí encontré el amor. Mi chico especial.
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Cartas en Febrero ©
Romance¿Qué harías si encuentras una carta anónima donde un desconocido expresa el más devoto amor que siente por ti y descubres que el autor de dichos escritos es el líder de una banda de motociclistas? .... Portada hecha por: @SucreStars