Kiara
Camino rápidamente por los pasillos del instituto, alejándome de la cafetería. Las primeras tres clases han transcurrido sin novedad: más trabajos por entregar la semana próxima y grupos de exposición para integrar a los nuevos estudiantes del año.
Desde la llegada de los del Norte, todo se ha vuelto un caos: los negocios cierran temprano, los padres prohiben salidas nocturnas, las casas adoptan sistemas de seguridad más avanzados y la presencia policial ha aumentado. Nadie acepta que ahora formaran parte del distrito.
Aunque ambas regiones se unieron diplomáticamente, los estudiantes se resisten a la integración. Se formaron dos grupos, separando el instituto con líneas invisibles y cualquiera que las cruce es amenazado.
Cierro con fuerza la puerta de mi casillero y me cuelgo la mochila al hombro. Aprovecharé los treinta minutos de receso y mi hora libre para adelantar deberes en la biblioteca. Jess no asistió hoy por asuntos familiares de los cuales no dio detalles.
—¡Hey, extraña! ¿A dónde vas? —una voz suena a mis espaldas.
—Lejos de ti.
Mark suelta una carcajada, sus ojos no se apartan de los míos. Su cabello castaño está perfectamente peinado hacia atrás, dándole ese aire de chico rico y despreocupado. Lleva la chaqueta del uniforme desabrochada y, como siempre sin corbata.
—Aún no eres mi esposa y ya planeas abandonarme —dice, apoyándose contra los casilleros con una sonrisa arrogante.
—Nunca seré tu esposa, Mark —le respondo, cruzándome de brazos.
Él sonríe, sin mostrar los dientes.
—Eso ya lo veremos.
Nuestros ojos se encuentran en un duelo silencioso. Sus pupilas me desafían, pero no pienso ceder. Cansada del juego, giro para marcharme, pero él es más rápido, bloqueándome el paso.
—Muévete.
—Solo si me escuchas.
—O te mueves, o empiezo a gritar.
Mark avanza hacia mí y retrocedo hasta que mi espalda choca contra los casilleros. Su cuerpo me acorrala y siento sus manos rodeando mi rostro. La adrenalina junto a la rabia me inunda.
—Juro por Dios que si no te apartas... —intento amenazar, pero él me interrumpe.
—El viernes por la noche hay una fiesta de San Valentín en la cancha, y nada me haría más feliz que fueras conmigo —dice mientras enrolla un mechón de mi cabello en su dedo. Su rostro está demasiado cerca y cualquiera que pase podría malinterpretar la situación. Esto podría meternos en problemas con el director—. ¿Qué dices, Kiara? ¿Vamos juntos y presumimos la bonita pareja que hacemos?
Lo empujo con fuerza, separándome de él.
—No voy a ir contigo a ningún baile. Ni en tus sueños.
Sin darle más atención, me marcho hacia la biblioteca.
—Terminarás aceptando —grita detrás de mí—¡Todas lo hacen! Y para que sepas, en mis sueños ya estamos casados, muñeca.
.・゜゜・❥・゜゜・.
El aire fresco y el aroma a libros viejos me reciben cuando entro a la biblioteca. Sonrío, dejándome envolver por la calma. Me siento en una mesa vacía, saco mi laptop, libros y cuadernos, lista para aprovechar el tiempo.
La biblioteca está tranquila, como siempre. A mi alrededor, las mesas están desocupadas; los pocos estudiantes presentes se pierden entre los estantes o aprovechan las computadoras y el internet ilimitado.
Frunzo el ceño al ver a un grupo de adolescentes vestidos completamente de negro, desafiando el código de vestimenta de la escuela. Chaquetas de cuero, botas y vaqueros. Son siete en total: cinco chicos y dos chicas, sus mochilas descansan a los pies de sus sillas.
Las chicas destacan por sus estilos llamativos. Una tiene el cabello rapado y teñido de verde, con un piercing en la nariz y varios aretes, la otra lleva largas trenzas azules y exhibe tatuajes que asoman bajo las mangas de su chaqueta.
Los chicos tienen una apariencia más relajada, pero intimidante. Uno lleva un gorro de lana gris y una cadena con una cruz colgando en su pecho. Otro es moreno, de complexión fuerte. El tercero parece más joven, tal vez de un curso menor, con el cabello negro desordenado y una chaqueta demasiado grande para él. El cuarto esconde su rostro detrás de un libro.
Hablan y ríen sin preocuparse por el resto. Me sorprende que nadie les diga nada, cuando normalmente el ruido aquí es inaceptable. ¿Por qué nadie parece notar su presencia?
La vibración de mi teléfono me desconcentra.
Nuevo mensaje:
Mamá 👩
Hola, cariño. Tu papá y yo hemos llegado al pueblo esta mañana. Nos gustaría almorzar contigo después de clases, en el restaurante de siempre. Pregunta por nosotros en recepción.
Besos.Apago la pantalla y dejo el teléfono boca abajo. Echo un último vistazo al grupo, enciendo mi laptop y me concentro en los deberes.
El tiempo pasa rápido y cuando reviso la hora, veo que ya llevo cinco minutos de retraso para mi penúltima clase. Rápidamente recojo mis cosas y salgo corriendo hacia la salida, con varios libros en la mano.
Sin darme cuenta, choco de frente con alguien y caigo al suelo.
—Mierda —murmuro, acariciándome la nariz.
Las hojas de mis apuntes se esparcen por el suelo. Frustrada por el accidente y el retraso, me levanto torpemente.
—Yo... lo siento. No te vi —dice una voz nerviosa mientras unas manos temblorosas me ayudan a levantarme y recogen las hojas—Perdóname, Kiara. Venía distraído, fue un accidente. Si te lastimé, puedo acompañarte a la enfermería. Lo siento mucho, hablo demasiado cuando estoy nervioso...
De todo lo que dice, solo una cosa capta mi atención.
—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunto, confundida—. ¿Nos conocemos?
Él niega con la cabeza, visiblemente incómodo.
—Te estoy preguntando algo, contesta —insisto, dando un paso hacia él y lo veo retroceder—. ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Eres amigo de Jess? ¿Eres nuevo? Si te conociera, lo recordaría...
El chico no responde. Parece un niño asustado. Entonces, lo reconozco. Es el más joven del grupo que vi. El del cabello negro y la chaqueta enorme.
—¡Tú! —una voz interrumpe—. Nos vamos.
El moreno y el resto del grupo están en la puerta, observándome con sonrisas traviesas. Avergonzada, bajo la mirada, deseando desaparecer.
El chico, inesperadamente, me envuelve en un abrazo cálido y familiar.
—Lo siento mucho, de verdad. Espero que puedas perdonarme —me dice con una sonrisa que revela unos adorables hoyuelos —Nos vemos luego. ¡Adiós!
Antes de que pueda reaccionar, se va con el grupo, dejándome sola, confundida y con mil emociones corriendo por mis venas.
ESTÁS LEYENDO
Cartas en Febrero ©
Romance¿Qué harías si encuentras una carta anónima donde un desconocido expresa el más devoto amor que siente por ti y descubres que el autor de dichos escritos es el líder de una banda de motociclistas? .... Portada hecha por: @SucreStars