Capítulo 23

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Kiara

Pongo pie en la biblioteca y el abrupto cambio de temperatura me estremece. Miro a mi alrededor mientras avanzo hacia la mesa de Aiden y su grupo. Reconozco a uno de ellos de inmediato: cabello largo, gorro de lana y cadena... ¡Claro! Es el chico del partido de fútbol que me entregó el número telefónico. A su lado, veo a dos chicas de cabello azul y verde. De pronto, todo encaja: ellas son las mismas de la ruidosa mesa de hace meses.

El grupo me mira, incrédulo, como si mi presencia allí no fuera posible. Aiden desliza un brazo por el respaldo de mi silla en cuanto me siento a su lado, una declaración silenciosa que provoca que el resto guarde silencio. La bibliotecaria nos mira de reojo, con las cejas ligeramente fruncidas.

—Chicos, ella es Kiara, mi novia —dijo Aiden, poniendo especial énfasis en la última palabra.

Sonrío, un poco incómoda pero también aliviada cuando el ambiente se relaja. Uno a uno se presentan: Edward, el castaño que había imaginado un poco arrogante, pero que me sonríe con una chispa en los ojos; Ebba, la chica de cabello verde, es quien más curiosidad me provoca con su actitud relajada; Chicago, con su melena azul y aire distante, parece ser la pareja de Brand, quien resulta ser el mensajero del grupo. Zack, el moreno, no dice mucho, pero Aiden me había hablado antes de él: su mejor amigo.

Mi primera impresión de ellos no fue precisamente buena. Pensé que eran egocéntricos y desordenados y aunque tienen una energía peculiar, pronto me doy cuenta de que no son nada de lo que esperaba. Hay una expresión que encaja perfectamente: No juzgues un libro por su portada.

La conversación fluye. Son atrevidos, sin filtro, pero ... inteligentes. Sus voces se elevan, haciendo eco en la biblioteca. Me pregunto si alguien más estará pensando lo mismo que yo cuando los vi por primera vez.

Bajo la mesa, Aiden toma mi mano. Lo miro de reojo, pero él sigue mirando hacia adelante, jugando con mis dedos de manera distraída. Recuesto la cabeza en su hombro, el calor de su piel me tranquiliza.

—Te quiero —murmuro en su oído, mirando hacia los altos estantes.

—Yo te amo —responde en voz baja, tan suave que apenas lo escucho.

La conversación gira hacia la banda y Chicago me explica su funcionamiento. Intento concentrarme en cada palabra, pero mis pensamientos empiezan a divagar. Entiendo lo esencial: no son la única banda de la ciudad; todas tienen símbolos que las representan, un territorio ganado y un líder. Aunque, según Brand, antes solían participar en peleas y robos, Aiden puso fin a eso tras la muerte de su madre.

Noto cómo Aiden se tensa cuando mencionan a su madre. Un cambio sutil, pero suficiente para que el ambiente se enfríe un poco hasta que alguien cambia el tema.

—No te preocupes, Kiara —dice Edward, lanzándome una mirada tranquilizadora—. Ahora eres parte del grupo. Nos aseguraremos de que estés protegida, dentro y fuera del instituto.

—La princesa de la escuela —agrega Zack con una sonrisa irónica.

Miro a Aiden, quien no parece estar contento con el apodo, aunque no dice nada.

Nos dispersamos cuando suena la campana para la siguiente clase. El grupo se levanta, empujando las sillas hacia la mesa. Me sorprendo cuando los veo recoger sus cosas.

—¿De verdad van a clase? —bromeo, sin ocultar mi asombro.

—Odiamos el sistema, pero tampoco queremos repetir el año —responde Edward, lanzándome una mirada juguetona mientras caminamos por los pasillos abarrotados.

—Sería un castigo tener que regresar aquí otra vez —agrega Zack, encogiéndose de hombros—. Y los del sur son insoportables.

—Opino lo mismo, pero con ustedes —bromeo, sintiéndome más cómoda a medida que avanzo junto a ellos.

Edward se lleva la mano al pecho, fingiendo estar herido.

—Hieres mis sentimientos, Kiara —dijo con un tono dramático que me hace reír.

Cuando suena el segundo timbre, el grupo se despide de mí con un gesto rápido. Edward agita la mano con exagerada gracia mientras se aleja. Sonrío para mí misma. Es extraño, pero siento que me he encariñado con estos chicos en un solo día.

Más tarde, Aiden y yo vamos en su moto hacia La Taberna, el bar de la banda. La idea me pone nerviosa, aún no estoy acostumbrada a sus amigos y mucho menos a la idea de estar rodeada por más personas como ellos. Me pregunto cómo serán los otros, aquellos que viven realmente ese estilo de vida.

Cuando llegamos, el ambiente es denso, casi intimidante. Las chaquetas de cuero, los cortes de cabello extravagantes, los tatuajes y piercings están por todas partes. Siento que no encajo. Trato de sonreír a quienes se acercan a nuestra mesa, imitando los gestos de saludo y riendo cuando es necesario, pero dentro de mí, siento un nudo de ansiedad que no logro deshacer.

—Calma, son tatuajes temporales —susurra Chicago, notando mi incomodidad mientras observo a una pareja con tatuajes que cubren todo su cuerpo.

—Me gusta tu cabello —le digo, tratando de cambiar el tema.

Ella se gira y sonríe levemente.

—Gracias. A mí me gusta el tuyo. El flequillo te da un aire de chica buena.

—¿Y no lo soy? —bromeo, arqueando una ceja.

—Si lo fueras, no estarías aquí —responde, con una pequeña sonrisa de complicidad.

De pronto, las luces bajan y el sonido de unos altavoces interrumpe la conversación. Giro la cabeza hacia el pequeño escenario al fondo del bar, donde una banda comienza a tocar. Aiden está allí, de pie junto al micrófono, con una guitarra colgada sobre su hombro.

Mi corazón se detiene por un segundo.

Cuando comienza a tocar Beautiful Things de Benson Boone, siento que el mundo desaparece a mi alrededor. Cada palabra, cada acorde parece dirigido solo a mí. Nuestros ojos se encuentran y por un momento, todo lo demás deja de existir. Las emociones me abrumany sé que no puedo contenerme.

Al final de la canción, sin pensar, me levanto y subo al escenario. Rodeo su cuello con mis brazos y lo beso, sintiendo cómo todo a nuestro alrededor se desvanece. Los aplausos y los silbidos nos rodean, pero yo solo puedo sentir su piel contra la mía, su respiración entrecortada mientras nos besamos.

Aiden ríe entre dientes cuando finalmente me separo, avergonzada. Bajo la cabeza, pero él me levanta el rostro, sonriendo con suavidad.

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora