Capítulo 14

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Aiden en multimedia.

Aiden

—¡No inventes! ¿Le temes a los payasos? —la escucho partirse de risa del otro lado. Una sonrisa se forma en mis labios.

Subo los pies a la cómoda, despeino mi cabello con una mano y miro al vacío como un tonto. Espero pacientemente que deje de reírse, deleitándome con sus risotadas. Kiara es una persona carismática y sensible a los chistes; se ríe hasta por una mosca que vuela cerca.

Aike y sus amigos se encuentran en la sala haciendo un trabajo escolar, papá trabajando esta , así que estoy a cargo de él esta noche. Los ayudé con algunos ejercicios de álgebra, pero me aburrí al tris.

—¿Y tú, a qué le temes? —pregunto.

—A nada. Soy una chica valiente.

—Y hermosa —agrego. 

Sus ojos marrones vienen a mi mente, imaginando mil escenarios en los que estoy con ella: abrazados, observando el atardecer en alguna playa; llevándola de paseo en mi motocicleta; viéndola usar mi chaqueta, con mi perfume impregnado en su dulce piel.

—¿Te he contado que estoy castigada? —carraspeo—¿No? Te cuento. En el insti hay una chica odiosa e insoportable. Se llama Dania: no sé si la conoces, espero que no. Hemos estado en la misma sección desde siempre. Para mi desgracia, sus padres pertenecen al círculo social de los míos, pero no son amigos, sino más bien... conocidos. —Busca las palabras adecuadas. 

<<No sé si también sabías que Mark y yo eramos amigos. Todo se torció cuando entramos en la adolescencia y él comenzó a salir con chicas; se volvió capitán del equipo de fútbol y popular en la escuela. ¡Me sentía solísima! Era mi único amigo en ese entonces, pero después llegó una rubia de pecas a mi vida.

<<...Me he peleado con ella porque me insultó, llamándome de formas que no voy a mencionar. Me abalancé sobre ella y la golpeé.

Termina su relato, soltando una exhalación.

Digiero sus palabras. Pensar que alguna vez Kiara y Mark fueron amigos me revuelve el estómago. Saber que la abandonó en un mundo lleno de juicios e hipocresía como el de la secundaria me enfurece.

Sé lo abusadores que pueden llegar a ser los estudiantes y lo duro que es no sentirse aceptado en ningún grupo. Ver a todos salir de fiesta, seguirse mutuamente en redes sociales y pasarse la tarea por no entender un tema... a mí solo me buscaban por eso último.

Era un cerebrito, tímido y asustadizo. Los chicos de grados mayores robaban mi merienda y me golpeaban sin descanso. Cuando regresaba a casa, los encontré con otro chico, di la vuelta en silencio. Era tarde, uno de ellos me había visto y me obligó a mirar lo que hacían.

Le escupieron y tiraron sus libros. Forcejeé intentando escapar; lágrimas de impotencia caían de mis ojos.

—¿Qué dijeron tus padres? —normalizo mi tono de voz, que se escucha agudo. Los recuerdos me invaden y lucho contra mi cerebro para no echarme a llorar.

—Mamá no dijo mucho, papá me riñó y felicitó a la vez —ríe—. No tengo la mejor relación con ellos. A veces pienso que no les importo, que soy lo mejor de sus vidas y, así, me encierro en un bucle sin fin.

Suspira.

—Te aman, Kiara —digo.

—Lo sé, pero vendría bien que lo dijeran.

El silencio se apodera de la habitación. Esta es una noche de recuerdos: las imágenes de la primera vez que vi a Kiara jugando en el jardín de su abuela regresan. Recuerdo las palabras de aliento de mamá para acercarme y hacerme su amigo; nunca lo hice. Ella nunca se fijaría en un cerebrito, repetía.

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora